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Viernes, 21 de enero de 2005

DEBATES

67

Adriana Iliescu es una mujer rumana que hace 9 años intenta lo que acaba de conseguir: ser madre. Claro que tiene 67, una edad record para las mujeres y común para los hombres. ¿Egoísmo? ¿Mera aceptación de que una mujer no es si no es madre? ¿Avance o retroceso de la ética?

 Por Luciana Peker

"Siempre soñé con ser madre”, dijo, pensó, se empeñó, festejó Adriana Iliescu, una profesora universitaria de literatura, rumana, soltera, de 67 años, que convirtió su edad en un número periodístico, en un debate bioético, en una curiosidad del Libro Guinness de los Records, en una marca mundial. El 16 de enero, a los 67 años, Iliescu fue mamá de una beba –Eliza María– después de nueve años de realizarse tratamientos de fertilización asistida. 67. El nuevo número que marca la edad más avanzada –hasta el momento– para que las mujeres pueden estirar su deseo de tener hijos. ¿Un avance? ¿Un retroceso? ¿Una mamá o una abuela? ¿Autonomía para decidir cuándo y con quién tener hijos? ¿O sumisión al mandato de la maternidad como deber ser femenino? ¿Una expresión de deseo o de egoísmo? ¿Una forma de derribar el reloj biológico? ¿O el declive de los límites éticos para tener y criar hijos?
“Nunca se puede opinar en general sobre la maternidad, hay que reflexionar sobre cada caso en particular, pero justamente lo interesante es que este debate abre un campo de reflexión sobre las condiciones éticas para la maternidad cuando, en general, parece que siempre la maternidad es una cosa buena y aceptable”, apunta Martha Rosenberg, psicoanalista e integrante del Foro por los Derechos Reproductivos. En este sentido, a pesar de que la maternidad es avalada e idealizada socialmente y que, incluso, Adriana Iliescu es una vocera televisiva del emblema de mujer-madre-canto a la vida (al punto que dijo en una entrevista que quería redimirse dando a luz), su decisión de ser mamá a tan avanzada edad es masivamente criticada. “Cuando se trata de defender el derecho de autonomía de un paciente, si decide o no operarse, estamos frente a un individuo. Pero en reproducción asistida las decisiones del paciente afectan a una posible vida futura –remarca Nicolás Neuspiller, director médico de Fecunditas Medicina Reproductiva–, por eso la ciencia, y los comités de bioética de cada instituto, deben pensar en el bebé que va a nacer.”
“El principal inconveniente de este caso está dado por la calidad de vida y las implicaciones psicológicas que puede tener esta chica que va a carecer de padre y que, probablemente, se quede sin madre a una edad temprana de su vida”, subraya Claudio Chillik, presidente electo de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (S.A.M.E.R.). También es crítica la psicóloga Ruth Wilnern, que trabaja con pacientes de Fecunditas. “A esta señora de 67 años se le respetó su autonomía al momento derealizar el tratamiento reproductivo, pero no se contempló al posible hijo. ¿Cuál es la energíaque tendrá una mujer de 67 años para contactarse con la crianza de un hijo?¿Qué viene a reivindicar ese hijo?”, se pregunta.
Más allá de la edad para criar y acompañar a un hijo también existen riesgos para la mujer. “Un embarazo más allá de los 50 conlleva riesgos para la madre, como diabetes o presión alta durante el embarazo y riesgos para el bebé como prematurez.” Sin embargo, estos riesgos no fueron tomados en cuenta –ni objetados– en el caso de la norteamericana Tina Cade, de 55 años, quien, a fines de diciembre del 2004, dio a luz a trillizos, hijos, en realidad, de su hija Camille Hammond, de 29 años. A pesar de los riesgos en su sistema cardiovascular, Tina aceptó que la inseminaran con tres embriones producto de los óvulos de Camille –que no podía tener hijos por una