Viernes, 4 de diciembre de 2009 | Hoy
La Ley Nacional de Educación Sexual está aprobada desde el 2006. Este año tenía que llegar a las aulas. Pero apenas se dio en algunos cursos. Y todavía falta mucho para que llegue a todas las chicas y chicos del país. Tanto el gobierno nacional como el porteño se comprometen a cumplir con su obligación de aplicar las normas nacionales y locales. Pero, por ahora, los derechos de niños, niñas y adolescentes de conocer sobre su cuerpo con información seria apenas gotea y no es un derecho real y extendido. Sin embargo, cuando les hablan claro de amor, sexo y cuidados ellos y ellas sonríen, escuchan, escriben, aprenden y festejan.
Por Luciana Peker
En el 2009 tenía que empezar a aplicarse la Ley de Educación Sexual Integral en todas las escuelas del país y, especialmente, en la Ciudad de Buenos Aires, pionera en promover una norma para que chicos y chicas aprendan cómo cuidar y disfrutar de su cuerpo. Sin embargo, no todos los alumnos y alumnas porteños tuvieron clases sobre su sexualidad. ¿Hay que tener paciencia o pretender algo más que un derrame de nuevos contenidos? ¿No se puede generar un cambio de un día para el otro o apenas se esbozan cambios para que (casi) nada cambie? ¿La ley tiene trabas políticas o el 2010 va a ser más democrático y con más clases sobre anticoncepción, preservativos, abuso sexual y cuidado del cuerpo? Para debatir qué está pasando en la Ciudad de Buenos Aires, Las12 estuvo junto a Sandra Di Lorenzo, coordinadora del Equipo de Educación Sexual del Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad; Rosa Nélida Costa, directora del Jardín de Infantes del Distrito Escolar Sexto, de Boedo; Gachy Capeletti, directora de Currícula y Enseñanza del Ministerio de Educación porteño; Martha Weiss, formadora de formadores y autora de 100 ideas para la educación sexual; Hilda Santos, integrante del equipo de Educación Sexual y María Victoria Arias, profesora de Lengua y Literatura del Liceo 11 Cornelio de Saavedra, de Villa Urquiza. “Muchos dicen que doble protección no es usar preservativo y anticonceptivo, sino usar dos preservativos”, relata Hilda, como un ejemplo de las dudas y los baches que tienen los chicos para cuidarse. Pero remarca: “Las clases aisladas no sirven, tampoco un pack de charlas sobre enfermedades que asusten. La escuela tiene que lograr que sea placentero aprender en la escuela”.
Gachy: –Si te digo que la ley se cumplió un 100 por ciento y todos los alumnos recibieron educación sexual estoy mintiendo. Pero hay escuelas que han realizado propuestas y las visibilizaron, hay docentes que se han capacitado para poder trabajar y enseñarles a los alumnos. Mientras que el Ministerio ha hecho convenios con algunas organizaciones no gubernamentales para que den talleres y charlas en las escuelas.
Gachy: –El año pasado se hizo un convenio con diez ONG para que realicen sus actividades en las escuelas porque es algo que hacían históricamente y consideramos que había que darle continuidad.
Gachy: –Hace falta un proceso más intensivo, no me cabe la menor duda. Pero estamos mucho mejor que el año anterior y tratando de darle mucho empuje. Ojalá que podamos concretar cuanto antes que todos los chicos tengan educación sexual como dice la ley.
Martha: –Yo trabajo en educación sexual desde 1984 y, en menos de diez años, no es posible pensar utópicamente que llegue a todos/as.
Martha: –Si el proceso sigue sostenido y sistemático sí. Pero eso es una fantasía. Además, hay montones de intereses encontrados. Y hay mucha gente que se beneficiaba con que la escuela no se hiciera cargo del tema porque encontraban su quintita. Ahora estamos trabajando para que no se vaya a dar una charlita, sino que se trabaje con la escuela todos los días.
Gachy: –Nosotros estamos proponiendo que todos los que empiecen a estudiar para ser maestros/as aprendan educación sexual. Las nuevas camadas de docentes van a tener formación. Es un avance.
Victoria: –Yo no puedo esperar diez años porque tengo un hijo –de seis– que eduqué sin prejuicios de género y viene de la escuela con prejuicios. Yo soy positiva en que está la voluntad, pero no les llega a todos los chicos.
Victoria: –En el imaginario de la gente impacta y muestra que la Iglesia sigue teniendo poder. El dijo que la perspectiva de género va a destruir a la familia, cuando es al revés: el machismo es el que genera violencia. Y, por ejemplo, yo en la escuela estoy efectivamente implementando la ley (ver recuadro), pero no me han ayudado. Me costó los sábados de mi vida personal pensar un proyecto. Aunque sí me dio tranquilidad que exista la ley porque antes la tenía que dar disfrazada y ahora no.
Hilda: –No se conjuga, es una de nuestras contradicciones. La erotización cada vez más temprana de los prepúberes, la pornografía, la ropa cada vez más parecida a la de los grandes. Todo el contexto los hace anticipar a una adolescencia temprana.
