Viernes, 26 de octubre de 2007 | Hoy
POLITICA
Una mujer será presidente –¿o presidenta?– a partir de diciembre. Lo más probable es que su nombre se conozca pasado mañana. Hasta entonces hay tiempo de revisar de qué manera las candidatas –y algún candidato– pusieron en juego la identidad de género a la hora de buscar votos,a qué imaginarios apelaron y qué dice esta campaña, en definitiva, sobre la sociedad que somos. He aquí un espejo posible para mirarse antes de entrar al cuarto oscuro.
Con su andar sosegado y los discursos de buen vecino arrebatado sólo por el sentido común, Roberto Lavagna es, sin embargo, el que más claramente ha sucumbido a la tentación: fue el único candidato que apeló abiertamente al argumento de género... con sesgo negativo. Los afiches le otorgaban el beneficio de la duda, pero el lema ya era raro: “Argentina tiene con qué”. Podía, tal vez, referirse a las reservas económicas, a la posibilidad de crecimiento, inclusive a una posible reserva moral, pero no. El spot radial en el que habla el propio candidato disipó toda posibilidad de doble lectura. Promete allí una disminución de los impuestos sobre los alimentos (tema tan caro al sentimiento nacional en épocas del boicot al tomate), y remata como sugiriendo el inicio de un debate que, en realidad, es una chicana mal disimulada: “Señora de Kirchner, ¿qué hará usted?” “¿Con qué?”, ¿era nomás un argumento anatómico?
El sondeo del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano que hizo foco en el sesgo sexista, con vistas a las elecciones, fue claro: al menos para las y los electores porteños, las mujeres que circulan por el mundo político son “débiles”, “inexpertas” y “faltas de autonomía”. ¿Qué se espera de sus discursos? Que hablen de “la integración de la mujer, los valores morales y la familia”. Aun más: el 74% de las personas que respondieron a esa investigación dijo buscar atributos específicos de las mujeres en campaña: ellas deben “demostrar inteligencia” (30%), “ser pacientes para tolerar enfrentamientos” (14%), “aprovechar las cualidades que derivan de su papel de madres” (13%), “exhibir decisión” (10%) y “explotar su apariencia física” (9%). Históricamente, al menos en Argentina, los consultores y analistas políticos coinciden: plantear cuestiones de género opera negativamente ante el gran público ciudadano.
Elisa Carrió aglutina a su alrededor a mujeres de conocida profesión de fe feminista, que se desparraman en listas para poderes legislativos y ejecutivos de distintos distritos. Junto a una líder cada vez más conservadora (en estos días renovó su oposición al aborto, abjuró del discurso feminista que supo sostener), hay mujeres que no rechazaron el feminismo como herramienta de poder público, como la historiadora Fernanda Gil Lozano (integrante del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras; una de las tres directoras de Historia de las mujeres en Argentina), candidata a diputada nacional, y María Eugenia Estenssoro (directora de Mujeres & Cia, en su época de los ‘80 y también en la menos afortunada, de principios de los 2000), que encabeza la lista por las senadurías nacionales.
A Carrió, los destinos electorales le facilitaron quedar asociada a Fabiana Ríos, la primera mujer elegida gobernadora, porque revistaba en el ARI, y con Margarita Stolbizer, candidata bonaerense de la Coalición Cívica. En la presentación de su fórmula, Stolbizer hizo declaraciones filofeministas: “el presupuesto actual (de la provincia de Buenos Aires) profundiza la desigualdad y victimiza a las mujeres”. (Carrió acotó en la misma presentación: “Somos dos mujeres con carácter, no autoritarias”.)
La secunda, además, quien fuera responsable de uno de los proyectos de despenalización del aborto que más polvareda levantaron en la Cámara de Diputados (su propuesta coincidió con el tratamiento de la que luego sería la Ley Nacional de Salud Reproductiva), hace menos de dos años. En su carrera como candidato a vicepresidente de la Coalición Cívica, el actual senador Rubén Giustiniani se comprometió a impulsar “una ley de paridad” que garantice la presencia de un 50% de mujeres y un 50% de varones en cargos de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. (También declaró: “Si el siglo XIX tuvo a los trabajadores como factor dinámico, el movimiento de mujeres representó en el siglo XX el empuje a la rueda del progreso”, aunque no quedó del todo claro qué podía auspiciar eso para los próximos años.)
La otra mujer candidateada para la presidencia cuenta en su haber una serie de iniciativas asociadas a las demandas del movimiento de mujeres. Integrante de la coalición que formaron el MST y Nueva Izquierda, Vilma Ripoll presentó en la Legislatura dos proyectos que, finalmente, lograron aprobación: la ley de igualación de licencias para todas las trabajadoras municipales y la de licencia y apoyo escolar para madres y padres adolescentes. Presentó otras dos iniciativas que no prosperaron: la de reglamentación de los abortos no punibles y la del cupo que establezca una paridad real (50% mujeres y 50% varones) para los cargos electivos locales. Además, participó en el Encuentro Nacional de Mujeres que se realizó en Córdoba hace dos semanas. No es la única política de su coalición que aspira a un cargo en las próximas elecciones: seis mujeres (mayormente docentes y gremialistas) van como primeras candidatas a diputadas nacionales por diferentes distritos (ciudad de Buenos Aires, Tucumán, Entre Ríos, Chubut, La Rioja), y una se postula para gobernadora en Mendoza.
