Viernes, 8 de julio de 2005 | Hoy
TEVE
Rinden más que las chicas desnudas, los patovicas en calzones y, por supuesto, más que las ficciones: niños y niñas mostrando sus gracias son los nuevos reyes Midas del rating. Marcelo Tinelli y Susana Giménez la están pasando bomba desde que lo descubrieron y encima ahora vuelve Dady Brieva con “los chicos que hacen reír a los grandes”. Y después critican a Michael Jackson...
Por Luciana Peker
¿De qué trabaja Tinelli? –pregunta Tinelli.
–De los chicos –contesta Carla.
–¡Sonó muy feo eso! –apunta en off la locutora Marcela Feudale.
Carla tiene cuatro años y vino de Formosa para bailar en puntas de pie por el estudio de Showmatch. Marcelo Tinelli descubrió que los actos escolares ya le quedaron chicos a los chicos para mostrar sus gracias pero que además –un viejo precepto publicitario dice que donde no hay una idea, hay un chico o un animal para causar gracia– las palabras entrecortadas, la sinceridad (“¿te gusta el programa?” “No, es aburrido”, le contesta un nene a Tinelli para regocijo de Indomables) y las habilidades infantiles le dan más rating en su guerra contra Telefe (llegó a 32 puntos con una parejita de bailarines de tango) que con todo el colágeno junto (labios, tetas y cola) de Luciana Salazar.
Por eso, la pantalla explota de chicos entre las 21 y las 23, paradójicamente, en el límite o –llanamente– en el horario de protección al menor cuando supuestamente los chicos no deberían mirar televisión, pero ahora están, prácticamente, al frente de ella. A los 30 segundos de fama Kids de Tinelli se suman el Minimusic de Susana Giménez, Televisión Registradita en TVR y desde el 8 de julio vuelve Agrandadytos con Dady Brieva. Además, para las vacaciones de invierno también hacen fila Gerardo Sofovich con tarea para la tele en Tiempo límite y Minipulsaciones (así los televidentes nos regocijamos al ver cuántas pulsaciones de nervios suman los chicos antes de dar sus respuestas). Por si algo faltaba, en Clarín “Espectáculos” una “importante productora de TV” anuncia que “se buscan bloopers infantiles”. El fenómeno saturó tanto que Mario Pergolini arrancó su programa, la semana pasada, con una advertencia: “Señores, sepan que si se quedan en esta pantalla no encontrarán chicos haciendo monerías. Disculpen”.
¿TenEs novio?
–¿Y qué toma papi? ¿Gaseosa? –pone cara de OoOoooo Marce.
–No, cerveza –contesta Carla, para que la cámara ponché al papi poniendo cara de que la nena lo delató cuando la gracia no puede venir sino de casa.
El living familiar en donde los tíos se divierten haciéndole decir cosas de grandes –el combo Jaimito de sexo, alcohol y malas palabras– a los sobrinos ingenuos y pícaros sigue con la pregunta favorita, inclaudicable, de Tinelli. “¿Tenés novio? ¿No te gusta nadie? ¿Ni de la tele?”.
David tiene 12 años y viene a bailar danza árabe. Una panzada servida en bandeja para el conductor. “Siempre se dice que los jeques árabes tienen un harén. Usted, maestro, debe tener muchas chicas ¿no? porque con este curro del jeque árabe se debe enganchar...” “Sí”, contesta David, para confesar cabizbajo que tiene una novia de la que no va a dar el nombre.
“Michael Jackson no descubrió nada: ahora todos quieren hacerlo con ‘esos bajitos’. Tinelli le da el piquito a la nena de 3; Susana dice que se enamoró del recitador del Rey León en italiano (te amo, ¡cosita!), Dady le pide a otra, de la misma camada, que le muestre la bombachita, con el hilo de baba cayéndole de la comisura. Al menos Francella, que también se excitaba con ‘la bebota’, eligió una modelo de 17 (la Prandi). La tele argentina hace como si nada, entrega la caricia como si fuera de papá, toca la cola del nenito como si fuera un gesto trivial ‘al monito’ para ocultar lo que en verdad todos deberían estar pensando: agotados el travesti, el gay simulado, el padre-con-hijo, sólo quedan los niños. Agotada la lolita, ahora van a buscar a la preescolar. Agotado el prepúber ahora el guionista o el animador miran con extrañas ganas al de la guardería. Sólo que ni Doble vida, que ya lo probó todo, se anima a ese blanqueo”, dispara el crítico de televisión Julián Gorodischer.
La psicóloga Irene Meler, coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género, también saca los velos de ingenuidad sobre la obsesión por saber de quién gustan los chicos. “Con las preguntas acerca de supuestos noviazgos es donde se estimula e implanta desde el adulto una pseudo sexualidad infantil que ya no espanta sino que divierte y por ese motivo es explotada como una mercancía más que se ofrece en el mercado –critica–. Los sueños y deseos incipientes de nuestros niños dan dividendos. En contextos donde desfilan mujeres desnudas con sus cuerpos sólo cubiertos con pintura, también se entrevista a pequeñines a quienes se interroga de modo sugestivo sobre sus amores y deseos. Los adultos, que en otros tiempos escondían sus tendencias transgresoras bajo el ropaje de la ley, hoy exhiben sin pudor su placer en mirar. Este proceso podría sintetizarse diciendo que el censor se ha transformado en ‘voyeur’ y que esto no deja de ser otro régimen de dominación.”
