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Viernes, 13 de febrero de 2009

TEATRO

Amigas son las amigas

Dos matrimonios amigos sufren un revés: el divorcio de una de las parejas. ¿Cómo siguen los vínculos? ¿Cómo se conserva la amistad? ¿Se conserva? Sobre la manera de quererse hablan las actrices de Cena entre amigos, Nora Kaleka y Cecilia Chiarandini que, con dirección de Agustín Alezzo y Lizardo Laphitz, exploran cómo sigue todo cuando todo es distinto.

 Por Guadalupe Treibel

Se sabe que nada es como aparenta, que cada pareja es un mundo, que detrás del matrimonio hay dos caras, una por integrante. Se sabe que los vínculos crecen, se achican, se rompen, cobran vida y juegan el juego de las relaciones. Se sabe que el amor es muchas cosas: una amistad, una pareja, una mascota. ¿Pero qué se sabe realmente?

Cena entre amigos, la obra codirigida por Agustín Alezzo y Lizardo Laphitz, explora lo que se sabe y lo que no. Con texto del escritor norteamericano Donald Margulis (ganador del Pulitzer por esa pieza), es el mundo todo que cruza los vínculos desde la sutileza de una mirada que no alecciona, refleja. Y, sin caer en el lugar común, precisa la ligazón de dos matrimonios amigos que, después de añares, sufre un cambio radical: un divorcio y ¿volver a empezar?

En plena cena reencuentro (Sofía y Gabriel acaban de volver de Europa), Inés (sola, sin Tomás, ¿su media naranja?) explota: su esposo la ha dejado por una azafata (no, no... una agente de viajes). La catarsis del grito y la novedad se vuelve el disparador para una serie de replanteos. Los de Tomás (Lizardo Laphitz). Los de Gabriel (Roberto Vallejos). Los de Sofía. Los de Inés. Y, con línea de puntos, los de cada personaje con el otro, en una red donde lo frágil es el amor. En especial, el amor que une la amistad.

La clave son los vínculos”, explica la actriz Nora Kaleka (Una especie de Alaska, Incendio en la nieve, Rosa Rosita Rosalinda), la Inés que reinventará su rol de mujer tras una ruptura matrimonial liberadora y, así, desconfigurará el trato con Sofía que, en la piel de Cecilia Chiarandini (Independencia, Estrellas, Credo), no sabrá cómo reaccionar.

A primer vistazo, la obra pareciera plantear dos mujeres antagónicas: una obligada a cambiar, que termina por disfrutar ese cambio; la otra, reticente a cualquier modificación, a nuevas formas de relacionarse.

Nora Kaleka: –Podrían ser dos mujeres complementarias si no se criticaran tanto, si hubiera más comprensión. Pero tienen maneras distintas de ver las cosas. No entienden que el paladar del otro puede ser diferente y nunca hay reglas fijas. Es lo que pasa cuando estás muchos años con alguien... Creemos que todos somos iguales. ¡Como chanchos!

Cecilia Chiarandini: –Es como dice la obra: Toda Sofía necesita una Inés. Y en esa necesidad hay una retroalimentación. Por eso, cuando deja de haber coincidencia, hay ruptura.

N. K.: –A veces las amistades se quedan en ese período adolescente donde todos tienen que ser de la misma manera. Te peinás para el mismo lado, usas el mismo pantalón, ves las mismas películas, te gusta la misma comida, políticamente pensás igual, veraneas en los mismos lugares. Y, a pesar de que los años pasan, te mantenés así por miedo al mundo. Con las fórmulas armadas.

C. C.: –E individualmente no te dejan romper.

N. K.: –Entonces uno se pregunta: “¿Por qué no podemos elegirnos a pesar de todo?” Siempre me ha encantado la capacidad de amor al que es distinto internamente. Hay padres e hijos con diferencias abismales entre sí y, a pesar de todo, está el amor. En la amistad, en cambio, uno tiene permiso de cortar...

C. C.: –Las dos parejas forman una familia, se eligieron para transcurrir su vida juntas, para envejecer juntas. Y, de repente, la familia unida hace ¡pum!

En la obra, la misma Inés le dice a Sofía que la familia que eligió, sus amigos, está tan destruida como en la que nació.

C. C.: –Mi personaje quiso armar algo mejor pero es más de lo mismo. ¡Sólo cambiaron los nombres! De ahí, la pelea fuerte entre las dos.

N. K.: –¡Nos encanta esa escena!

¿Ya habían trabajado juntas?

