DEPORTES
Fieritas
Cecilia Rognoni es una de las figuras de Las Leonas,
elegida este año la mejor jugadora del mundo. Apenas llegada a Buenos Aires, todavía confundida por el cansancio, la popularidad y el asedio periodístico, habló en esta entrevista cómo de a poco la imagen fuerte de las jugadoras de hockey va asimilándose a una nueva feminidad. Y contó que, como cábala, para alejar el fantasma de las lesiones, todas usaron bombachitas coloradas.
Por Gabriela Raimondi
Cecilia Rognoni juega al hockey como ninguna. Su condición deportiva la llevó a ser elegida, este año, la mejor del mundo. Mujer fatal dentro y fuera de la cancha, debajo de su notable personalidad, fuerte y dominante, esconde un lado sensible y de total feminidad: “Juego un poco con eso de la imagen imponente que doy cuando estoy en un partido, pero en realidad afuera no soy así. De hecho Diego, mi novio, me tiene bastante cortita”. Y para quien sólo la ha visto con ropa de entrenamiento o camiseta celeste y blanca, ella acusa: “Me encanta arreglarme, usar vestidos y polleras. Me gusta verme bien, me siento bien con mi cuerpo”. Y agrega: “Aunque a veces me digan ‘qué tubos’ o ‘gamboa’, yo ahora estoy más contenta con mi físico que cuando tenía 18 años”.
El living silencioso del departamento de su amiga Paula es el lugar elegido por Cecilia para descansar del sonido telefónico constante que retumba en su casa desde el momento en que el lunes aterrizó en Buenos Aires: allí se refugia al menos unas horas para estudiar y dar los últimos exámenes de su carrera, Turismo y Hotelería. Con pocas horas de sueño, festejos en familia, entrevistas y libros encima, se escuchan sus pasos agotados subiendo una larga escalera mientras habla por su celular y saluda dejando caer sobre la mesa todo lo que trae a cuestas. “En mi casa me quieren matar. Mi hermana y mi mamá no paran un segundo. Entre la gente que se acerca y el teléfono que no para de sonar todo es una locura, pero me encanta, es enorme el reconocimiento.”
De jean, sandalias y musculosa haciendo juego, Cecilia prepara mates dulces y se pone cómoda en el sillón. “No doy más”, dice en voz baja mientras sonríe cómplice del asombro por tanto revuelo.
En Australia recibió casi 700 mails de sus fanáticos. “La verdad es que durante el Mundial pensé mucho en la gente. Me acuerdo de que en la final, en el último corner corto para ellas, la bocha pasó por al lado de mi pie derecho y generalmente si estoy bien parada eso termina en gol, pero como estaba un poco corrida el tiro se fue apenas afuera y en ese segundo que la vi pasar lo primero que se me pasó por la cabeza fue todos los televisores prendidos en la Argentina y la gente agarrándose la cabeza y me quería morir. Cuando vi que no entró, dije: ‘Si ésta no fue, el partido es nuestro’.” Y fueron campeonas, y hasta lo presagió: “Un día soñé que ganábamos 3 a 0 y otro día que el triunfo se nos daba por penales. Fue increíble”.
El color rojo sin dudas se asocia con pasión, y más cuando de una prenda íntima se trata. Una bombacha colorada fue usada por ella y varias de Las Leonas para cortar con la mala suerte de tantas lesiones. “Esa fue la cábala de muchas, y bien que dio resultado.”
–En un deporte de tanta fricción, brusquedad y roce físico, ¿se oculta de alguna manera el costado femenino?
–Creo que va en cada una. Cuando llegamos al torneo y vimos los otros equipos, nos mirábamos y decíamos: “Chicas, no es por nada pero lejos... somos las más lindas”.
Y deja escapar una carcajada. Su físico cambió de manera notable en los últimos años, adquirió más masa muscular y el entrenamiento aeróbico da cuenta de su parecido a un atleta de alto rendimiento.
–Como mujer me siento muy bien así y no puedo separarme de mi lado deportista. En definitiva es lo que soy y no me molesta en absoluto. Las pocas veces que he ido a bailar y me puse una pollera me han gritado de todo, hasta Maradona, pero ahora que los hombres se están acostumbrando a vernos y ya nos reconocen más, creo que les llamamos la atención para bien.