En su apelación a las votantes, Ripoll ha recurrido directamente a cuestiones de género y reclamos feministas: “Para lograr una verdadera educación sexual, una salud reproductiva efectiva y la despenalización del aborto es evidente que no podemos contar con Cristina ni tampoco con Carrió. Por eso a las mujeres que quieran defender nuestros derechos de género las llamo a que el domingo nos acompañen con su voto”.
La tan mentada transversalidad se hace red de redes sociales cimentadas en una identidad de género en cuanto a apoyos de mujeres a Cristina Fernández de Kirchner. Coinciden, por ejemplo, dos grandes grupos: la Red de Mujeres Solidarias, liderada por Cecilia Merchán (que por su trabajo allí fue llamada para coordinar desde el Ministerio de Desarrollo Social el Programa de Fortalecimiento de Derechos y Participación de las Mujeres “Juana Azurduy”), y el Movimiento de Mujeres Evita, que encuentra su referente nacional en Paula Lambertini. Mientras que la primera llegó a un espacio de gestión a partir de una identificación partidaria y de género, la segunda se hace fuerte desempeñando el papel de aglutinante de militancias, supuestamente de base, que reivindica también la perspectiva de género (para defender a la candidata, un comunicado del MME declaraba que “las críticas se concentran en su condición de mujer”).
Desde que el PRO la revalorizó como espacio para interesar a votantes de niveles socioeconómicos medios y altos, Internet es un mundo aparte, especialmente teniendo en cuenta que las encuestas señalan a esos sectores como los más esquivos a Cristina Fernández de Kirchner. Un sitio lleva adelante la “cibermilitancia” cristinista apelando a la identidad de género: nosotrasconcristina.com rescata la candidatura como “un hecho histórico que denota un cambio de mentalidad y un cambio en las formas de hacer política”. Este blog (que esta semana triplicó sus visitas diarias y llegó a las 1500) demuestra su apoyo publicando entrevistas que la estudiante de Ciencias Políticas María Sol Tischik realizó a diputadas, senadoras, funcionarias, deportistas y ciudadanas. El sitio también aprovechó el Día de la Madre para sumar adhesiones: proponía que sus visitantes enviaran una entrevista a una “madre argentina” para publicarla “junto a referentes nacionales como Hebe de Bonafini, Patricia Vaca Narvaja, Cristina Alvarez Rodríguez”.
A lo largo de su carrera política, Fernández de Kirchner ha pasado de un ninguneo casi total del feminismo (en 2005 declaró a Newsweek que reconocer al feminismo exigía dotar de categoría política al machismo, por lo que no creía “en el feminismo como un ejercicio militante”) a una actual reivindicación de demandas de género ya consolidadas. A fines de agosto, por ejemplo, en el seminario “El sufragio femenino en América Latina” afirmó que la ley de cupos “fue una buena idea” a partir de la cual “la mujer dio un salto cualitativo”, pero que ahora “el gran desafío” es “acumular poder político de modo tal que haya un trabajo previo” al diseño de listas que incorporan candidatas sólo para cumplir con la ley.
Cristina Fernández de Kirchner, al igual que Carrió, optó por una campaña televisiva con piezas basadas en dejar que otros hablen por ella. Aquí, ciudadanas y ciudadanos vienen representados en distintas clases sociales, edades, lugares de residencia y situaciones (laborales, domésticas, de ocio, familiares) en la historia de Dolores Argentina, el larguísimo spot (roza los tres minutos) que incluye apoyos de Estela de Carlotto, la Tigresa Acuña y David Nalbandian, entre otros. Pero además de esa historia de la nena (que remata con un “¿sabés lo que es tener una Argentina que crece todos los días un poquito?” sobre la imagen de la candidata), hubo otros tramos de la campaña más aderezados por la música que anclados por la imagen. De eso se trató, por ejemplo, la cumbia liviana y jovial con que finalizó el acto de lanzamiento de su candidatura: “Porque ella dice siempre la verdad/ porque ella tiene fuerza y dignidad/ Argentina vota el cambio una vez más/ Cristina ganará/ oh, Cristina K/ Cristina ya/ porque el pueblo es su gran preocupación/ ella pone su coraje y su pasión”. En las canciones dedicadas a varones políticos, ¿también se menta la pasión?
En el spot televisivo del lanzamiento de Carrió, un locutor en off decía: “Hay una mujer que dice que sí se puede. Y junto a esa mujer hay un hombre”. Luego llegó una serie de spots, que todavía pueden verse en tv, protagonizada por diferentes representaciones de ciudadanas y ciudadanos, con aspecto clasemediero, que se dirigen directamente al espectador: cuatro varones (uno de unos 20 años, otros dos de unos 50) y dos mujeres (una de unos 20, otra quizá treintañera). La apelación a las minorías queda a cargo de uno de ellos, sordomudo, que se comunica por señas y aparece subtitulado (“muchas minorías vamos a hacernos escuchar”). Una de las mujeres invocaba a sus congéneres desde la maternidad responsable (“sos mamá, ya no podés darte el lujo de votar así nomás. Nace tu hijo y sin decirte una sola palabra te pide que pienses en el país que le vas a dejar”); la otra revaloriza su juventud al volverla sinónimo de voluntad de cambio. Aparece, sí, una mujer más, sólo que en boca de un varón peligrosamente cercano al estereotipo del macho argentino: “la mujer –-dice– tiene un sexto sentido, viste... eso dice mi señora y vota a Lilita. Yo, por llevarle la contra, he votado a cada uno...” (La seguridad ciudadana quedó a cargo de otro de los varones, lo mismo que la lección de historia).
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