Rosa: –Esto es un proceso. Nosotros somos seres humanos atravesados por una biografía. Y muchas veces los docentes se sienten muy incómodos al hablar de esto. Nadie puede cambiar por decreto. En el jardín vino una capacitadora y la profesora de música formó un proyecto para trabajar el tema de los miedos. Pero tuvimos un grupo de papás que vinieron a quejarse. Por eso, muchas veces tenemos miedo.
–Es una pelota de fútbol pinchada –dice Esteban, que es tan gigante que no se entiende que no pueda dar su nombre por ser menor, pero que se lo ve más chico cuando su cuerpo alto, cubierto de rulos y de una espalda casi doblada en el pupitre del Liceo Nº 11 Cornelio de Saavedra, de Villa Urquiza, cuenta sus penas de amor–. La profesora que se lo pregunta es María Victoria Arias, un tractor en empujar que la Ley de Educación Sexual Integral se cumpla y una inventora de un programa que todavía no tiene manuales, pero sí su creatividad para proponer un proyecto propio donde la diversidad, la sexualidad, la poesía y la literatura no sólo estén escritos con tizas sino con las fibras que ella lleva para que todos y todas escriban.
“¿Qué es el amor?” es una pregunta que demuestra que la educación sexual transversal debe darse en todos los niveles y en todas las materias, no fomenta las relaciones sexuales precoces ni va en contra de los valores que pregona la Iglesia, como el amor, pero sí busca una concepción del amor, de la sexualidad, del cuerpo y del encuentro libre, saludable y gozosa.
La educación sexual no sólo está en las escuelas cuando hay silencio, como está en las familias cuando no se dice nada. “Mi papá se enteró cuatro años después que tuve relaciones sexuales”, confiesa Esteban, en una muestra de que mientras la televisión chorrea sexo explícito por un caño que baja, los tabúes siguen firmes como los platos puestos en los manteles de la mesas familiares.
Victoria pone música. “Invisible”, les cuenta ella, morocha, vestida de violeta, dulce con los chicos/as, pero decidida a que nadie la frene en su obligación de dar cuentos y poemas a través de los cuales sus alumnos puedan contar, contarle, preguntar y ella, incluso, decirles que sobre sexualidad nadie tiene todas las respuestas.
A Esteban la pregunta del amor –que Victoria organiza como un cadáver exquisito que hay que formar en el pizarrón y después ella lo sube en un blog– le duele. “Hace dos años que falleció una novia mía y recién este año pude estar con otra chica”, cuenta este muchacho que se parece a los que se ven en la televisión: rudos, borrachos, drogados, adictos, bravos, casi todos sinónimo de malos. O ganadores entre –al menos– dos chicas. Las clases de educación sexual son la mejor muestra de por qué la educación sexual integral no sólo es una obligación y un derecho: las clases deshacen los prejuicios y rehacen a una adolescencia –no naïf pero sí muuuuuuuuuuuuy amorosa– desorientada, apasionada y dispuesta a escuchar, a dar y recibir abrazos y probar con sus respuestas, e inventar sus propias preguntas antes que la imagen demonizada o súper informada que se transmite de los jóvenes en los medios y la opinión pública.
Esteban tiene 16 años y no sólo la tele los muestra ganadores (o perdedores), violentos (o santos), sino que nunca los cuenta sensibles como él se cuenta en su clase de literatura con contenidos de educación sexual. “Son cosas que duelen, pero se aprende a llevar”, dice. No dice: enseña. Al contrario de todos los prejuicios, la clase no es un barullo porno soft. Y los adolescentes –aunque Rolando Graña no lo crea– hacen algo más que vomitar. A veces preguntan, a veces enseñan.
Un camino que lo construimos juntos.
Juntar dos almas en una sola.
¡Estar llenos!
Un tren de colores.
Los amaneceres llenos de sueños
y estrellas.
Un lobo viejo.
Un fruto que todos podemos comer
escriben los chicos y chicas,
en ronda, cada uno en su papel.
¿Eso es lo que tanto asusta de que la educación sexual no sea una excepción sino una regla? Las palabras hablan de amor. Las paredes, de prejuicios. “Floggers putos” (o gallego ídem), “Mary torta” y “Faria chupa pija” está escrito donde ellos piensan sobre amores, felicidades y temores. Victoria explica: “El sentido es la creación colectiva para ver qué emociones surgen”. Sofía tiene los ojos rasgados de negro, la piel lisa y la boca provocadora y clara, pero no santa: “Todo el mundo jode con la pija, la poronga y el culo. Pero esta clase la tomamos en serio. No se trata de joda”, dice con una lengua imparable, filosa y filosófica. Pero más sensata que otras sensateces. “A veces te critican porque las paredes están escritas, pero no se fijan en los conceptos. El problema es que se critique a una mujer porque está con 20 tipos y no a un tipo porque está con 20 minas o a una lesbiana o un gay.”