En primer lugar
Tanto en el Mundial de fútbol, como en el de voley o básquet masculino realizados este año, ningún equipo logró el primer lugar del podio. Bajo esta presión, Las Leonas fueron en busca de la Copa y, si bien no lo pensaron ni se lo propusieron, enmudecieron a gran parte de la sociedad machista argentina. “La verdad es que cuesta un poco más el reconocimiento a la mujer deportista. El varón se ve de otra manera, sobre todo los futbolistas. Ganes lo que ganes estamos en un país netamente futbolero y eso no lo vamos a cambiar. Yo siempre dije que sueño con el día en que las mujeres se junten una tarde a ver hockey por la tele, así como los hombres lo hacen los domingos con su deporte preferido. Pensarlo me da risa, pero sería buenísimo que se arme un ambiente así, hacer un té, mirar un partido de hockey y que cuando se acerque un hombre le podamos decir: ‘Callate, si vos no entendés nada’, tal cual nos tratan a nosotras.” Y una vez más deja escapar la risa mientras de fondo se escuchan gritos de aliento: “Olé... olé... olé...”. Cuenta Cecilia: “Es el papá de Paula... un divino”.
En su mano derecha lleva una cinta celeste y blanca. Tal como en Sydney 2000, cuando apareció la leona estampada en su camiseta y trajo la garra necesaria en un momento difícil, este lazo fue un regalo de la psicóloga del equipo, quien les apuntó que la usaran cuando necesiten fuerza. “Nelly nos ayudó muchísimo a nivel anímico y grupal. Antes de irse nos dio un rollo de cinta con los colores argentinos para cada una de nosotras. La usamos en el partido frente a Australia en la semifinal. Sentimos que era el momento preciso a destinarla.”
–¿Se dieron cuenta de que como plantel están empezando a ocupar el lugar de potencia que tuvo durante muchos años Australia?
–En este torneo sentí que grandes equipos nos tenían miedo. Justamente no podía creer las caras de las australianas en la semifinal y el ambiente de temor que percibía de parte de ellas. Yo viví la etapa en donde nos hacían siete goles y rogaba que al menos nos dejen hacer un pase. Esta vez fue increíble, se notaba el respeto tanto de ellas como de las holandesas y coreanas sobre todo. Cuando era chica y empecé a jugar en la Selección mayor, siempre nos tocaba mirar la final desde la tribuna y yo pensaba: “Qué bueno... mirá si Argentina llega alguna vez a una final del mundo”. Imaginé muchas cosas y en ese entonces veía todo muy lejano. Ahora que somos campeonas mundiales parece mentira. En el último partido estábamos muy cansadas, habíamos dejado la vida frente a Australia y no podíamos más, y yo –que soy bastante de gritar en la cancha– en un momento les dije: ‘Chicas, por Dios... es la final del Mundo’, y pensé: ‘¡Ay, mamita!’. Me agarró un miedo... muy fuerte.
Con vistas al futuro, Cecilia desea recibirse y encontrar un trabajo relacionado con el hockey y el turismo. “Siento que estoy por hacer algo importante con eso, pero todavía no diviso bien qué es. Tengo muchas ganas de seguir difundiendo y ayudando a este deporte que me hace tan feliz. A nivel personal, espero continuar mi relación con Diego, que ahora está enItalia, ya que mi idea es irme ahora a pasar las Fiestas con él y seguramente después irme a vivir a Alemania. No veo muy lejano el hecho de casarme y tener hijos.” Y cuenta una anécdota del periodismo improvisado que le ocurrió en Australia: “Estaba en una conferencia y me preguntaron acerca del próximo Mundial, que iba a tener 30 años y demás. Yo les dije: ‘Pará, pará, hasta Atenas 2004 llego, pero después quiero formar una familia’. Al otro día salió en todos lados que estaba por casarme. A ese tipo de cosas no me acostumbro”, dice asombrada, molesta y fascinada al mismo tiempo.
Luego de casi una hora de entrevista y después de haber recibido aproximadamente 10 llamados a su celular, Cecilia toma fuerzas para continuar con su ritmo agitado y cumplir con las exigencias post-campeona del mundo. Pero antes habla de ella misma: “Me defino como una persona frontal que trata de tener en claro lo que quiere. Digo lo que pienso y trato de hacer las cosas que digo. Me siento afortunada de poder representar a mi país en el deporte que amo. Me gusta la vida que elegí y si volviera a nacer, sería de la misma manera”.