Viernes, 9 de enero de 2009 | Hoy
PALABRAS MAYORES
Un libro delirante que recupera la curiosidad por la vida de los otros, el non sense y la personalidad de los ilustradores.
Vecino, vecina
Graca Lima, Roger Melli, Mariana Massarani,
Editorial Sudamericana
40 páginas
33 pesos
Si queda en la ciudad algún personaje con misterio y encanto propios de cuento tradicional, ese personaje es el vecino del departamento que vive al lado, y la vecina también, claro. Habitantes tan próximos como desconocidos, que no forman parte de la familia pero que hacen su vida a sólo unos centímetros de distancia de nuestro cuarto. No hay en este libro –que es un fragmento de intimidad ilustrada con breves notas al pie– más pretensión que la de sorprender a cada uno de ellos en plena verdad y extravagancia. El relato propone develar lo que ocurre en la casa de un vecino y en la casa de una vecina cuyas puertas están enfrentadas. Un niño funciona como elemento del azar y también como encargado de permitirse el deseo de hurgar en casa ajena. Si la cabellera de color de fuego y levitante de la señora que cuida a su nieto hacen pensar en alguien capaz de arrullar con ternura a su rinoceronte amaestrado, pues este libro revela que así es efectivamente. Si nadie puede sospechar que con esos aires formales, el muchacho joven que vive enfrente construye ciudades de papel, aquí se le dará una gran ayuda. El recurso de este libro se aprovecha de la curiosidad que despierta en los lectores pequeños y no tanto aquella persona que apenas vemos salir y entrar, de cuya casa apenas vislumbramos el color de una pared, el ruido molesto o la música, el ladrido de su mascota o los taquitos que van de un lado a otro.
En la Calle del Desasosiego, número 38, hay un edificio muy silencioso. En el departamento 101, un joven lee comics, toma café, construye ciudades de papel. No se da cuenta de que su vecina del 102 toca el clarinete, cría un rinoceronte, colecciona antigüedades. Sólo se ven de cuando en cuando, si se cruzan en el hall y se dicen buenos días y conversan sobre el tiempo. Las estampas de la vida solitaria y delirante de los dos vecinos que solo se cruzan por el azar que hace que dos puertas se abran al mismo tiempo, no quieren enseñar nada, sino simplemente dar cuenta de hasta dónde puede volar la imaginación.
El non sense, que con honestidad y habilidad se desenvuelve en este relato como en la tradición anglosajona no va a ninguna parte, es uno de los encantos de este texto recomendado por los editores para chicos y chicas a partir de siete años. Lo de poner edad de lectura a los libros es un modo de acotar con leyes de mercado a la escritura y también al consumo. Este libro excede esa reglamentación, puede leerse antes de cumplir los 7 y también mucho después.
El otro encanto es su concepción signada por la variedad de ilustradores. No se trata de un texto ilustrado sino un libro realizado por “varios vecinos”. Y eso se confirma en la contratapa, donde figura que “Mariana Massarani diseñó al vecino y su departamento; Graça Lima hizo a la vecina y a su casa; y Roger Mello, el autor del texto, se encargó de unir ambos hogares en un hall en donde se cruzan las historias, y el portero que baila con su escoba”.
Mucho más que lo que dice el texto dicen los detalles de las casas, los muebles, los colores. Y mucho más que una biografía, la aparición de los tres responsables del trabajo que acabamos de leer integra a los lectores con estos personajes nuevos, que estuvieron pensando y creando, tan cerca y tan lejos, como pasa con los vecinos.
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