Otra gaffe de estos días fue ver a Bernardo Neustadt acariciando –del hombro a las caderas– a una nena de alrededor de 11 años que no le quería hablar y a la que él sentenció: “Linda y muda, la esposa ideal”. Eleonor Faur, consultora de género de Unicef, puntualiza: “Parece patético que el trato hacia las mujeres ‘lindas y mudas’ al que la televisión nos tiene acostumbrados en los programas en los que papelitos y siliconas parecen ser protagónicos se extienda a comentarios referidos a niñas. El comentario discriminador y sexista de esta ‘broma’ es indudable”.
En este sentido, la vuelta de Agrandadytos, un ciclo cuestionado porque su conductor le pidió a una nena que le muestre la bombachita, genera todavía más polémica. Isabel Monzón, psicóloga y escritora, objeta: “Agrandadytos no tendría que volver. El año pasado enviamos a Canal 13 y a Promofilm varios mails avalados por gente del arte, del psicoanálisis, feministas y otros expertos pidiendo que bajaran el programa porque las preguntas que les hacía a los chicos no eran las adecuadas para sus edades. Además Agrandadytos no era un programa para niños sino para adultos que se daba fuera del horario de protección al menor para que los adultos se burlaran de los chicos, o se rieran de ellos”.
Pero Agrandadytos vuelve y vuelve con el lema “Vuelven los chicos haciendo reír a los más grandes” y con el único problema que en esta vuelta ahora tienen más competencia. En Promofilm reconocieron que en el 2005 los castings son más difíciles porque los padres tienen muchos programas para elegir a donde llevar a sus hijos graciosos. Y, según le dijo Dady Brieva a La Nación: “Ahora los padres están más hinchapelotas porque quieren salvarse con sus hijos”.
De eso, no hay dudas. Susana y Tinelli realizan castings en todo el país para encontrar estrellitas y sólo en una prueba de Showmatch en Mendoza concurrieron 300 chicos. El dato muestra la otra cara del fenómeno: la expulsión. De los 10 que aparecen en la tele hay 290 –por lo menos– que reciben como un latigazo el fracaso de no ser, justo, cuando están creciendo para aprender a ser. La perversión de los realities –donde las votaciones simulaban la expulsión social vigente– se reproduce, sin atenuantes, con los chicos. En Susana, el jurado lo integran ex miembros de Operación Triunfo y Pop Stars y cada chico tiene que escuchar su crítica antes de ser dejado afuera, entre llantos y caras de pánico. “Los castings no les hacen bien a los chicos, tardan horas y horas esperando en lugar de hacer lo que es sano y normal para ellos: ¡jugar! Mostrar así a los chicos alimenta el narcisismo de los padres y le sale gratis a la TV pero para los chicos es nocivo”, condena Monzón.
Con chicos y no para chicos
La sobredosis de minisketches infantiles en la tele deja otra pregunta. ¿Por qué hay tanta tele con chicos y no hay (salvo El Chavo –y van...– en Telefe y Dibujando la tarde y Chicos.ar, de Canal 7) programas para chicos? ¿Por qué la tele que se aprovecha de los chicos no puede aprovecharse para los chicos? Esta pregunta es todavía más sorprendente comparando la oferta teatral y musical de las vacaciones de invierno en la ciudad de Buenos Aires (que no sólo es numerosa, sino variada y de excelencia) con la pobreza televisiva. ¿Cómo se entiende que, por citar sólo un ejemplo, un dúo como Los Cazurros (modernos, exitosos, taquilleros, inteligentes, aggiornados, e incluso producidos, el año pasado, por Cuatro Cabezas) no pueda verse por televisión? “No hay productos para chicos en la tele, mientras que en teatro tenés espectáculos alucinantes para chicos que no están en la pantalla. Es un desafío”, subraya Ernesto Sánchez, de Los Cazurros. Aunque el desafío es para los canales. La diferencia de propuestas es clara. “Tinelli y Susana se manejan con el tema rating en donde no importan los contenidos, es lo mismo mostrar chicas desnudas o chicos haciendo algo gracioso. Por eso, Tinelli pasó de mostrar a Luciana Salazar a mostrar chicos. Y claro que darles espacio a los chicos está buenísimo pero depende de qué lugar les das. Nosotros, en el espectáculo, en el Centro Cultural San Martín, los metemos en un espacio de juego que es como invitarlos a jugar en el cuarto de nuestra casa. En la tele, en cambio, no los incorporan sino que miran cuán graciosos son o qué ridículos quedan –enfatiza Sánchez– y, claro, que de por sí los chicos son graciosos, espontáneos y dulces y que es divertido mirarlos. Pero el tema es también dejarles algo."
Otro ángulo de la participación infantil es el segmento Televisión Registradita en TVR, en donde tres chicos miran la tele y comentan un tema de actualidad. Un programa polémico fue el dedicado a Cromañón y, específicamente, a la liberación de Omar Chabán, ya que en la tele de ese living infantil había imágenes crudas de la tragedia, de manifestaciones violentas y de represión policial. Además, los comentarios de los chicos puntualizaban sobre la causa judicial y se veía a una nena de entre 6 y 8 años diciendo “hijo de puta” repetidas veces ante la imagen de Chabán. ¿Chicos con los pies en la realidad o chicos sobreexpuestos? Eleonor Faur, consultora de Unicef, enfatiza: “Que los chicos sean escuchados y que opinen sobre situaciones que los interpelan o los afectan cotidianamente no es malo en sí mismo. Sin embargo, hay que ser cauteloso para que no asome el riesgo de una ‘pseudo participación’ que muestra una importante manipulación del discurso de los niños. Es muy distinto escuchar a una chica o a un chico argumentando sobre una situación que escucharlos repitiendo clichés probablemente asimilados del discurso de los adultos que los rodean”.
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