Viernes, 12 de agosto de 2005 | Hoy
ENTREVISTA
La cubana Rina Pedrol Troiteiro arribó a Buenos Aires para hablar de su especialidad: las consecuencias bioéticas de las novedades científicas en materia de clonación humana. Aquí, una perspectiva distinta, básicamente por un detalle que no se suele atender al hablar de poder y laboratorios: la mirada latinoamericana
Por Luciana Peker
Si usted cree que Snuppy es el perrito de orejas negras que alguna vez fue parte de un perruno merchandising infantil, evidentemente se quedó en el siglo XX: Snuppy es el primer perro clonado oficialmente en el mundo y lleva por nombre las siglas del Seoul Nacional University, donde también el año pasado ya se clonaron embriones humanos. A esta altura, hasta la oveja Dolly está por jubilarse de pionera. Mientras, hay científicos oportunistas que anuncian –sin comprobantes– que ya hay tres seres humanos nacidos a través de técnicas de clonación caminando entre nosotros. En Estados Unidos, el presidente George Bush se opone, por motivos religiosos, a todo estudio con células madre, aun a las investigaciones que puedan contribuir a encontrar remedio a distintas enfermedades como Alzheimer o Parkinson. ¿Puede haber posturas intermedias entre un caos científico exitista y comercial y posturas religiosas que le hacen la cruz a todo avance? ¿Puede existir, desde Latinoamérica, una postura propia sobre manipulación genética? “Sí”, contesta la bióloga cubana Rina Pedrol Troiteiro, integrante del Comité de Bioética de la Universidad de La Habana.
“En Cuba no estamos en la absoluta negación sobre los avances científicos. Creemos que se va a poder llegar a tratar enfermedades como Parkinson, la diabetes, que afectan gravemente la calidad de vida y tienen un gran impacto en el ser humano. Por eso, no podemos prohibirlo todo. Hay que dejar espacio a que esas investigaciones se hagan, pero sí hay que encauzarlas. Nuestra postura es: ni un no absoluto, ni un descontrol”, asienta Rina, de visita en Buenos Aires, invitada por el Instituto Hannah Arendt, para dar la charla “Manipulación genética en humanos: implicaciones bioéticas”.
–¿Cómo son las leyes en Cuba sobre clonación e investigaciones genéticas?
–En América latina casi ningún país ha legislado sobre este tema. En Cuba hay algunos lineamientos, pero no una ley. Cuba se ha pronunciado en contra de la clonación con fines reproductivos, pero a favor de permitir la manipulación de embriones para la terapia génica. Aunque esto no implica crear embriones exclusivamente para este fin, sino utilizar embriones resultantes de otras técnicas que no han sido utilizados, como, por ejemplo, embriones de nuestros institutos de fertilización que no hayan sido implantados para fertilización in vitro. O, como en Cuba el aborto es legal, esos embriones también se pueden utilizar para la terapia génica. O sea, los embriones eliminables pueden ser aprovechados para estudios de terapia génica, que consiste en conocer los genes que están involucrados en alguna enfermedad y tratar de introducir una variante correcta de ese gen que elimine la patología o, al menos, la compense.
–En Corea del Sur anunciaron la clonación de embriones humanos diseñados especialmente para la investigación terapéutica. ¿Su parámetro ético es distinto?
–Yo personalmente estoy en contra de crear embriones para manipularlos. En Cuba está prohibido. Ahora esto no quiere decir que estas opiniones sean perdurables. Pero, a la luz de las concepciones actuales, no creo que haya ninguna justificación para hacer un embrión o un bebé por encargo.
–¿Cree que se puede llegar a la clonación de un ser humano o que quienes dicen que ya hay seres humanos clonados están mintiendo?
–El clonaje desde el punto de vista metodológico y científico es posible. No tengo absoluta seguridad de que se haya logrado, pero sí tengo seguridad de que es posible, aunque falte poner a punto alguna técnica. Y esto atenta contra la autonomía de ese ser humano que está fabricado por el deseo de otros. Por eso, les tengo temor a los nuevos dioses y, en este nuevo mundo, hay quienes buscan convertirse en nuevos dioses tomando como bandera la ciencia y el progreso y con afán de protagonismo, de ser Premio Nobel, o famosos que quieren ser considerados genios por ego o intereses económicos. Por ejemplo, Severino Antinori (un polémico médico italiano que se hizo famoso cuando logró que una mujer se convierta en mamá a los 64 años) ahora dice que está clonando gente en un yate en aguas internacionales. Quizás Antinori es sensacionalista para lograr clientes y repercusión. Pero la clonación no es inverosímil. Por eso hay que evitar que la ciencia se convierta en algo monstruoso.
–¿Tiene temor del resurgimiento de una fantasía pseudo-nazi de crear una “raza superior”?
–Puede haber quienes estén pensando en este proyecto y eso puede ser peligroso. Pero no tengo tanto temor porque no va a ser posible la puesta en práctica de esta ideología de crear genios que se conviertan en la elite del mundo. No creo que se puedan crear niños genios porque la base genética –que podría ser manipulable– no es tan influyente sobre la inteligencia. Además de sólo imaginármelo, ¡qué pedantes!...
–¿Qué piensa de la postura de George Bush, que se opone a toda investigación con células madre aun con la oposición de los enfermos de Alzheimer o Parkinson que tienen fe en los efectos de estos avances sobre su salud?
–Bush es una persona muy compleja, no le importa estar matando gente en Irak, ni estar torturando presos. A mí eso me parece incoherente con la fe cristiana. No sé qué lo motiva a prohibir estas investigaciones, quizá sea que simplemente no sean los consorcios que lo apoyan a él.
–Según él, Dios da la vida, Dios la quita.
–Pero él se cree un poco Dios porque él también la quita. Yo no pondría la mano en la candela, como decimos nosotros, de que nadie en Estados Unidos esté investigando sobre clonación.
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