Sábado, 2 de mayo de 2009 | Hoy
MUESTRAS
Las esculturas de Claudia Aranovich, desde las más colosales hasta las más frágiles, aparecen reunidas en la muestra Zona de Luz, espacio para la realidad nacional, la realidad internacional y también para los mensajes del inconsciente.
Por Dolores Curia
La muestra Zona de Luz nos recibe con dos series de trabajos que se refieren cada uno a una etapa distinta en el desarrollo creativo de la escultora Claudia Aranovich. Un primer momento (y una constante presente casi desde que empezó a exponer, allá por los ‘80) reúne obras colosales, pesadas, violentas, de materiales duros y fríos: hierro, vidrio, cemento y el aglutinante clave: la resina de poliéster (material industrial de alta toxicidad que a Claudia le ofrece amplias posibilidades lúdicas con las transparencias, las opacidades y una, según ella, “improvisación jazzística” durante el proceso de producción).
La otra etapa es más calma, meditativa y coquetea con la tecnología. Otros materiales aparecen y Claudia se anima a mostrar fotos –impresas en metal– tomadas hace unos años en La Feliz que adquieren, ahora, una atmósfera costera más bien desoladora. “Con Patricia Rizzo, la curadora, queríamos que la muestra fuera una transición entre estos dos tipos de trabajos y siento que lo logramos, ya no trabajo sólo con la masa, logro cosas más etéreas y también me abro a otros medios. Vengo haciendo fotos hace años pero como soy conocida como escultora me daba mucha timidez mostrar otra faceta mía.”
En mayo del 2001, la escultora argentina fue nota de tapa de la revista norteamericana Sculpture, una publicación de culto. La nota comentaba la obra que la artista había estado gestando en residencias para la experimentación en Nueva York y California, durante una de las becas que recibió de la Fundación Antorchas. En el copete del artículo era etiquetada como “(...) mujer, judía, artista, feminista (...)” Pero ni entonces, ni ahora, Claudia se ha sentido cómoda con esos adjetivos: “Me sentía tan rotulada. Yo había introducido algunos textos en hebreo en unas obras y el editor veía en otras una impronta feminista, algo autorreferencial de la mujer, como si fuera una artista de género, no me parece mal pero yo no lo siento”.
Si bien la cuestión de género puede leerse en su obra, ésta no agota el abanico de sentidos que se desprenden de ella. Lo que algunos interpretan sólo como problemáticas de género podría entenderse como algo todavía más primario: lo orgánico, la sexualidad. Temas que reaparecen una y otra vez, ya sea desde el título de la muestra –Zona de luz se refiere a la capa del océano donde el sol penetra permitiendo la fotosíntesis y, así, la vida subacuática– como desde las obras –esculturas con forma de huevo-matriz, peceras en donde muchos dicen ver órganos humanos o la obra que nos sorprende en la entrada de la sala haciendo franca alusión a los órganos sexuales de uno y otro género. Cuando se le pregunta a la artista sobre estos temas ella contesta: “Aparecen un poco sin que yo me lo proponga. Están flotando por ahí, en el clima mientras trabajo. Como cuando uno va al psicoanalista y hay algo que emerge. Algo que está atrás de la conciencia y, de pronto, aparece”.
También lo político asoma, en parte, por una cualidad que tiene Claudia de estar en el momento justo, en el lugar adecuado. La escultora salió a recorrer Plaza de Mayo inmediatamente después del estallido de diciembre del 2001, y llamó su atención la cantidad desmedida de vidrios que alfombraban el lugar de los hechos. Eso disparó la creación de Bandera, una obra que reconstruye la insignia argentina con este material y un arma destrozada. Ese mismo año, pocos meses antes, e igualmente oportuna, había quedado varada en Estados Unidos tras los atentados, a donde había llegado por medio de una beca para continuar experimentando. A partir de ese momento, comienza un viaje surrealista por tierras yankis, esperando el momento propicio para volver al hogar. Otra obra de la muestra es Construcción sudamericana. Data del 2009 y es la más frágil de todas. Es el mapa de esta región –hecho con papel vegetal y lucecitas– que para la artista representa una “ironía sobre la fragilidad de Sudamericana en el entorno global”.
Zona de Luz podrá visitarse hasta el 25 de mayo en la sala 4 del Centro Cultural Recoleta (Junín 1930). De lunes a viernes de 14 a 21. Sábados, domingos y feriados, de 10 a 21.
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