Viernes, 21 de enero de 2005 | Hoy
TEATRO/ESTRENO
Susana Torres Molina devela secretos bien guardados de la masculinidad en Ella, próximo estreno teatral que ha escrito y puesto en escena. Los varones que, contrariando costumbres establecidas, abren su corazón y declaran sus zozobras de amor, están interpretados por Patricio Contreras y Luis Machín.
Por Moira Soto
Dos hombres sostienen una
pelea verbal, por momentos física en un baño turco. Una pelea
de fondo en más de un sentido, que ha sido provocada con premeditación
por uno de ellos, Iriondo, quien para arrancar confidencias del otro, Marley,
empieza por hacer sus propias confesiones. Un hombre tratando de reconquistar
a una mujer se vuelve ridículo. Míreme, he tratado de adelgazar,
de mejorar la caída del pelo. Pensé en teñirme las canas.
Doscientos abdominales todos los días. Y en el fondo, sé con absoluta
certeza que todo es inútil. Que las ganas, si las hay, pasan por otro
lado. Que lo que se espera es otra cosa. Pero no sé qué,
le dispara Iriondo a un desconcertado, incómodo Marley en los primeros
tramos de Ella, la premiada pieza de Susana Torres Molina que se estrena el
próximo 25 de enero. Una pieza que pone a sus dos personajes masculinos
en una situación que trasgrede estereotipos arraigados, y lo lleva hasta
los confines de su incertidumbre respecto del amor de una mujer, Patricio Contreras
y Luis Machín (de viaje el día que se realizó la entrevista
que sigue) son los protagonistas de Ella, bajo la dirección de la autora.
La escenografía es de Ariel Vaccaro y la iluminación de Leandra
Rodríguez.
Tenía un borrador acerca de dos personajes masculinos que estaban
encerrados, memora Torres Molina. Cada tanto retomaba ese material
sin mucha convicción. Hasta que decidí participar en un par de
concursos, una situación de estímulo para mí: tengo que
llegar a una fecha, dejo otras cosas de lado, privilegio la escritura. Entonces,
puse ese borrador a la izquierda de la computadora, empecé a escribir
y nunca más lo miré. Salió Ella en un mes y medio, como
si estuviese viendo a los personajes, con una escritura desde la pura acción
dramática. Acá ellos están atrapados por el deseo de saber
más. Y cada vez que uno de ellos intenta salir, el otro le tira un anzuelo
demoledor. Así se fue desarrollando la obra. Cuando tuve a estos personajes
con esta historia relacionada con lo pasional, aparecieron las vueltas de tuerca,
la idea de poca ropa, toallas, ese espacio único.
¿También la idea de escenas que funcionan como rounds?
Susana Torres Molina: No partí de esa imagen. Pero en la puesta
hay algo de ring y de match. Seguramente, estaba internalizada la idea de dos
personas en una situación límite, como rondándose. Lo que
a mí me atrae mucho en el teatro, en el cine, con los personajes en situaciones
muy comprometidas, de gran tensión. Me gustaba que Iriondo y Marley tuvieran
un alto voltaje emocional hasta el final. Por lo cual era importantísimo
el nivel actoral, tener a dos intérpretes potentes. Para mí ha
sido maravilloso trabajar con Patricio Contreras y Luis Machín.
Patricio Contreras: Lo he visto a Luis en sus actuaciones con Ricardo
Bartís y siempre me resultó muy atractivo como actor. Creo que
tiene una máscara teatral impresionante. Alguna gente que ya nos vio
en escena nos ha dicho que resulta muy interesante la combinación: hay
diferencia de edad, de tipo físico, de color, de formación. Luis
es un actor muy laborioso, que no hace lo suyo de taquito. Esta es una pieza
que particularmente requiere mucho de la confianza de tu compañero, estamos
como dos trapecistas en el aire.
S.T.M.: Desde la dirección, la experiencia fue muy buena para mí.