C. C.: –Primera vez.

N. K.: –Y vamos bien ¿no?. Hay una conexión entre las dos que siempre está viva. Conocemos nuestra base. Entonces, enganchamos ¡y listo!

Como comedia dramática, hay un manejo muy sutil del humor. ¿Cómo se trabajan situaciones de dramatismo con puntos de comicidad tan logrados?

N. K.: –El humor se trabaja sin buscarlo. Si hacés algo que está escrito, entendido, vivido, el peso cómico lo tiene el público, que supone la otra parte para que sea teatro.

C. C.: –Cuanto más real es la situación, mejor. Si buscás el chiste, no sirve.

N. K.: –Una vez, un analista me dijo que realmente empezás a ser gracioso cuando comenzás a hablar de vos mismo con humor.

C. C.: –Reírse de uno hace bien, es liberador.

N. K.: –Ahí es donde empieza la otra vuelta de la vida.

De alguna manera, ¿se reían de ustedes mismas en la obra?. ¿Se sintieron identificadas con sus personajes?

C. C.: –En realidad, al principio me daba igual cualquiera de los dos personajes. Cuando se repartieron y me tocó Sofía, me encantó. Porque uno busca en uno para condimentar al personaje pero no es ese personaje. Si no ¿cuál sería la gracia?

N. K.: –Hay ciertos mecanismos de coincidencia. Yo conozco lo que es guardarse algo y largarlo, que te toquen donde explotás. No hace falta que una amiga me haga lo que Sofía a Inés; esa sensación está. Igual, en los últimos años, he notado que reconozco algo de cada personaje que he hecho. Porque, en definitiva, no son tantas cosas las que nos mueven. Y en cada película o cada obra, los temas que se tocan son los humanos. Y son universales. Cambia la situación o la forma de encarar la cuestión. ¡Antes habría una máquina de escribir y ahora, una computadora!

Es que, a pesar de que cada pareja sea un mundo, la obra cruza a todos en algún lugar.

N. K.: –Depende de cada uno. Por ejemplo, gente que no ha estado casado nunca se siente identificado por la relación de amistad. Otros se identifican por la cultura del vínculo.

C. C.: –De repente, vienen personas que te dicen que pasaron por situaciones similares después de sus divorcios y la obra les removió todo. Incluso, el otro día vino alguien y se fue con un nudo en el estómago ¡porque se estaba por casar! (risas).

N. K.: –Es que la obra también habla de la capacidad de riesgo de las personas. No solamente de la pareja rota que interpretamos con Lizardo... En el caso de Sofía y Gabriel también: El riesgo también es permanecer y disfrutar de lo pequeño fundado sin criticar.

C. C.: –Lo interesante es que la obra no toma partido por ninguna de las dos posiciones.

Y aborda un tema común sin caer en lugar común. Por ejemplo, como suele darse en las ficciones que describen separaciones, Inés no se vuelve artista después de separarse ¡deja de serlo!

C. C.: –Da una vuelta más.

N. K.: –La obra da otra posibilidad. ¡Es que está muy bien escrita! (risas).

Incluso, uno pensaría que el divorcio de la pareja amiga, traería el cuestionarse de la propia pareja de Sofía y Gabriel.

C. C.: –No pasa. Porque se siguen eligiendo a pesar de todo.

N. K.: –Y eso que es difícil construir una pareja en el tiempo, con hijos, y tratar de buscar en ese mundo, un mundo. No sé si no será más difícil que romper la pareja y seguir, seguir, seguir... En nuestro caso, el personaje de Lizardo tira la primera bomba y, al tiempo, a mí me encanta; la paso bien.

Después de que Inés le cuenta a Sofía y Gabriel acerca de la separación, hay una escena donde ella vuelve a casa y se encuentra con Tomás. Pero Sofía y Gabriel quedan en el escenario, en otro plano, iluminados parcialmente, automatizados en el acto de comer y pensar. Todo pasa simultáneamente. Cecilia, ¿qué le pasa a tu personaje, a Sofía, en esa escena?

C. C.: –Sofía está preparando lo que viene. Nos quedamos con la bomba explotada; es Hiroshima para nosotros. Y usamos ese tiempo para elaborar lo que acabamos de conocer. Así, cuando seguimos, tenemos el paquetito masticado y estamos preparados para lo que viene después: la visita de Tomás.

¿Cómo fue trabajar con dos directores, Agustín Alezzo y Lizardo Laphitz?

