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Viernes, 17 de junio de 2005

DEPORTES

Ella tiene fe

Romina Ferro acaba de salir campeona de la superliga femenina de fútbol de España con su equipo de Valencia. Ilustre desconocida en su tierra, esta arquera argentina, integrante de una selección nacional igualmente ignota, disfruta ahora de una popularidad nueva que le abre la esperanza de que un día se caerán los prejuicios sobre el fútbol femenino.

 Por Sonia Santoro


Apenas bajó del avión y tocó suelo valenciano, Romina Ferro presintió que las cosas allí iban a ser bien diferentes que en la Argentina. La esperaban periodistas y reporteros gráficos para sacarle unas fotos con su buzo número 25 y algunas palabras para los diarios. Luego se vio en los medios: “El Levante ficha a Romina Ferro”, “Romina llega a Valencia”, decían los suplementos deportivos. A un mes de su desembarco en España, Ferro todavía no lo puede creer. Ser arquera de la selección femenina de fútbol en Argentina no le había deparado demasiadas atenciones.

“Este fichaje confirma la particular ‘revolución’ que está viviendo el fútbol femenino español”, señaló una crónica del sitio mujerlife.com.

Revolución o no, Romina fue confirmando aquella primera sensación en cuestiones mucho más básicas. La superliga femenina española es “importante”. No llena estadios pero sí tiene mucha asistencia de público. “Es como un sueño, no estaba acostumbrada”, escribe Ferro desde allá. En España, por supuesto, no tiene que trabajar de otra cosa para poder jugar al fútbol. Claro que los entrenamientos son más exigentes y regulares: son cuatro veces por semana. Pero por otro lado, las jugadoras cobran entre 700 y 1000 euros por mes. Los resultados están a la vista. Mientras la selección argentina ocupa el puesto 37 en el ranking mundial, la española es la vigésima.

A lo que tampoco estaba acostumbrada Ferro era a tener un espacio exclusivo y de primer nivel para los entrenamientos. “El campo es un espectáculo. El primer día no podía creerlo, las chicas se reían porque les pregunté si siempre entrenaban ahí”, cuenta. Recién este año AFA le permitió entrenar a la selección femenina en el predio de Ezeiza (donde lo hace la masculina).

Romina Ferro nació hace 24 años en Lomas del Mirador, Gran Buenos Aires. Jugó al tenis desde los 9 a los 17 años. Empezó con el fútbol porque una amiga la tentó con la idea de formar parte de un equipo. Jugó en el Club Chicago, donde su buena altura, y los reflejos y coordinación entrenados en sus años de tenista, la postularon como candidata ideal para reemplazar a una arquera que se había lesionado. Jamás dejó ese puesto. En el 2000, pasó a River Plate y ese año fue convocada para la selección nacional. Representando al país, participó de los Juegos Sudamericanos, los Panamericanos y el Mundial de Fútbol Femenino en el 2003.

Hasta antes de viajar a España vivía con su mamá y sus dos hermanos en la casa de siempre. “A mis hermanos les resultaba divertido que jugara al fútbol, me iban a ver todos los partidos y hasta hoy son mis fans número uno. Al principio a mi mamá no le gustaba porque tiene los mismos prejuicios que todo el mundo: ¡cómo una mujer va a jugar al fútbol! Pero le hice entender que es como jugar a otro deporte y por suerte lo aceptó”, cuenta. Ella misma hizo un cambio en ese sentido: “Cuando empecé todo me daba vergüenza, si decía que jugaba al fútbol me miraban raro o se reían, pero ahora me encanta decirlo porque no le veo nada de malo”.

–¿En algún momento te sentiste poco femenina por tener más músculos que “lo normal” para una mujer?

–Es verdad que se habla mucho sobre el aspecto físico de la mujer que juega al fútbol. Cualquier deporte cambia a una mujer, pero eso no quita que una conserve su lado femenino, a mí no perjudicó.

–¿A qué adjudicás que persistan mitos en torno de las mujeres que hacen deportes?

–Muchas veces escucho que una mujer que juega al fútbol es una machona. Considero que a alguien que juega al hockey o hace gimnasia no se la ve de la misma manera. Debe ser porque son deportes de clase media o alta, en cambio el fútbol nace de un ambiente más bajo y eso hace que la mayoría de las chicas tengan otro tipo de aspecto. Me parece muy prejuicioso cuando lo ven así, pero es inevitable escuchar esos comentarios, como también que existe el lesbianismo siempre en el fútbol. Es que el hombre intenta desvalorizar este deporte. Me gustaría que estos temas sean secundarios, que se hable de un mundo para la actividad física y que los jóvenes hagan cualquier deporte, más hoy que los chicos se pasan horas sentados frente a la computadora y los jueguitos.... Eso es lo malo, no lo que cada uno o una hace de su vida privada. Pero los que hablan son los mediocres, aquellos a los que en verdad no les interesa el deporte.

–¿Vislumbrás apertura en la participación de la mujer en el deporte?

–El fútbol es un disciplina que va a crecer lentamente. Algo está cambiando, de hecho en algunos colegios está incluida como materia curricular. Lo cual me parece importante porque el fútbol es uno de los deportes más completos para adquirir coordinación y es la base para cualquier otro deporte, más aún en las mujeres a las que desde chicas se las condiciona para el no movimiento, se les regala la muñequita y que se queden sentadas. Lo que esto logra es chicas con carencia motriz desde pequeñas, mujeres torpes para realizar cualquier actividad física.

Pero tienen que cambiar muchas cabezas. Un día llevé un proyecto para dar fútbol a un colegio de monjas y eran tan cerradas que sólo dije “me gustaría...” y ya estaba en la puerta para irme (risas). Sin embargo, hablar de fútbol femenino un par de décadas atrás era imposible, hoy ya es un hecho, por eso tengo fe que muy pronto las cosas van a mejorar. Me siento orgullosa por hacer esto. Y quiero que aquellas que deseen hacerlo no sientan vergüenza y rompan con todos los prejuicios.

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