endometriosis– y el esperma de Jason, su yerno. “Es surrealista ver a tu suegra embarazada de tus hijos –describió Jason–. Pero le agradezco a ella porque es una mujer maravillosa.”Claro que siempre el sacrificio femenino es más valorizado que el cumplimiento de los deseos. Y la sociedad parece asustarse porque esos deseos pueden llegar cada vez más lejos. Hasta ahora, la italiana Rosanna della Corte, de 62 años, había sido –en 1991– la mujer más grande en tener un hijo. Aunque los médicos advierten que el record rumano no implica un nuevo hallazgo en fertilización. “Esto no es un avance científico, porque gracias a la donación de óvulos se puede lograr el embarazo en cualquier mujer independientemente de la edad que tenga –aclara Chillik–. O sea que, el límite de edad de la mujer no está dado por la limitación de la técnica sino por el límite que el médico o la sociedad pongan en estos temas.” ¿Y cuál es la edad consensuada como tope? En la Argentina no existen leyes y todo depende del criterio médico. Chillik explica: “El límite lógico para realizar este tipo de procedimiento tiene que ser la edad promedio en la que se produce la menopausia, es decir los 50 años. Aunque ésta es una cifra empírica y arbitraria, creemos que debe existir algún tipo de límites”. Neuspiller agrega: “La ciencia considera un límite aceptable para tener un hijo alrededor de los50 años. Teniendo en cuenta que el promedio de vida actual son los 70 años,esa mujer tendrá unos 20 años por delante para poder criar a ese chico”.
Aunque, sin duda, en este tema la vara con la que se mide a las mujeres maduras es mucho más dura que con la que se juzga –o, mejor dicho, no se juzga– a los hombres. Entre muchos otros casos, Carlos Menem tuvo a su hijo Máximo a los 72 años –y amenaza con buscarle un hermanito–, el Gato Dumas –ya fallecido– vio nacer a su hija Olivia (ahora de 5 años) cuando tenía 60 y el actor Jorge D’Elía también fue papá, a los 62, en el mismo momento en que su hijo, Federico D’Elía lo hacía abuelo.
La paternidad madura de los varones no despierta polémica, la de las mujeres sí. Pero hay quienes defienden a Adriana Iliescu. “Me parece fantástica su decisión, aunque casi todos estén en contra, yo haría lo mismo porque lo importante en este mundo es ser feliz y con este hijo ella va a ser feliz. Una asignatura pendiente no es egoísmo. Cuando nace un hijo no hay sensación más brillante y no hay una edad para semejante grandeza”, sostiene Anamá Ferreyra, que tuvo a su hija –Taina, de 10 años– a los 42.
Hay otro tabú. Adriana no es sólo una mujer de 67 años. Es una mujer sola. Y si bien es cierto que, en un contexto de una madre tan añeja, el ámbito familiar cobra más importancia por la posible contención a Eliza María ante la posible muerte o enfermedad de la madre, también es verdad que Iliescu rompe con tres mitos de la mujer perfecta: joven, fértil y (bien) casada. Desde su propia experiencia, Ferreyra dispara: “En cuanto a la imagen paterna no me parece mal que una mujer tenga un hijo con semen donado. Hay tantas que tuvimos hijos con padre y el hombre desaparece y te pasa una cuota que es un vuelto”. “¿Si la ciencia está tan avanzada por qué no aprovechar el avance de la ciencia? Cuando yo tuve a mi hija muchos me decían que ya era grande –cuenta–. Pero el mundo cambió. Las mujeres ya no tenemos hijos a los 25 años. El problema es que muchos se quedaron en los esquemas de otro mundo.”
En este nuevo mundo, la maternidad, al menos, no es sólo una certeza. Cuando adoptó a su hijo Martín, la actriz Cecilia Roth planteaba: “El otro día yo me decía: ‘Cuando tenga 50 años mi hijo recién cumplirá 10. Voy a ser muy grande’. Pero resulta que si no tengo un hijo también voy a ser grande. Y me habré perdido tanto”.

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