Viernes, 4 de julio de 2008 | Hoy
MEDIOS
Como una serpiente que se come la cola, los medios reflejan la sociedad en la que se producen, pero a la vez refuerzan los modelos estáticos de esa misma sociedad. Así, quienes producen y quienes consumen información saben a qué atenerse, sitúan un horizonte para las aspiraciones posibles. ¿Y cuál es el lugar de las mujeres en este círculo imperfecto? Hagan lo que hagan, siempre serán madres, hijas o esposas; siempre se podrá hacer alusión a su estética, contadísimas veces serán expertas en cualquier cosa que no sea arte o cocina. La mayoría de las veces serán víctimas.
Por Verónica Engler
Un rápido paneo sobre los medios locales —gráficos, radiales y televisivos— muestra que los varones son los que mayormente están al frente de las noticias: como autores de notas y delante de cámaras y micrófonos. También son ellos los que suelen protagonizar el menú noticioso de cada día por amplia mayoría. Y todavía se habla de “crímenes pasionales” y poco, muy poco, se escucha la palabra “femicidio” en boca de conductores/as o periodistas.
¿Qué se dice en los medios de las mujeres? ¿Qué dicen las mujeres en los medios? Mucho, muchísimo, por acción y omisión. “Hace unos meses un informe del noticiero hablaba de la enfermedad que padecen todas las mujeres... ¡la celulitis!”, ironiza Adriana Amado Suárez, directora de la licenciatura en Comunicación Social de la UCES e investigadora y docente de la Universidad Nacional de La Matanza. “Curiosamente ningún noticiero dedicó tanto espacio y énfasis a explicar el derecho a la ligadura de trompas o a un método anticonceptivo. Al punto de que es necesario, meses después de su implementación que se deba emprender una campaña publicitaria. ¿Y la información de interés público? Este es un buen ejemplo para ilustrar cómo se trata diferencialmente la información cuando se refiere a la mujer como protagonista real”, sintetiza la especialista.
Las organizaciones de mujeres denuncian desde hace décadas el sexismo que impera en los medios. En el libro Las palabras tienen sexo. Introducción a un periodismo con perspectiva de género, las periodistas Sandra Chaher y Sonia Santoro advierten sobre el vacío de formación que todavía prepondera entre periodistas, algo que indudablemente alimenta este espectro mediático (presente, con diferentes matices, en todos los rincones del planeta) machista y misógino que reduce a unas, y también a otros, a esos roles que hace rato huelen a naftalina.
Con la idea de empezar a generar cambios, hace un par de semanas la diputada santafecina Alicia Gutiérrez (del Frente Progresista-ARI) presentó en la Cámara de Diputados de su provincia un proyecto destinado a implementar en las carreras de Periodismo y Comunicación Social de Santa Fe las cátedras de Género y Derechos Humanos. Gutiérrez fundamentó la presentación “en las profundas implicancias que tienen el lenguaje de los medios en la sociedad toda, los que proveen relatos con interpretaciones deliberadas del entorno”, señala en el escrito.
“Nuestra comunidad merece que el tratamiento de los hechos que generan interés público sean difundidos con mayor sensibilidad, sin caer en mensajes sexistas u homofóbicos que afirman viejos estereotipos y cercenan libertades y derechos humanos de las personas”, reflexiona la diputada.
En 1995 la Asociación Mundial para la Comunicación Cristiana lanzó el Proyecto de Monitoreo Global de Medios (GMMP, por sus siglas en inglés), la investigación sobre género más extensa que existe: se realiza en 76 países (entre los que se encuentra Argentina), sobre alrededor de 13 mil noticias de televisión, radio y diarios. Desde entonces se llevaron a cabo relevamientos quinquenales. En el último informe realizado por el GMMP, que es de 2005, se indica que sólo el 21 por ciento de las personas que figuran en las noticias son mujeres. Si se consideran los informes anteriores, de los años 1995 y 2000, se puede apreciar que el escenario prácticamente no ha variado en la última década y media: en el primero las mujeres eran protagonistas del 17 por ciento de las noticias y cinco años después sólo habían sumado un punto. “En el período entre monitoreos se trabaja en cada país en las recomendaciones”, cuenta la periodista y teóloga argentina Claudia Florentin, coordinadora en el Cono Sur del GMMP e integrante de la Coalición por un Radiodifusión Democrática, una iniciativa que aboga por una nueva legislación que reemplace a la decretada durante la última dictadura militar. “Es de esperar que en el 2010 veamos cambios significativos, aunque no los hubo del 2000 al 2005. El general global da un tres por ciento de aumento de presencia femenina como sujeto de las noticias. Los valores que más han subido, comparativamente, son los de las mujeres en rubros como reporteras, especialmente en Arte y Economía, en los que los aumentos son superiores al 6 por ciento”, indica.