Teniendo a un actor de la temperatura dramática de Patricio, era importante
contar con alguien que equilibre con su propio estilo. Realmente, hacen un acople
extraordinario. No había trabajado con ninguno de los dos previamente
y estoy contentísima con lo que se produce en escena.
En Ella hay dos varones que se salen totalmente de la fría racionalidad
que tradicionalmente se le adjudica al género masculino.
S.T.R.: Creo que ahí se nota que hay una mirada de mujer. No es
que yo les haga decir a ellos algo que tenga que ver con el discurso femenino
cultural. Pero creo que mi condición de mujer me dio la posibilidad,
la libertad de revelar el lado menos transitado en la ficción de lo masculino.
Sentimientos que rara vez se expresan. Por vergüenza, por pudor.
Es común que se eluda en la ficción las locuras que las
mujeres hacen por amor, a las mujeres que aman demasiado. Como si los hombres
no sufrieran en la misma medida la pérdida, el abandono, la traición.
S.T.R.: Por supuesto que ellos se enamoran y sufren como nosotras. Y lloran
y se desesperan y pegan puñetazos en la pared. Quizá se expresan
más en la violencia. Pero sí, es muy difícil que un hombre
con penas de amor lo pueda hablar con otros hombres, confíe sus padeceres
amorosos.
También puede ocurrir que revierta lo sentimientos, los troque
en misoginia.
S.T.R.: Claro, es una situación que puse en A otra cosa mariposa:
lo que no se puede conseguir se ridiculiza, se desvaloriza. Por eso me pareció
apasionante mostrar a dos hombres que están sufriendo por amor y lo expresan.
P.C.: Fijate que en géneros tan populares como el bolero, la ranchera
mexicana, el tango mismo, se muestra con mucha exposición el dolor masculino.
Creo que se asocia la baja cultura a la manifestación de los sentimientos.
Me llama la atención que en la canción aparezcan estas confesiones,
cosa que no sucede ni en la literatura ni en el teatro, tampoco en la vida cotidiana.
S.T.R.: Coincido en que a medida que la clase social se eleva, se tiene
más remilgos para expresar los sentimientos, las emociones: queda poco
elegante, es de mal gusto. Parecen todos autistas, se dan un beso en el aire,
sin tocarse. Muy british, bastante francés también.
La
pasión como droga
El
parentesco con Iriondo, a esta altura de mi vida, debo decir que es inevitable,
declara Contreras. He sufrido, como tantos hombres, algún dolor
grave de amor, alguna traición, algún abandono. Ese material lo
conozco, lo que facilita el acercamiento emocional. Analizar los personajes
es más difícil, porque la escritura de Susana es muy concentrada
y elíptica. Habla de fuerzas diversas que conviven en los seres humanos,
diría que se trata de roles antes que de personajes, roles que podrían
ser intercambiables según las circunstancias.
Cuando leíste la pieza ¿pensaste que Iriondo era tuyo?
P.C.: Sí, se me ocurrió que era un personaje mayor que Marley,
aunque en la pieza no se mencionan edades. Ella me llegó por una amiga
común y después de leerla le pregunté a Susana si podía
hacerla, y a ella le pareció bien.
Sin revelar el desenlace, se puede decir que Iriondo tiene un plus de
complejidad, una capa extra, está lejos de ser trasparente. Marley, aun
dentro de su reserva, de su renuencia inicial, es más diáfano.
P.C.: Sí, Iriondo tiene más pliegues porque tiene más
información. Por momentos tiene un dominio de la situación.
S.T.R.: Iriondo manipula. Por eso el personaje de Marley es difícil,
porque está en un lugar donde permanentemente es descolocado, aguijoneado,
sorprendido, vapuleado. Reacciona y vuelve a ser golpeado. Por eso, tanto Luis
como Patricio tienen un compromiso actoral muy fuerte. Además, se trata
de dos actores muy bien entrenados corporalmente.
