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Viernes, 13 de septiembre de 2002

¿Vamos al baño?

¿Qué escriben las mujeres en los baños públicos? El graffiti no es de exclusiva incumbencia masculina.En las puertas de los baños de bares, facultades,
estaciones o bibliotecas, quedan rastros, mensajes.
Silvana Castro es, además de bibliotecaria, alguien que toma nota de esas leyendas sanitarias.

 Por Marta Dillon

Este es un mensaje para mí. Hoy la vida no tiene sentido, me quiero morir. ¿Volveré a ver este mensaje?” Si esta mujer volvió al baño de la Biblioteca del Congreso, ya no dejó rastros como la primera vez. No es posible saber si eligió el silencio de su marcador azul conmovida por la cantidad de respuestas unidas por flechas a su mensaje. ¿O será suyo ese “gracias” que se pierde al final de la puerta, ahí donde las piernas dobladas suelen hacer equilibrio para que la ropa no toque el piso? Es mejor adivinar un final feliz para esa desesperación que se anotó en la pared descascarada y pringosa de un baño público, sería una manera de dar sentido a quienes se tomaron el trabajo de decirle (escribirle) a esa mujer anónima que la vida es bella, que el valor está en las pequeñas cosas, que “todas alguna vez nos sentimos así: no estás sola, querida”.
¿A quién se le ocurre permanecer más de lo necesario en esos lugares que amenazan con bacterias, infecciones, líquidos ajenos, restos de la condición femenina? ¿Quién lleva el marcador preparado junto con los pañuelos de papel cuando va al baño? “Todas dicen que no, que nunca jamás escribieron en las paredes del reservado de mujeres. Pero todos los baños están escritos. Hasta los más prolijos y pulcros suelen ser garrapateados por el impulso comunicacional de una mujer que no encontró otra manera de expresarse.” Silvana Castro tampoco escribe en los baños, pero desde hace tres años su obsesión ha sido meterse en ellos no sólo para atender sus necesidades biológicas sino para registrar todo lo que esas paredes tienen para decir. Otros coleccionan mariposas, estampillas o cajas de cigarrillos; esta bibliotecaria de 40 colecciona graffitis escritos por y para mujeres. ¿O hay alguien más entre esas cuatro paredes?
Aquel mensaje en el baño de la Biblioteca del Congreso, su lugar de trabajo, fue el despertador de la curiosidad de Castro. Cada vez que la necesidad se lo exigía, ella corría, más puntual que otras veces, al reducto en el que empezó a permanecer, lápiz y papel en mano. Y empezó a notar que ese mensaje autodirigido no era el único que merecía respuestas solidarias. “El baño público suele convertirse en una suerte de foro de libre expresión o de interrogación, un confesionario, una tribuna de denuncia. Funcionan como un espacio marginal que da cabida a aquello que el sistema formal de transmisión de ningún modo alcanza a cobijar.” En el baño se habla (se escribe) de lo que afuera se calla, eso piensa Castro y es buena parte de su interés en los graffitis sanitarios. En ese lugar se escribe (se habla) con la impunidad que otorga el anonimato.

Yo soy la que no sabe que hacer no me decido por nada lo quiero todo.
(Biblioteca del Congreso)

Como cadáveres exquisitos, las frases anónimas se completan con otras creando diálogos en los que Silvana Castro cree ver “la ambición borgeana de componer una literatura poblada de textos anónimos que sólo se produzca a través de sucesivas lecturas y donde todo autor sea necesariamente un lector”. Puede parecer ambicioso, pero ahí están las puertas y las paredes para dar cuenta de múltiples ambiciones que sólo se despliegan en secreto. Y también para poner en común dudas tan tormentosas que necesitan algún punto de fuga:

Chicas: amo a un pibe que tiene novia y además es drogadicto. ¿Qué hago?
(ya me lo moví varias veces)
–Dejalo ir (por la novia) no porque se drogue, la única solución es tocar fondo. Dejalo ya porque vos te vas a hacer mierda.
–Tratá de ayudarlo, si no acepta tu ayuda, lo mejor que podés hacer es alejarte. ¡Suerte!
–Si el pibe te trata mal, mandalo a la mierda; pero que se drogue no es nada malo, así que pensalo, yo seguiría. O probala, que te va a gustar.
(Ciudad Universitaria)


En su recorrida, la coleccionista fue notando la particularidad de estos foros según su ubicación. En el baño de la Facultad de Medicina de la UBA, por ejemplo, “la mayor parte de los graffitis son preguntas referidas tanto al orgasmo como a la contraconcepción. Yo suponía, tal vez mal y prejuiciosamente, que esos temas estarían zanjados en un lugar como ése”. Tal vez alguien más pensó que ese tipo de lugares serían los adecuados para encontrar respuestas a esas preguntas. En la Facultad de Sociales, en cambio, lo que predominan son largas reflexiones sobre las relaciones humanas, sobre todo –de más está decirlo– la de pareja:


¿Cómo se hace para olvidar, dejar de lado una historia vivida con una persona? ¿Cómo hacer para dejar de ver en él un compañero y amante, y ver sólo un amigo? Lo extraño, necesito respuestas, yo.
–Sólo se consigue intentándolo una y otra vez. A medida que pase el tiempo se tiene que hacer más fácil y evitá estar mucho tiempo con él. Suerte.
–Es la primera vez que escribo en un baño. supongo que me llegó mucho lo que leí, lo que puedo decir es que SIEMPRE se sale, siempre, sólo tenés que dejar que tu duelo llegue bien abajo, que roces el fondo para después poder (de a poco) salir a flote, tiempo, sólo el tiempo arrasa con todo, por eso llorá, sufrí, pero tené la certeza de que por algún lado está lo bueno esperándote...

