Viernes, 13 de septiembre de 2002 | Hoy
CINE
La actriz española Mercedes Sampietro vuelve a demostrar, en “Lugares comunes”, su carácter dramático. Desde Madrid, donde está ensayando una obra teatral, Sampietro cuenta que desde que le ofrecieron leer el guión de la película supo que aceptaría: “Con Aristarain, la hubiese hecho con los ojos cerrados”.
Por Moira Soto
Aunque la película
suma –entre otros– los nombres de Federico Luppi, Arturo Puig, Carlos
Santamaría, Valentina Bassi, Osvaldo Santoro, y aunque su personaje es
un poco satélite del protagónico masculino, la actriz española
Mercedes Sampietro se roba muchas escenas de Lugares comunes con la luz de su
mirada, la nobleza de sus recursos expresivos, la transparente honestidad de
su labor. En esta coproducción recientemente estrenada, Sampietro es
Liliana, hija de españoles exiliados en nuestro país después
de la Guerra Civil, casada con Fernando, un profesor de Literatura tan progre
como ella pero más cascarrabias, que acaba de ser jubilado de prepo.
Una visita teñida de malentendidos al hijo que vive con su propia familia
en Madrid y el canje de un departamento –que Liliana heredó de sus
progenitores– por una chacra en Córdoba signan el devenir de esta
pareja, con ruido de fondo de la cada vez más grave crisis argentina.
Mercedes Sampietro, actriz de extensa y diversificada carrera en cine, teatro
y TV, ha sido vista localmente en films de Pilar Miró como El crimen
de Cuenca (1980), Gary Cooper que estás en los cielos (1981), Werther
(1986, no estrenada comercialmente, pero vista por cable) y más recientemente
en Las huellas borradas (1999), de Enrique Gabriel, también con Luppi.
En estos días no pudo viajar a Buenos Aires para la presentación
de Lugares comunes, la última realización de Adolfo Aristarain,
porque está ensayando en Barcelona una pieza de próximo estreno:
Sábado, domingo y lunes, de Eduardo De Filippo (“una tragicomedia
coral, llena de humanidad, donde por un momento todo es de un dramatismo terrible
y después aquí no ha pasado nada...”). En algún lugar
de su inconsciente familiar, Mercedes se encuentra al hacer esta obra con sus
lejanos ancestros: “Está claro, el origen de mi apellido es italiano.
Indagué un poco y me enteré de que sus portadores vinieron a España
hace muchísimos años, se fueron en el siglo XV o el XVI a guerrear
a Nápoles y se quedaron un tiempo. Probablemente, en ese entonces eran
San Pietro, pero cuando vuelven a la península española acaban
llamándose Sampietro...”.
La historia de su personaje en Lugares comunes ha hecho reflexionar a M.S. sobre
“lo poco y nada que se ha investigado, escrito, filmado sobre los exiliados
republicanos en la Argentina, en México. Casi no hay referencias, es
un tema silenciado que me parece indispensable que se destape. Es tan importante
como todo el período de la Guerra Civil, sobre la que se han hecho pocas
películas contándola de verdad; fíjate que una de las que
mejor reflejan esa etapa está hecha por un inglés: Tierra y libertad,
de Ken Loach... En la historia de estos exiliados, tan numerosos e importantes
para la cultura, hay un filón con el que a mí me gustaría
comprometerme; ojalá se haga una buena película entre España
y la Argentina”.
Mercedes Sampietro se declara ferviente admiradora del cine y el teatro argentinos,
y aunque no había trabajado anteriormente en nuestro país(salvo
en una gira que la llevó a actuar en el Cervantes), dice que ha tenido
“la suerte de estar junto a los mejores intérpretes argentinos:
por ejemplo, en teatro con Alfredo Alcón en La vida del rey Eduardo II,
de Marlowe, o con Miguel Angel Solá en Julio César, de Shakespeare,
y por supuesto, con Federico Luppi en Las huellas borradas, película
española sobre un tema tan doloroso para ustedes como el de la apropiación
de niños”.
Confianza ciega
–Con esa estima que manifestás hacia nuestros actores y nuestro
cine, casi no hace falta preguntarte cómo recibiste la propuesta de coprotagonizar
la nueva película de Aristarain.
–Pues nada: me llamaron de la productora y me dijeron que Aristarain quería
mandarme el guión para que interpretara a uno de los personajes. Como
puedes comprender, ahí directamente ya me desmayé, porque desde
que vi Tiempo de revancha –película magnífica por muchos
motivos– hace muchos años, soy una absoluta admiradora del cine
de este director. Debo decirte que yo ya había trabajado con él,
tuve una participación pequeña en un capítulo de la serie
“Pepe Carvalho”. De modo que me emocioné muchísimo ante
la sola propuesta. Luego me mandaron el guión y me encantó, pero
ya me daba igual, la hubiese hecho con los ojos cerrados. Filmar con Aristarain
para mí era un lujo y ya había aceptado en mi corazón,
antes de leer el guión.
–¿Te produjo inquietud el tener que trabajar en nuestro país,
dado el agravamiento de la situación que se produjo en el curso de este
año?
–Me daba mucha pena, claro, desde que venía viendo las noticias
en el diario y la televisión, y lo que se decía era tan triste.
Cuando viajé en abril, esta terrible tragedia ya había acelerado
su marcha. Todo se agudizó, lamentablemente. Noto este cambio tan desfavorable
porque es la cuarta vez que viajo a tu ciudad, y la he observado en distintas
etapas. Pero lo de ahora es muy penoso, superó todos los presagios...
