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Viernes, 5 de junio de 2009

INTERNACIONALES

Suprema latina

Nombrada por Obama, Sonia Sotomayor podría convertirse en la primera hispana en integrar la Corte Suprema estadounidense –viejo bastión del establishment blanco y protestante– si el Senado confirma su designación. Pero, ante su intachable historial como jueza, sus detractores optan por cuestionar su inteligencia y sus expresiones públicas valorando a la comunidad latina. “Es racismo al revés”, dicen los republicanos, que de todos modos no logran sumar suficientes votos en su contra..

 Por Milagros Belgrano Rawson

Cuando a los ocho años le diagnosticaron diabetes, Sonia Sotomayor vio derrumbarse sus planes de convertirse en detective privada, como su personaje literario preferido, Nancy Drew, ícono de la cultura popular estadounidense que logró inspirar, además, a millones de niñas de ese país, entre ellas Hillary Clinton y Laura Bush. Sotomayor jamás pudo resolver los misterios que su rubia y optimista heroína dilucidaba en menos de 60 páginas, pero la jueza de origen puertorriqueño acaba de cumplir un sueño que parecía prácticamente inalcanzable. Ante la inminente jubilación del magistrado David Souter, hace unos días, Barack Obama la nombró próxima integrante de la Corte Suprema estadounidense, cargo de por vida que deberá ser confirmado por el Senado. No bien Obama anunció su nominación, destinada a agitar un poco las aguas de ese viejo club WASP (blancos, anglosajones y protestantes) que es la Corte estadounidense, los principales diarios comenzaron a indagar en el pasado de esta hija de inmigrantes puertorriqueños de clase obrera que llegaron al país durante la Segunda Guerra Mundial y cuya historia parece calcada del mítico Sueño Americano. La semana pasada, decenas de publicaciones hacían hincapié en la infancia difícil de Sotomayor, que perdió a su padre a los ocho años y que casi enseguida descubrió que debería aplicarse insulina todos los días y abandonar las golosinas. Creció en unos monoblocks del Bronx neoyorquino, y su madre, enfermera, se las arregló para mandarlos a ella y a su hermano a una escuela privada católica. Cuando terminó el secundario, ganó una beca para estudiar en Princeton, de donde egresó summa cum laude para luego especializarse en la Escuela de Derecho de Yale. Pero según la periodista Sharon Theimer, el gobierno enfatiza los costados más pintorescos de esta Cenicienta, al tiempo que intenta ocultar que su protagonista forma parte desde hace varios años de una élite de abogados que vive en los barrios más caros de Manhattan. Nada objetable para una jurista que desde muy joven logró hacer carrera en el casi inexpugnable círculo judicial neoyorquino y que gracias a sus conexiones —entre ellas el ex gobernador Mario Cuomo— se convirtió en socia de un exclusivo estudio jurídico que contaba a marcas de lujo como Fendi entre sus clientes. Pero mientras su historial de doce años como jueza federal luce casi intachable, otros prefieren concentrarse en su dúplex en la Gran Manzana y el consultorio de su hermano médico, que según la agencia de noticias AP no acepta afiliados a Medicaid, el sistema de salud para los pobres y los ancianos. Tampoco convencen sus orígenes latinos y su sexo, una cuestión que parecía saldada después de la histórica elección de Obama, pero que sin embargo continúa siendo objeto de los debates más encendidos en un país que todavía se siente incómodo al hablar de etnias y género.