Hugo resume por qué es importante la escuela como refugio. “Si hablo con mis viejos me van a decir que vengo de un repollo, pero no me van a explicar.” Mientras que Geraldine remarca: “En todas las otras clases te dicen ‘lo vemos a fin de año’ pero nunca hablamos de sexualidad, en cambio acá aprendemos sobre las diferencias de género. Estaría bueno que haya más clases de educación sexual, porque tenemos muchas dudas y Victoria es la única que nos habla”, dice. La clase termina y las clases también. Hugo reparte sándwiches porque el festejo de fin de año quedó mojado por la lluvia, las palabras no destiñen y él convida con la bandeja a cada una de sus compañeras y sus compañeros. Esa imagen también es un sello impregnado del poder de darles a los varones y a las mujeres nuevos lugares y nuevas posibilidades de escuchar y contar sin dictar cátedra sobre sexo ni clasificaciones.
“Incluso con la controversia con algunos sectores de la Iglesia, trabajamos para que se entienda que es una obligación del Estado nacional y de los estados provinciales enseñar educación sexual”, asegura Mirta Marina, coordinadora del Programa Nacional de Educación Sexual Integral, del Ministerio de Educación Nacional.
–En absoluto. Seguimos trabajando en la capacitación de los docentes. En las provincias que están trabajando por su cuenta –como Santa Cruz, Chubut, Tierra del Fuego y Entre Ríos– los acompañamos y fortalecemos y, en otras, hemos ido nosotros a formar docentes, como en Santiago del Estero y Catamarca. También llegamos a veinte provincias con un curso virtual para 1500 docentes. Hemos avanzado, además, con la educación especial. La idea es que, para nadie, la educación sexual es una opción, sino una responsabilidad de los Ministerios de Educación provinciales dar Educación Sexual Integral. También estamos elaborando materiales concretos, para todos los niveles educativos y en el Canal Encuentro van a salir micros sobre el tema. Hemos avanzado mucho en eso.
–Tenemos un optimismo fuerte en que, entre marzo y abril del 2010, va a haber una batería de materiales sencillos y con una estrategia discursiva concreta que van a producir un salto importante.
–El problema es la lentitud con que el tema va ganando espacios en las agendas educativas de todas las jurisdicciones. Estamos avanzando, pero no con la velocidad que se esperaba o con la rapidez que la ley pedía (apenas unos meses después de aprobada la norma, hace casi cuatro años, en el 2006), pero eso no era un objetivo legislativo responsable. Este es un proceso que tiene resistencias y en el que hay que buscar consensos. Ahora sí tenemos que tratar de acelerarlo y este ministerio ha demostrado que le interesa que se cumpla con la Ley de Educación Sexual Integral.
“Ser saludables sexualmente es un aprendizaje que nos lleva a valorarnos como personas, a valorar nuestros cuerpos y también a los demás. Es aprender a cuidarnos, a respetarnos, a poder decir que ‘No’ cuando no nos gusta algo o nos hace daño”, explica Liliana Pauluzzi en Ser sanas y sanos sexualmente. Pero también hay otros títulos claros, libres y sencillos como Los cambios de la infancia a la adolescencia, La sexualidad y El nacimiento de una nueva vida. Pero en muchos casos, no son sólo las palabras sino las ilustraciones –de Mariel Bianco– las que dejan a las claras una nueva forma de contar la sexualidad, sin el porno soft de la tele ni los manuales añejos. Ahí, los dibujos muestran la posibilidad de elegir qué tipo de pareja tener: un chico y una chica, una chica y una chica o un chico y un chico. Son formas no sólo de mostrar un abanico que ya existe en la realidad, sino de desacralizar palabras que en la escuela se transforman en malas (como gays) por volverse fantasmas que se repiten (entre los alumnos y alumnas) sin decir nada. Pero que no hay dudas –después de leer con cualquier chico/a un libro u observar una clase de educación sexual– que ellos y ellas sí quieren saber de qué se trata.
La editora y autora María Victoria Pereyra Rozas cuenta: “La Librería de Mujeres Editoras acaba de sacar a la venta la primera colección pensada para crecer viviendo la sexualidad de manera sana y responsable, aceptando la diversidad y permitiendo conocer temas como el género para construir un mundo menos opresivo y prejuicioso. Los libros ya están formando parte del material fundamental para conversar el tema de la sexualidad, tanto en los hogares como en los espacios de aprendizaje”.
Mas informacion:
Ministerio de Educación de la Nación: [email protected]
Dirección General de Planeamiento Educativo de la Dirección de Currícula y Enseñanza del gobierno porteño: Esmeralda 55 / 8 piso / Teléfono: 4343-4412 / email: [email protected]
Línea Mujer y Noviazgos violentos: 0800-666-8537
Línea de Asesoramiento del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: 0800-999-2727
FEIM (consultas sobre talleres de educación sexual e información en su página de Internet): www.feim.org.ar
Librería de las Mujeres (colección de libros “Mi sexualidad”): Pasaje R. Rivarola.
Teléfono: 4372-5930: [email protected] o [email protected] / www.mujereseditoras.com
Proyecto del Grupo de Educación Sexual Integral del Liceo 11, Distrito 15 (Cornelio de Saavedra): www.cuidarnosesquerernos.blogspot.com
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