Claro que cantidad no es calidad, ¿verdad? Tal vez ese veintiuno por ciento de las que aparecemos en las noticias lo hacemos en forma singularísima. Tal vez no sólo figuramos como madres buenas y abnegadas dispuestas a dar su opinión. Tal vez también podemos ser las expertas (abogadas, médicas, taxonomistas) que siempre tiene que haber en cualquier información especializada que se precie de tal. Tal vez seamos algo más que minas sensibles que sólo pueden dar su visión “emotiva” sobre los acontecimientos. Tal vez también podemos pensar junto a los señores que, racionales por naturaleza, suelen brindar sus sesudas reflexiones sobre la realidad.
Pero no parece ser el caso, por ahora. “Actualmente se sigue hablando de las ‘mujeres asesinas’ cuando en la realidad son autoras de crímenes en una mínima proporción y, a la inversa, no se tipifica como grupo a los ‘hombres asesinos’”, señala Amado Suárez. “Las mujeres en los noticieros siguen siendo vecinas indignadas, maestras, mujeres que caminan en el shopping. No hay un reflejo de la participación de la mujer en ámbitos de decisión o en profesiones no tradicionalmente relacionadas con la mujer. Los opinadores siguen siendo en su mayoría hombres.”
Otra cuestión a destacar es que las mujeres que son sujetos de noticias suelen ser identificadas el triple de veces que los hombres por su condición familiar. En nuestro país el 30 por ciento de las damas recibe tratamiento como esposa, hija o madre, mientras que sólo el 7 por ciento de los caballeros es catalogado como marido, padre o hijo. “Incluso cuando ocupan cargos de autoridad, como voceras o expertas, las mujeres no escapan a esta identificación con la familia. De esta manera, mientras los hombres son percibidos y valorados como individuos autónomos, la posición de la mujer es estimada como derivada de su relación con otros. La autoridad de una mujer, entonces, proviene no tanto de su propio ser autónomo sino de esas relaciones”, analiza el informe.
La periodista Norma Loto —miembro de la Junta Directiva de la sección Cono Sur del Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y el Caribe (SEMlac)— insiste en resaltar que la mayor presencia de mujeres en los medios no produce necesariamente un cambio en los temas elegidos ni en la forma de tratarlos. “El hecho de que haya más mujeres periodistas en los medios no significa que todas ellas tengan conciencia de género. Además, los medios contribuyen al proceso de legitimación de los valores dominantes en los cuales el varón es la medida de todas las cosas. Por eso, a pesar de que hay más mujeres periodistas en los medios, la decisiones sobre la agenda y el enfoque de las noticias no las toman ellas, sino que su trabajo se desarrolla en un ámbito que está sujeto a las reglas culturales”, resalta.
Ante este panorama, la diputada Alicia Gutiérrez considera que “promover los derechos humanos desde las cátedras debe llevar como propósito la formación de promotores de discursos que igualen, que enriquezcan y contribuyan al respeto por las diversidades, evitando la naturalización de los estereotipos de hombre y mujer. Reconocer que hay discursos dominantes y que son reproducidos y a veces generados por profesionales de la comunicación es un punto de partida para comenzar a cuestionarnos y reflexionar sobre la perversa utilización de un discurso que excluye, discrimina, jerarquiza y sostiene las inequidades del sistema a través de los relatos mediáticos”.
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