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Viernes, 14 de febrero de 2003

CURIOSIDADES

A los duendes, con amor

Después de años de dedicarse a la construcción de maquetas para diseños industriales, la arquitecta Mariana Corrales decidió crear su propio universo de miniaturas, como una invitación para esos seres mágicos que ella imagina pequeños. El resultado es una serie de objetos diminutos pero exactos que se disputan los coleccionistas.

Por Sonia Santoro

“En un mundo donde lo grande y monumental tiene un protagonismo casi absoluto, nace Gulliver, la fuerza domesticadora de lo pequeño. Objetos, formas y espacios pequeños, todo un mundo en miniatura se revela ante nuestros ojos.” Las primeras líneas del manifiesto diseñado por la arquitecta Mariana Corrales dan alguna pista sobre su concepto de muebles en miniatura, tan perfectos como los reales y tan mágicos como los personajes que los habitan.
El mundo Gulliver nació en la cabeza de Mariana. Desde hace 10 años, junto a Eduardo Serra, esposo y colega, se dedica a la construcción de maquetas de arquitectura, decoración o diseño industrial, tanto del exterior como de interiores. Un trabajo minucioso, detallista, ¡qué trabajo! “Sí -dice Mariana-, pero apasionante”. “Y a partir de las maquetas de interiores tuvimos el puntapié inicial para empezar con Gulliver. Porque tenían todo el equipamiento que un departamento en escala real puede tener, desde cocina, baño, living, dormitorio; todo estaba ambientado sólo que era diez veces menor que la escala real”, cuenta.
Con ese background de capacitación, a principios del año pasado decidió hacer casas para seres mágicos. Casi a fines de año parió la primera serie, “clásica y elegante”, compuesta por mueblecitos de estilo inspirados en la usanza de los siglos XVII y XVIII con algunos toquecitos que a Mariana le parecían “fantásticos”. Un medallón con piedras, pasamanería y labrados dorados, telas vaporosas y maderas cuidadosamente lustradas. Y está a la vista, los muebles tienen la magia de los cuentos de hadas y de príncipes.
Entre ellos hay una cocina económica dentro de las grandes cocinas de la época, un retablo religioso, un juego de comedor, una biblioteca, un juego de jardín y uno de dormitorio, todos dignos de grandes señores seis veces más pequeños que lo real. En estos muebles todo funciona: las puertas se abren, los cajones se corren, la cama tiene su colchón, su ropa de cama, las sillas son acolchadas y resisten presiones.
Como muchas niñas –por lo menos las de antes–, Mariana les hacía las casas y los muebles a sus muñecas articuladas a fuerza de conseguir cajas, cartones, meter tijera, pegar y armar. Pero Gulliver no está destinado a satisfacer el deseo de las niñas. “Lo que tiene Gulliver de distinto es que no nace para una casa de muñecas, más allá de que después el que tenga el mueble pueda hacer lo que quiera con él, pero de mi interior nace la idea de hacer casas para hadas y duendes, llevar esto a un mundo mágico. Que aquel que se conecte con un mueble, con una cama, pueda pensar que no está habitado por un muñeco sino por un ser de verdad que no se ve”, define la arquitecta. Su interés por lo pequeño y diminuto viene desde siempre. “Vos te agachás y entrás en otro mundo, en otra dimensión, eso es lo que a mí me atrae”, dice, y cómo no rememorar la película ¿Quieres ser John Malcovich? y ese mundo especial al que se accedía solo agachándose y metiéndose por un pasadizo secreto.
El proceso de construcción de la primera serie comenzó con una revisión de la historia, a partir de libros, para ver cómo eran los muebles de la época, los colores de la madera, si se usaba el dorado o el plateado. Como no son réplicas exactas, se dibujó el diseño. “Y trabajamos en maderas, como en esa época, que no había otros materiales y se lustraba a mano. Después de la etapa de dibujo de todas las piezas viene la etapa de la construcción, y la parte más divertida es cuando le das las terminaciones finales, lustrar, los brillos, las telas, la pasamanería; es como que cierra y ahí decís ‘esta está lista’”, explica.
Hacer un mueble lleva desde dos días, por ejemplo una mesita muy simple; hasta cinco días, un retablo religioso labrado. Y cuestan desde 45 pesos a500, respectivamente; precios para coleccionistas, los reales destinatarios de las series limitadas y exclusivas.
El nombre Gulliver le otorga un sentido doble a este mundo. “Uno puede ser Gulliver y mirar el país de los pequeños o puede haber algún pequeño que nos mira a nosotros como grandes”, dice Mariana. “La fuerza domesticadora de lo pequeño”, tomada del I ching, hace referencia “a que no siempre las cosas grandes son las que modifican cosas. Que a veces lo pequeño, lo que es oculto, lo que es más sensible y más delicado puede generar cambios más fuertes”, cuenta Mariana.
Gulliver recupera además la vieja tradición de los ebanistas, que hacían el mueble en pequeñito y se lo mostraban a sus clientes para ver si les gustaba antes de confeccionarlo. Tiene un servicio para diseñadores o fabricantes de muebles: crear las miniaturas de sus muebles ya sea para exponer, por el gusto de tenerlas, o para poder mostrarlas, porque obviamente son de muy fácil traslado.
Mientras evalúa los lugares posibles de exhibición de sus pequeñas criaturas, Mariana se siente como cuando uno da una mascota y quiere que la tenga una familia que la quiera. Por eso tal vez todavía busca y busca. Su deseo se traslada al mismísimo manifiesto: “Que así como Gulliver, el personaje del cuento, viajó a lugares lejanos, puedan ellos también viajar y viajar y llegar a remotos parajes en donde puedan ser guardados y custodiados por manos cuidadosas”.

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