–En Lugares comunes, tu personaje de origen español, además
de ser la esposa de Luppi, trabaja como asistente social en barrios pobres.
Aunque esa veta solidaria no está desarrollada desde el guión,
queda claro su compromiso social.
–Bueno, Fernando y Liliana, los dos tienen ese pensamiento. Creo que se
entiende perfectamente cuál es su ideología, su talante, su manera
de ver la vida. Me parece que hay pinceladas que lo muestran sin mayores explicaciones.
Son un par de progres sinceros y coherentes, que no han perdido esa sensibilidad.
Es cierto que, como tú dices, queda un poco desdibujada mi actividad
social, no se ahonda en este aspecto de ella porque la película se interna
en otras situaciones. Quizás te puedas preguntar por qué esta
mujer no insiste más, por qué no hay mayores referencias a su
ocupación. Pero, claro, si se contara por ese lado, sería otro
relato. Tal como la presenta Lugares comunes, conocemos su personalidad, sus
intereses, a qué se dedica, se sugieren sus inquietudes, y punto. Es
que la historia se centra en Fernando, el personaje de Federico. Probablemente
ella, después del final, ha de volver a ese tipo de actividades, me parece
inevitable. Pero mira, hablo de la película y me muero de impaciencia,
no he visto ni una imagen... No te puedo decir la ansiedad que me provoca saber
que se estrena allí esta semana y que yo no puedo estar. Porque tú
puedes conocer lo que has hecho, pero en el cine dependes de tantos factores
que escapan a tu control...
–Si bien vos sos evidentemente más joven que Luppi, tu personaje
está más cerca de la edad de él de lo que suele ocurrir
con las parejas de galanes otoñales tipo Sean Connery, Harrison Ford...
–Hombre, si tengo un hijo de la edad de Carlos Santamaría no puedo
ser veinteañera, ¿no? Estoy de acuerdo contigo en que suele ocurrir
esadisparidad con las parejas de actores maduros, pero no es el caso nuestro.
Y por otra parte, era hora de que sucediese, ¿no? Más allá
del detalle de la edad, yo te quiero decir que fui muy feliz en ese rodaje,
todos los que estuvieron allí saben que es así. Fui a la Argentina
a quedarme dos meses, no conocía a casi nadie salvo a Luppi, no sabía
cómo iba a ser el elenco, el equipo técnico... Y fue todo tan
hermoso, hubo un clima tan cariñoso, me hicieron sentir tan bien, me
parecieron tan buenos profesionales, con esa sensación de confianza que
te da un director que sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. Me siento
muy agradecida por los días que pasé en tu país.
Una sombra luminosa
–Y a estas gratificaciones seguramente has de sumar el hecho de que estabas
haciendo un personaje con el que podías identificarte.
–Mucho, mucho. Coincido con él en tantas cosas aunque, como decíamos,
en el guión no están demasiado nítidos los detalles, qué
le pasa, por dónde va. Lili es un poco la sombra de Federico, está
siempre presente, cercana. Yo al principio me preguntaba qué definiría
a esta mujer, cuáles eran los rasgos de su carácter. Pero Aristarain
lo tenía todo muy claro y me ha ayudado mucho.
–También es cierto que se da una complementación entre el
discurso en off del marido, que incluye y describe a Liliana, su calidad de
persona. Y desde luego, está tu actuación, lo que comunicás
a través de una mirada nublada, de pequeños gestos.
–Espero que sí. Afortunadamente, lo que describes me parece muy
cinematográfico. Yo creo que, sobre todo, Lugares comunes es una historia
de amor basada en la lealtad entre dos personas que además se mantienen
fieles a sus principios, aunque se trata de personas diferentes, con mundos
diferentes, que viven cada uno por su lado, aunque se necesitan. Se necesitan,
se aman, se adoran... En la película hay momentos en que, frente a la
misma circunstancia, Fernando y Liliana reaccionan de formas opuestas, aunque
en el fondo piensen semejante. Me parece muy interesante como descripción
de una pareja.
–En el caso de la discusión de Fernando con su hijo en el bar, cuando
el padre se exalta y se pone muy hiriente, lo tuyo es difícil de manejar,
porque comprendés los dos puntos de vista.
–Por suerte, Liliana tiene un temperamento menos extremista, pero a los
dos les cuesta enfrentar la situación de encuentro con el hijo, sus diferentes
intereses. Creo que la película es muy sincera al mostrar ese choque
inevitable en vez de un reencuentro idílico. Los padres no pueden con
el mundo que ha creado para sí el hijo, y lo primero que hace Fernando
es discutir de una manera brutal, intolerante. Yo pensaba: esto para Liliana
tiene que ser insoportable, por más incondicional que sea de su marido,
porque también se trata de su hijo. Y es muy indirecto lo que tengo que
hacer como actriz, estando en todo, comprendiendo las razones de los distintos
enfoques, aunque no los comparta totalmente, tratando de limar asperezas sin
ejercer presión. Es de mucha sutileza, sabes, porque a Liliana no la
vemos participar activamente, aunque padezca interiormente. Mi trabajo consistía
en hacer ver sus sentimientos, sus emociones, a veces incluso en segundo plano.
Ay, perdona mi reiteración, pero ya no resisto más mis deseos
de ver Lugares comunes. Creo que es una película en la que no se ha hecho
ninguna concesión para facilitarle las cosas al público, ni para
manipular sus sentimientos. Me parece que esta actitud del director da hondura
y verdad, evitando cualquier connotación demagógica.
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