Sotomayor ha probado ser una orgullosa defensora de sus orígenes: hace unos años, durante unas jornadas de reclutamiento de estudiantes de derecho de Yale, esta jueza federal acusó a un estudio de abogados de discriminar a los candidatos hispanos. Tiempo después, en una clase magistral que impartió en la Universidad de Berkeley, pronunciaría una frase que ahora se ha convertido en el caballito de batalla de aquellos que no desean verla integrar el máximo tribunal. “Esperaría que una mujer latina y sabia, con la riqueza de sus experiencias, llegue con más frecuencia a una conclusión mejor que un hombre blanco que no ha tenido esa vida”, dijo Sotomayor en esa oportunidad. Sus palabras, que sacadas de contexto podrían considerarse racistas, no resistieron los archivos del periodismo local, que enseguida las publicó entre las biografías de la jueza que pueblan la web en estos momentos. En el discurso pronunciado en Berkeley animaba a las mujeres e hijos de inmigrantes a hacer de sus diferencias “una diferencia en nuestro juicio”. Pero el viejo comentario provocó críticas entre aquellos republicanos que quieren un magistrado conservador en la Corte. “El nuevo racismo no es mejor que el viejo racismo”, declaró por estos días el ex presidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich, cercano a los Bush y a Dick Chenney. “Gingrich ama ver su nombre en la prensa y está tratando de disparar contra Sotomayor para resucitar su carera política”, indica a Las 12 Allida Black, militante demócrata próxima a Obama y académica de Historia en la Universidad George Washington. “Son los republicanos más ruidosos y no los más efectivos los que más la critican. Y este partido aún trata de encontrar su voz luego de perder la presidencia y la mayoría en el Congreso. De todas formas, muchas mujeres republicanas apoyan a Sotomayor”, sostiene Black. Según ella, el actual presidente de la Corte, John Roberts, y otro de sus integrantes, el juez Samuel Alito, “garantizan que la ideología (conservadora) y no la ley decida en muchos casos. Pero Sotomayor desafiará este orden”. Frente a las numerosas voces que cuestionan la inteligencia de la jueza —a pesar de que tiene diplomas de dos de las mejores universidades de Estados Unidos—, Allida Black indica que si Obama hubiera nominado a un hombre, “estos cuestionamientos habrían sido más sutiles. La maquinaria republicana quiere minimizar sus logros”. Ante una mujer exitosa y con buena educación “que superó varios obstáculos que muchos de sus críticos ni siquiera pueden imaginar, la reacción es `Oh, bueno, sabemos que no es realmente inteligente`, lo que significa que Sonia obtuvo trato preferencial a causa de su raza”, asegura Black. Entretanto, muchos recuerdan que Sotomayor fue nombrada jueza de Nueva York en 1992 por Bush padre. “Si era lo suficientemente buena para George H. W. Bush, ¿por qué no lo es para Mitch McConnell?”, afirmaba por estos días Mark Tushnet, profesor de Derecho en Harvard, refiriéndose al jefe de la bancada republicana que junto a sus pares deberá confirmar o vetar a Sotomayor.

En muchas de sus sentencias como jueza —en 1998 se convirtió en la primera latina en integrar una de las trece Cámara de Apelaciones del país— Sotomayor ha mostrado la “empatía” que Obama desea ver en un magistrado. “Ella escucha atentamente y con frecuencia ha sentenciado a favor de víctimas de discriminación y aquellos que (por falta de recursos) son obligados a trajinar por los juzgados federales”, decía uno de los editoriales que el New York Times dedicó a Sotomayor a lo largo de la semana pasada. “Ha mostrado muy poca paciencia ante los obstáculos de procedimiento que los jueces conservadores utilizan para alejar de los tribunales a aquellas personas cuyos derechos han sido violados. La oposición la describe como una ideóloga de izquierda, pero ella ha tomado sus decisiones cuidadosamente”, sostiene el mayor diario norteamericano. Si Sotomayor es confirmada por el Senado, se convertirá, a los 55 años, en la primera hispana y la tercera mujer en ocupar un puesto en el máximo tribunal. Su nominación ya es motivo de orgullo para la comunidad latina, que desde hace varios años representa la primera minoría de ese país. Mientras, Obama ha vuelto a dar un voto de confianza a esta comunidad al nombrar a la abogada chicana Vilma Martínez como la nueva embajadora estadounidense en la Argentina.

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