Quien hace una pregunta sobre la puerta de un baño público sabe que conseguirá respuestas. Es posible hasta imaginar una conducta adictiva en esa persona empeñada en registrar su paso por el mundo, como si dejara piedritas en el camino para saber por dónde volver. Un espacio en blanco frente a los ojos mientras llega el alivio de lo que se ha retenido es una tentación tan impostergable como el motivo que obliga a entrar al baño. “Un baño nuevo o remodelado, en una estación de servicio, por ejemplo, demora en recibir inscripciones, como si profanar el antro equivaldría a operar sobre alguna virginidad”, dice Silvana que ha esperado como una cazadora que esas paredes lisas tengan algo que decir. Una vez quebrada lo que Castro llama con sorna “la angustia de la pared en blanco”, los graffitis se multiplican. “La razón está escrita también en el mismo lugar; en el baño de un bar de Barracas, alguien muy emocionada escribió: ‘Este es un espacio de expresión verdadero’”, cuenta la coleccionista. En ese mismo sitio, casi contestando la valoración de las superficies verticales, otra inscripción hace un llamado a la creatividad: “Hay que renovar los graffitis. Estos son viejos”. Aunque también podría interpretarse como un pedido de pintura blanca a los dueños del bar. Cuestión de puntos de vista.
Por el tono de los mensajes, tal vez por esa manía tan adolescente de querer dejar una impronta en todos lados de esa identidad que aun no se conoce, podría pensarse que quienes escriben en los baños de mujeres son siempre chicas con sus cartucheras escolares repletas de instrumentosaptos. Sin embargo, para Silvana Castro ésa no es una regla; ella ha auscultado baños elegantes en lugares no aptos para adolescentes y los mensajes siguen apareciendo, tal vez en rouge, apuradas declaraciones de amor que quizás nunca lleguen a destino. O que tienen un destinatario inesperado.

Este es un mensaje para mi hermana: me acosté con tu marido.
(En un restaurante)

Según la recorrida de Silvana Castro, que no se detiene aunque haya compilado tanto material que espera editarlo en un libro, las estaciones de servicio suelen estar colmadas de advertencias para las congéneres. “Tal vez porque son lugares impersonales por los que circula una gran cantidad de gente sin compartir ninguna pertenencia.”

Si lo conocen a Mariano, un taxista flaco con barba y pelo teñido, no le den bola: es puto y se levanta minas para llevárselas a tipos que se lo curtan a él.
(Eg3, Almagro)

Escribir, confesarse en un baño, tiene a favor, además del anonimato, la fugacidad. Aun cuando se haga una pregunta, no hay por qué volver por la respuesta. Algo se descargó en ese lugar y después es posible caminar más ligero. Pero en otro extremo es difícil imaginar un lugar más apto que éste para buscar solidaridades en temas áridos: por los baños públicos circula siempre gran cantidad de gente. Así, el baño aporta a las discusiones o a las preguntas planteadas por escrito un elemento más: la diversidad. Cual grupo de autoayuda, el baño devolverá un igual aun para los que creen que su tragedia privada es la única en el mundo.

Tengo 35 años y nunca estuve con nadie así en la intimidad. Encima soy gorda, fea y tengo malhumor. ¿Qué puedo hacer para conseguir novio?
–Tengo 23 años y me pasa lo mismo que a vos. Soy grande. Pero lo que decidí hacer es no preocuparme más, disfrutar de mis amistades y de mi libertad, mejorar mi imagen y desarrollarme en otros aspectos (buscar trabajo, que me vaya bien en la facu). No gano nada sufriendo. ¿Te ayudé en algo?
–Te juro que me pasa lo mismo, me siento totalmente anormal por no encontrar mi otra mitad.
–¿Existirá el hombre ideal? Yo no lo creo, por eso me hice trola.
–Si vivís atormentada buscando, nunca vas a encontrar. Viví la vida, ya llegará.
–Para que te quieran, tenés que quererte a vos misma. Así de simple, aunque cuesta.
(Facultad de Ciencias Económicas)

Como textos mutantes, en constante transformación, las paredes de los baños dan cuenta de las angustias, las preocupaciones y también de pequeñas estrategias que las mujeres utilizan para relacionarse. “Una modalidad irreemplazable –dice Castro– que con belleza y horror modifica sus contenidos y conserva sus formas, enseña aspectos ocultos, casi siempre secretos e indecorosos de una vida que, como los baños mismos, atrae y apesta al mismo tiempo.”


Hola: necesito un consejo, no sé qué hacer. Estaba re-bien con mi novio,
pasó lo que tenía que pasar, los dos la pasamos re-bien y a la semana me
dejó. Estoy destrozada porque lo amo con toda mi alma. ¿Qué hago?

Una manera anónima de poner el grito en el cielo, aunque sea en el cielorraso.

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