Viernes, 13 de mayo de 2005 | Hoy
SALUD II
Ya no hay nada que ocultar, los profesionales lo dicen abiertamente: inducir el parto –adelantarlo, bah– es un recurso de las “instituciones” para su mayor “comodidad”. Y para eso, cada vez hay métodos más modernos. Pero de los derechos de las mujeres y los y las recién nacidos, de eso no hay mucho que decir.
Por Luciana Peker
Vos apurarías la salida del sol? Las mujeres y los bebés también tenemos nuestro tiempo para parir y nacer. El suero con oxitocina o la rotura artificial de bolsa sólo deberían utilizarse en caso de extrema necesidad. Por la salud de nuestros hijos, respetemos su tiempo de nacimiento. Tenemos derecho”, dice el texto de la Campaña por la Promoción de Derechos y Prácticas Apropiadas en el Parto y el Nacimiento que va a pronunciar –en spots radiales y televisivos–, a finales de mayo, Dolores Barreiro. “¿Vos apurarías la salida del sol?” va a interrogar –entre otros puntos– esta campaña.
La pregunta parece absurda. En principio, porque nadie podría apurar al sol. ¿Y si se pudiera? A diferencia del sol, los partos sí pueden adelantarse, cada vez con más innovadores métodos, como el recientemente lanzado dispositivo con dinoprostona. ¿Las clínicas y hospitales deben adelantar o intervenir en la fecha de nacimiento de los bebés para poder tener una más rendidora distribución de los llantos y las cunitas? ¿La agenda de las maternidades puede modificar los tiempos naturales del embarazo? ¿La conveniencia empresarial de planificación de clientas puede pasar inadvertida? ¿Es legítimo, es legal, es habitual? ¿Eso es el progreso?
El progreso –ese progreso– ya llegó: “Del mismo modo que hay mujeres que prefieren planificar el parto para cierto día por motivos personales, también algunas maternidades optan por recurrir a la inducción del nacimiento para evitar tener que enfrentar un número de partos que exceda sus capacidades de infraestructura”, afirmaba con naturalidad el 2 de mayo en la nota “Presentan un nuevo dispositivo para inducir el parto” el diario La Nación.
En esa nota se cuenta que el nuevo dispositivo –que tiene que ser colocado en la vagina y libera en forma sostenida dinoprostona, una droga que hace madurar el canal de parto– podría reemplazar a otros tratamientos que existen en la actualidad con la misma finalidad, como la oxitocina y el misoprostol. Aunque una de las ventajas señaladas por Gerardo Sotomayor, especialista en obstetricia y ginecología del Hospital Northside, de Atlanta, Estados Unidos, de este método es que “reduce el costo económico de la inducción del parto”.
Por supuesto, esta innovación médica podría ser aplicada en los casos en que es necesario inducir el parto para evitar problemas de salud en las mamás o los bebés. Sin embargo, las dudas y la polémica surgen por las declaraciones del obstetra Mario Sebastiani –del Hospital Italiano– sobre la posible utilización de este nuevo dispositivo para inducir partos, sin justificaciones científicas, sino logísticas y económicas. “Hoy existe una visión más amplia sobre la inducción del parto. Así como existen indicaciones médicas también hay indicaciones no médicas, como la comodidad de la madre o de la institución en la cual va a dar a luz. Asícomo la indicación médica de inducir el parto es absoluta, tendríamos que considerar ciertas indicaciones no médicas que tienen que ver con brindar a la mujer y a su hijo el mejor escenario de seguridad en el parto”.
“Es un progreso que aparezca una nueva tecnología con una indicación precisa. Pero por el mal uso o abuso de la tecnología de parte de los médicos y las instituciones se llega a la mala praxis o la iatrogenia que es la patología que generan los profesionales cuando realizan intervenciones innecesarias”, asegura la obstetra Claudia Alonso, integrante de Dando a Luz, una organización no gubernamental que pelea por un embarazo, un parto y un nacimiento respetados y seguros.
“Claro que si todos los partos son inducidos por cuestiones no médicas tampoco se está en la dirección correcta”, aclara Sebastiani, casi como una concesión. Para Sonia Cavia, presidenta de Dando a Luz, las declaraciones de Sebastiani constituyen un blanqueamiento de una práctica que ya se utiliza en las maternidades. “Es bueno que se empiece a hablar con la verdad y que se diga claramente que los partos se inducen por conveniencia de las instituciones y los profesionales; y remotamente porque las mujeres lo eligen. De todos modos, por ser la verdad, no deja de ser aberrante”, resalta.
La nota de La Nación muestra que en Argentina se inducen nacimientos contando las camas y no las contracciones, una tendencia que la nueva tecnología podría incrementar, pero que es ilegal, ya que la Ley 25.929 de Derechos del Nacimiento, aprobada en noviembre del 2004 –que rige en todo el territorio nacional para sanatorios privados y hospitales públicos–, dice (en el inciso D): “Toda mujer tiene derecho al parto natural, respetuoso de los tiempos biológicos y psicológicos evitando prácticas invasivas y suministro de medicación que no estén justificados por el estado de salud de la parturienta o de la persona por nacer”.
“Un parto debe ser acompañado y no intervenido, salvo en caso de urgencia médica por la salud de la mamá o el bebé, pero esas son excepciones. Y actualmente hay partos inducidos en los sanatorios en mérito de la planificación del trabajo que tienen que atender. Los médicos y las instituciones tienen que ser responsables y entender la importancia que tiene un nacimiento acorde con los ritmos del bebé –enfatiza Jaqui Zieler, presidenta de la Fundación Creavida, una organización de mujeres que apoya el movimiento de humanización del nacimiento y la causa de los bebés–. De hecho, las manipulaciones médicas pueden afectar el sentimiento del bebé respecto de su llegada al mundo”.
En Argentina, en las clínicas privadas, el 50 por ciento de los nacimientos se produce por cesáreas, un 25 por ciento más que en los hospitales públicos y un 35 por ciento más que el promedio de cesárea consideradas necesarias por la Organización Mundial de la Salud. ¿Con las inducciones de parto puede pasar lo mismo? ¿Las nueve lunas de un embarazo se pueden privatizar al mejor y más prolijo rendimiento de las camas de las maternidades?
Cavia enfatiza: “Los obstetras en vez de darles tanto espacio a nuevos métodos que se ocupan de intervenir y perturbar el parto y, sin lugar a dudas, implican un gran negocio para la industria y la corporación, deberían ocuparse de revisar su práctica violadora de los derechos de mujeres, bebés y familias”.
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