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Viernes, 4 de julio de 2008

PERFILES

“Respirar el mismo aire es insoportable”

María Alicia Noli es jueza y trabaja para el sistema judicial de su provincia, Tucumán. ¿Por qué se excusó de integrar el tribunal que en un mes juzgará, mediante audiencia pública, a los represores Bussi y a Menéndez por crímenes de lesa humanidad? Porque ella misma es querellante: pelea por el esclarecimiento de la desaparición de su compañero Enrique.

 Por Maria Mansilla

desde Tucuman

Las cejas se levantan y las bocas suspiran. Eso pasa cuando se la nombra, entre gente sensible a la defensa de los derechos humanos, a María Alicia Noli en Tucumán. Es jueza, siempre trabajó en los tribunales tucumanos excepto cuando se instaló en Santiago del Estero para integrar la Corte Suprema que acompañó la intervención provincial. Asesora al grupo de Abogados y Abogadas del Noroeste Argentino en Derechos Humanos y Estudios Sociales. Enseña en la Facultad de Derecho, y no le hace falta dar cátedra en su familia: su hijo Juan Pablo es un reconocido reportero gráfico y su hermana Elizabet es del equipo, junto a Susana Trimarco, de la fundación María de los Angeles.

Desde que se recibió, María Alicia Noli puso su formación profesional a disposición de su vida privada: buscar justicia, a capa y espada, por la desaparición de su pareja. “Cuando tenía 24 años ya era abogada y mamá reciente: ahí lo secuestran. Si bien no era tan inocente como para no interpretar en qué marco se daba todo, el quiebre que se produjo en mí fue muy fuerte. No sólo en lo humano, también en lo profesional. Cuando te recibís estás llena de ilusiones, y que te pase algo tan grosero te hace saber que en lo que creías no existe. A pesar de que en ese momento sentía que me pasaba por encima una aplanadora, nunca dejó de importarme emplear mis herramientas para la búsqueda de justicia. Incluso siempre sentí un compromiso más genérico: emplearlas para cambiar la sociedad, para hacer un mundo más justo”, asegura.

Por su cargo, a la jueza Noli le correspondería integrar el tribunal de juzgamiento que en un mes, el 5 de agosto, tendrá –por fin y por primera vez aquí– a los represores de la última dictadura militar Antonio Domingo Bussi y a Luciano Benjamín Menéndez en el banquillo de los acusados, acusados de la desaparición de Guillermo Vargas Aignasse, que fue senador provincial.

¿Lamenta no integrar el tribunal?

–Por una cuestión básica del derecho penal no puedo juzgar a mi enemigo, porque si me preguntan qué querés para él, obviamente ya lo he condenado.

¿Cómo recibe el juzgamiento la sociedad tucumana, que siguió apoyando la carrera política de Bussi tanto como la de su hijo Ricardo?

–La sociedad tucumana es exitista, y como el partido blanco ha perdido bastante, no tiene el acompañamiento que tuvo en los ’90.

¿Qué participación tendrá usted durante la audiencia oral?

–En las funciones de un tribunal hay una administrativa que es permanente, y no hace centralmente al juzgamiento. En el plano ese voy a estar, y es probable que entre a la sala en algún momento y los vea a Bussi y a Menéndez sentados. Trato de enrollar todo lo personal, toda mi emocionalidad, incluso hasta mi presencia, no quiero incomodar al tribunal, no quiero entrar y no sé, que me dé una crisis de nervios. Una vez, cuando a Bussi lo llevaban al tribunal federal, yo sabía que pasaba a una cuadra y temblaba; fue horroroso lo que sentí, horroroso. He tenido un interregno en la función judicial tucumana, y en ese tiempo tuvo que ir a declarar y yo estaba en la puerta entre las diez personas que le gritaban: “¡Asesino! ¡Asesino!”. No podemos estar en el mismo lugar respirando el mismo aire, es insoportable. Entonces, si en función de la tranquilidad del desarrollo de la audiencia tengo que estar en mi despacho, mejor.

–Pero justamente el juicio oral es para eso: para que la sociedad, y más las personas afectadas, acompañen y vean que eso está, por fin, sucediendo.

–Sí, encima yo he seguido cuanto juzgamiento andaba por el mundo. Pero en ese lugar tengo que tener un perfil bajo, no puedo anteponer mi propio goce.

–¿Tiene algún colega, en el país, en su misma situación?

–Desconozco. Pero en esta composición judicial es probable que alguien más tenga una historia parecida. Antes, todos debían favores, habían sido nombrados en la dictadura. Es más, el fiscal de la cámara de apelaciones de Tucumán, Hugo Colombres, que se fue hace cinco años de la Justicia, cuando en el 80 y tanto iniciábamos la querella él se excusaba diciendo que no podía participar en la causa porque el teniente Menéndez lo había honrado con su amistad.

–Muchas veces se dijo que las compañeras de los desaparecidos no acompañaron demasiado en las acciones posteriores.

–Sí. Lo que pasa es que éramos tan jovencitas que los mismos organismos, las madres y abuelas, para protegernos, decían: “Que a ustedes que no se las vea”. No es que no hayamos participado. En lo personal, en medio de la hermosa historia de amor que vivía, me marca fuertemente el secuestro y la desaparición de Enrique. Lo que me salva es mi hijo, me ha dado energía para que no me deprima tanto. Mi reacción fue decir no les voy a dar el gusto, a mi hijo no lo van a quebrar y a mí, del todo, tampoco. A él siempre lo voy a proteger, a él le voy a decir, más o menos, la vida es bella.

LAS OTRAS DESAPARECIDAS

–En Tucumán hay casos emblemáticos para el movimiento de mujeres: las víctimas de la trata, el asesinato de Paulina Lebbos. ¿Cómo evalúa el tratamiento judicial?

–El tema de la vulnerabilidad de la mujer en Tucumán se ha visto de una forma fuerte sobre todo con estos denominados “homicidios emocionales”. Ponerles el término “emocional” es atenuarlos de entrada. Lo doloroso es la falta de reacción de los órganos de la administración pública pero principalmente de la justicia. Es impresionante: en la mayoría de los casos de violencia doméstica, digamos, había habido denuncias previas. Por otro lado, el de la trata de personas se está descubriendo en los últimos años. También hay una falta de preparación terrible, y lo grave es que puestas en conocimiento todas estas circunstancias profundizan el riesgo en vez de colaborar. En los años que llevo en la justicia provincial jamás llegó una causa bien armada cuando se trata de la denuncia de una mujer.

¿Entonces?

–Hay en la Justicia mecanismo que va a ir permitiendo que las organizaciones que tienen su defensa o acompañamiento pueden presentarse en estas causas y hacerse oír. Me parece un recurso interesante para, incluso, frente al tribunal, remarcar los aspectos que han estado descuidados. No sólo cuando la mujer ha sido víctima sino también cuando ha sido acusada de un delito y las cuestiones que pueden venir desde lo femenino justifican su situación.

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Imagen: Adrián Pérez
 
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