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Para la régisseuse Ana D’Anna, su credo es religión: “Di tu verdad y rómpete”, explica en palabras prestadas (de Friedrich Nietzsche). Ella, que once años atrás diera forma al circuito independiente de ópera en Buenos Aires de la mano de la asociación Juventus Lyrica, rescata –sobre todo– la sencillez, la síntesis y, claro, la emoción. “El o la cantante debe pensar antes y después de la función; durante debe vibrar, hablar de lo que le sucede al personaje como si le ocurriera a sí mismo. De eso me encargo: que no haya una alegría o tristeza prefabricada”, explica con devoción y como directora artística de la entidad sin fines de lucro con misión autodeclarada: “Ofrecer oportunidades a los artistas jóvenes, para convertir a la ópera en un género accesible para todos”. En ese sentido, acercar aria ha dado sus frutos: 59 producciones, 1141 artistas en escena y más de 100 mil espectadores en una década de temporadas.

Enemiga confesa de los clichés (“sustituye el verdadero gesto espontáneo), la labor de década de D’Anna parafrasea al Hamlet de Shakespeare: “La acción corresponde a la palabra y la palabra a la acción, teniendo cuidado de no traspasar los límites de la sencillez de la naturaleza, de dar a la virtud sus propios rasgos, al vicio su verdadera imagen, de acuerdo con cada edad y generación –ilustra la artista–. Porque todo el que se aparta de la naturaleza, por más que haga reír a la mayoría, está denigrando el verdadero sentido del teatro, que es servir de espejo a la humanidad”. Y como el arte es esquivo, D’Anna es cuidadosa al atravesar la profundidad de la emoción, ya sea con mucha o poca escenografía.

“Si existe un prejuicio y posjuicio hacia la ópera es porque se ha hecho muy mal, llena de estereotipos. ¿Por qué el tenor debe poner su mano en el pecho para declarar amor? Se trabaja con lo que el cantante es, lo que el personaje requiere, con el estilo del autor y la impronta del director musical”, asegura la mujer que recibiera la Medalla de Oro al egresar de la carrera de régie del Instituto Superior de Arte del Colón y decidiera –con compañeros y profesionales– generar un espacio alternativo de ópera.

Con esa impronta personal y la dirección musical del maestro Antonio María Russo, el comienzo de la temporada ’09 entregó un repertorio ecléctico, con títulos como Don Pasquale o Amelia al ballo y La solterona y el ladrón y roles cambiantes. Así, mientras la obra de Gaetano Donizetti contó con régie del premiado Oscar Barney Finn, los trabajos de Gian Carlo Menotti sumaron la dirección musical de Leandro Valiente. En palabras de D’Anna: “Intentamos que siempre haya una ópera contemporánea, una clásica, un romántico. Hacer una miscelánea”. Los abonados, agradecidos.

Y para lo que resta de temporada, dos grandes “esperados”: La viuda alegre”, opereta de Franz Léhar, con dirección musical de Carlos Calleja y régie de D’Anna y Gui Gallardo, y el que fuera exitazo en 2004, La traviata, traído nuevamente por Russo y la régisseuse. ¿Los elencos? Cambiantes. “Siempre tenemos dos, pero no son A y B como en los teatros oficiales. Son exactamente igual de buenos”, asegura la artista que diez años atrás juntara 21 bolsas de ramas y hojas secas para la puesta del primer trabajo de la Juventus: Don Giovanni, de Mozart. “Recién cinco años después pude hacerlo como quería: con roperos”, recuerda.

Aunque orgullosa por el camino profesional construido, reconoce ciertas dificultades: “En cada función, perdemos porque –aun a sala llena– recaudamos el 40 por ciento de lo gastado. La ópera siempre es un déficit; no sólo en Argentina sino en el mundo... por eso el Estado se encarga de apoyar. Aunque, hasta ahora, no haya sido nuestro caso. Con todo, no interrumpimos en 10 años. Es nuestra forma de querer a la Argentina”. Una verdadera declaración de amor sobre tablas.¤

La viuda alegre (Franz Lehár): sábado 5 de septiembre a las 20.30. La Traviata (Giuseppe Verdi): 30 de octubre / 1, 5 y 7 de noviembre Teatro Avenida Avda. de Mayo 1222 Localidades desde $20.