Viernes, 12 de agosto de 2005 | Hoy
MODA
Christian Dior, ese hombre que en 1950 volvió a bañar en glamour la moda femenina endurecida por la posguerra, cumpliría 100 años. En Normandía se conmemora su decisiva influencia sobre las pasarelas, los colores (¿quién no adora el rosa Dior?), los perfumes los objetos de deseo (suntuoso) con una muestra en su casa natal. Aquí, a la distancia, nos conformamos con evocarlo.
Por Felisa Pinto
Hace poco se inauguró una exposición de homenaje a Christian Dior en su centenario, situando el evento no en París sino en la que fue su casa natal, Les Rhumbs, una bella residencia de la Belle Epoque edificada sobre el mar, en Granville, Normandía. El tono rosado de sus muros, dicen, fue el color justo que predominó en sus colecciones de moda mucho después, cuando impuso el llamado rosa Dior, pálido y liviano en oposición al que Schiaparelli bautizó rojo shocking, luego de la Segunda Guerra Mundial. Y mientras las flores de su jardín normando, mezcladas a otros aromas compusieron las notas predominantes de sus perfumes, casi tan célebres como sus vestidos, aún hoy, cuando todavía es posible encontrar un frasco de Diorissimo, por ejemplo, en algún anaquel perdido de una tienda de free shop en algún aeropuerto que se precie de elegante, exhibiendo la caja del envase de Diorissimo precisamente teñida de tono rosa Dior. Allí se encierra una sabia mezcla de muguet y jazmín, probablemente robados del jardín de los Dior en Granville.
La ceremonia y la pompa merecida con que se inauguró la exposición del centenario estuvo a cargo del amo mundial del lujo actual, Bernard Arnault, propietario de la etiqueta hoy en día que fuera fundada en l946, ahora convertida en Grupo Dior, asimilado a su vez al que se denomina LVMH, dueño de la suntuosidad y de marcas como Vuitton, Moet Chandon, Loewe, Tag Heuer, entre otras. Los seguidores y representantes de las celebradas etiquetas acudieron a festejar el centenario de Christian Dior y también la historia de su etiqueta, “un bello ejemplo de lo sublime con lo monetario”, coincidieron sus organizadores. En realidad, el modisto fue un creador que supo romper con su tiempo innovando en la moda hasta su muerte, en l957, durante un viaje a Italia. Seguramente su corazón no resistió tanta vida sobresaltada en la moda y sus cambios, igualmente perennes, durante algo más que una década.
Doble vida
En l956, el propio Dior, que se autodefinía como un hombre tímido y conservador, había titulado a su biografía Christian Dior et Moi, que reflejaba precisamente tanto su vida de soñador y esteta como sus logros en las finanzas, al tiempo que creador. La marca nació con estruendo en sus salones de la Avenue Montaigne el l2 de febrero de l947 y de inmediato fue celebrada y apoyada por la poderosa Carmel Snow, directora del influyente figurín Harper’s Bazaar y quien bautizó a la nueva línea de ropa como New Look. La famosa silueta consistía en marcar el talle de avispa, redondear los hombros pequeños de una chaqueta corta y ensamblar con una falda confeccionada con muchos metros de tela cuyo dobladillo se detenía a mitad de la pantorrilla, enfundada en medias color hueso. Los zapatos estaban diseñados exclusivamente por Roger Vivier para la etiqueta y eran un tipo de escarpín, con punta afilada y taco fino. El más emblemático fue el par que Dior hizo forrar en tela con estampado pied-de-poule en blanco y negro, idéntico al frasco de su perfume Miss Dior, lanzado al mismo tiempo.
Las flores fetiche de su jardín normando fueron nuevamente la base de la fragancia, pero también la forma de las faldas del New Look. Como decía el propio modisto en el catálogo de la exposición: “Dibujé mujeres-flor, con hombros suaves, pecho generoso, cintura de junco y faldas tan amplias como un torbellino de pétalos”. En esa misma idea-fuerza trabaja John Galliano, quien hoy diseña la colección de alta costura para la etiqueta: “Comparto su amor por la naturaleza y la belleza del cuerpo femenino y sobre todo el deseo de que muchas mujeres florezcan. Me siento honrado de estar cuidando sus flores y de cortar brotes nuevos, cada temporada”.
Camino a la fama
En l938, el joven Dior había empezado a forjar su estilo. Trabajó entonces con el gran Lucien Lelong, siguiendo con otro grande de la costura, Robert Piguet, hasta l945. Fue en ese momento que decidió formar su propia marca al recibir un empujón suculento del más importante grupo textil de París: Marcel Boussac. A partir de allí Dior fue considerado una figura clave del siglo XX en el ámbito de la moda opulenta y suntuosa, que algunos consideraron exagerada, inmediatamente después de la guerra. Consagrado mundialmente por la revista Time de EE.UU. ocupó la nota de tapa con su foto y grandes tijeras en l957, poco antes de su muerte. Entre otros documentos, también puede verse en la exposición de Granville una vitrina poblada con sus frascos de perfume de diversas épocas: desde Diorama creado en l949, hasta Diorissimo (l956) y a los que se suma el flamante Miss Dior Cherie, fechado en el 2005.
También es interesante observar otros fetiches, como la agenda del propio modisto detenida en su última anotación: “l3 de octubre, l957, salida para Italia”. Sin sospechar que en ese viaje moriría de un infarto en el balneario de Montecatini, el 24 de octubre de l957.
En cuanto a la ropa exhibida, se ha recurrido a los archivos de los museos de Kioto, el del Metropolitan de Nueva York, además del propio de la casa Dior de París.
El famoso toque Dior se pudo ver y apreciar en Buenos Aires, a comienzos de los años ‘50, cuando la representante de la etiqueta en la Argentina, Elena Artayeta, organizó el primer desfile importado directamente por Dior a Buenos Aires, en el hotel Alvear. La casa envió a tres mannequins francesas y a la argentina Kuka, que trabajaba en la maison de París. Tuve el privilegio de verla desfilar, casi sin tocar el piso de la pasarela del Alvear, como era su estilo. Allí se la aplaudía con su pelo negro lacio y corto que nunca cambió hasta hoy, enfundada en las diversas versiones del New Look, toda una novedad despampanante en Buenos Aires. Además de muy difíciles de copiar por las modistas.
En los años ‘80, otra argentina, Sara Rubaja, fue la representante y licenciataria de Dior en Buenos Aires, más precisamente en la Recoleta. Allí vendió y reeditó en su taller de La Plata los modelitos –que elegía de cada colección de la firma en París–, mientras viajó puntualmente durante años para satisfacer a las fans de la etiqueta entre nosotros.
La exposición Christian Dior, homme du siècle permanecerá abierta hasta el 25 de septiembre en el museo y jardín de la casa del modisto, situada en Granville, Normandía, Francia.
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