P.C.: No por casualidad, en este tema del cuerpo hemos tenido muy presentes
las pinturas de Francis Bacon, esa cuestión de que los dolores del alma
de los personajes terminan manifestándose en el cuerpo. Ahí aparece
el síntoma, la deformación. Sin la pretensión de un virtuosismo
físico, el cuerpo está muy expuesto, lo que vuelve más
dramática la situación. Que sólo lleven toallas sujetas
a la cintura acentúa ese estado de vulnerabilidad. Quizá se necesita
una mirada más de afuera para comprender las angustias de un hombre.
S.T.R.: Creo que está llegando la etapa en las mujeres nos animamos
a investigar el universo masculino, la complejidad de sus sentimientos.
Patricio ¿es verdad, entonces, que los hombres no se confiesan
entre sí sus cuitas amorosas?
P.C.: Yo recuerdo apenas dos situaciones en las que fui tomado como paño
de lágrimas de otro hombre: un familiar en Chile que se separó,
y la misma situación aquí con un colega que estaba deshecho y
una noche hasta las siete de la mañana acompañé su dolor.
Pero fueron episodios excepcionales. Creo que en la mayoría de los casos
hay un bloqueo, una imposibilidad de formular lo que les pasa. Algunos que aceptan
la necesidad de hablar, se asilan en el psicoanalista. El que un hombre se quiebre
es visto hasta el día de hoy como una debilidad imperdonable. Y mi personaje,
Iriondo, ha estado toda su vida intentando corresponder al identikit que la
sociedad pide de un varón: ser exitoso. En esa conducta de él
puede estar la raíz del desencuentro con ella. Y cuando descubre que
su mujer puede ser objeto de deseo de otro, se erotiza, a la vez que sufre por
ser excluido.
S.T.R.: Creo que también el tema es el deseo, el fantasma de la
rutina. La pregunta tan difícil de responder: ¿por qué
a veces el deseo se mantiene vivo y otras veces se muere? Incluso el deseo puede
caer amando mucho a una persona.
Ese aspecto de la pasión que se asemeja a una droga, aparece nítidamente
en varias oportunidades. Marley tiene síndrome de abstinencia.
S.T.R.: Creo que hay personalidades que provocan adicción, con
las cuales nadie puede estar demasiado seguro, que tienen cierto misterio. Por
eso me parece sugestivo que se den pocos datos de Ella, que para Iriondo y Marley
es un enigma.
P.C.: Iriondo no termina de conocerla, de adueñarse, de capturarla.
Creo que la dependencia surge cuando hay esa correspondencia, y uno de los dos
se aparta. Entonces surge el drama el desconsuelo. Cuando han probado eso que
te encantó.
S.T.R.: Cuando has probado y no te has saciado.
Los hombres no cesan de preguntarse por los presuntos secretos de la femineidad,
mientras que las mujeres es raro que hablen de los misterios de la masculinidad:
en cambio, actúan como si a ellos los tuvieran bien junados.
P.C.: Es que desde ese lugar de sometimiento en el que estuvo tanto tiempo,
la mujer sabe más acerca del hombre que a la inversa. En ese sentido,
nos lleva mucha ventaja: los oprimidos saben más, han tenido más
tiempo de observar, tiene clara noción de cómo se va a conducir
el dominador. Mirando la historia de mis padres, reconozco las astucias de mi
madre, que a veces compartía con nosotros. Tenía que ingeniárselas
para ver de qué manera conseguía las cosas.
S.T.R.: Coincido en que ha habido una falta de interés del hombre,
en tanto que la mujer sabe más de él porque ha tenido más
tiempo, espacio, necesidad. Pero como en los últimos años realmente
la mujer he empezado aconquistar muchos territorios, a desarrollar su potencial
y además se está terminando un poco el modelo de familia tradicional,
el hombre ha tenido que empezar a rever sus conductas y valores, porque el cambio
es enorme. En las nuevas generaciones el intercambio de roles y una más
justa distribución de responsabilidades empieza a notarse.
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