N. K.: –Ellos lograron lo que las parejas de la obra no consiguen: escuchar al otro. Aunque no pensaran siempre igual, pudieron plantarse ¡y no volvernos locos en el proceso! Trabajaron a la par, lo que refleja el conocimiento que tiene el uno del otro.

C. C.: –Era intercambio permanente. Aunque, como todas las cosas de la vida, no era una visión única.

N. K.: –Ya había trabajado con ambos, pero esta es la primera obra que codirigen. Agustín (Alezzo) ya había codirigido una vez con mi maestra, maestra suya también, Hedy Crilla, a quien yo agarré muy mayor pero igualmente sabia.

C. C.: –Yo había trabajado con Lizardo en Independencia, de Lee Blessing, y desde 1991 estudio con Agustín en su escuela. Son mis maestros. Pero no me he quedado con el “me recibí”; siempre que tengo un hueco, me entreno. Porque todos los años descubrís emociones nuevas y es necesario perfeccionarse. Como cualquier otra profesión.

N. K.: –Todos los que hacemos esta obra tenemos una manera de ver este trabajo que es mantenerlo vivo continuamente. Cada uno, a su manera, mantiene el cuerpo y la cabeza activos y abiertos para estar siempre atentos y nunca perder las reglas del juego. Queremos jugar siempre. Y que el que pague una entrada diga: “Vi personas, no muñequitos”. Es un trabajo solidario ¡Solo no podes! Si no te miran, no se puede. Es de a dos.

C. C.: –Si se vuelve algo rutinario, no vale la pena. Sería aburrido. Aunque la estructura no se modifique, lo que le pasa a uno sobre el escenario, cambia.

N. K.: –Lo importante es que las cosas que te pasen, estén cada noche. Cuando se deposita una palabra que resuena de otra manera, cuando se cruza una emoción o una rabia. Por eso, cuando terminamos la función, hablamos de lo que nos pasa. El teatro es trabajoso y si no lo hacés con compañeros, obras o directores que te interesen, no vale la pena.

Cecilia, además de actuar en Cena entre amigos, te encargaste de traducir la obra e incluso la trajiste de Estados Unidos. ¿Cómo fue eso?

C. C.: –La leí y la traje, sí. Apenas terminé de leerla, me dije: “¡Mañana mismo empiezo a traducirla!”. Y efectivamente así fue. Una vez traducida, se la mostré a Lizardo. Teníamos ganas de hacer algo juntos; él se la mostró a Agustín y arrancamos.

¿Hubo que modificar algo para darle un toque más “local”?

C. C.: –Trasladamos los lugares de la obra a Uruguay, Argentina... Pero las situaciones no se modificaron. No hubo necesidad. El tema es universal: pasa acá, en la China, en Estados Unidos.

N. K.: –¡Y se modificó el nombre del perro! (risas)

Nora, además de actuar, das clases ¿verdad?.

N. K.: –Sí, trabajo en el Rojas en un taller de Actuación 1, de iniciación y profundización. Aparte, tengo dos cursos más. Mi mayor satisfacción es cuando los alumnos me dicen: “Lo que hacés es lo que decís”. Porque es una tarea complicada estar relajado y conectado con otro en un espacio, es difícil. Pasan los años y no se hace más sencillo. Al comienzo, hay muchos medios, hay reticencias: Qué muestro, qué no muestro. No conoces tu instrumento y no sabes cómo expresar. Podes sentir mucho pero hay una parte que tiene que trascender.

C. C.: –Y eso significa un desgaste físico fuerte que exige un entrenamiento.

N. K.: –Es un entrar y salir. Está en vos jugar con eso, como un malabarista. Hay que entrenar para que no se agote. Hay actores de 90 y pico que se suben a un escenario y la sangre les hierve. Creo que el actor profesional, cada tanto, tiene que volver a quedarse con la base. Hay que volver a primer año: ahí está todo. Es buscar juntos, haciéndote constantemente las preguntas. Y cuando, de pronto, algún alumno resuelve un ejercicio, es maravilloso. El camino del pensamiento está tan automatizado que todos necesitamos –para cada pregunta– una respuesta concretísima, no un camino abierto. Todo tiene que ser una fórmula: aprieto un botón y sale una pantalla. Y, para hacer esta tarea, para el teatro, tenés que aprender a soportar la nada. ¤

Cena entre amigos. Funciones jueves, viernes y sábados a las 22.30, domingos a las 21.30. Teatro El Duende, Córdoba 2797. Teléfono 49645710. Precio de localidades $40. Estudiantes y jubilados $20.

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Imagen: Constanza Vetraves
 
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