Sábado, 26 de diciembre de 2009 | Hoy
DISCOS
Con disco fresquito en las bateas y planes de un tercer LP, las Kellies banderean desfachatez musical, entre giras, idiomas varios y canciones cortas.
Por Guadalupe Treibel
La diversión es cosa seria y las Kellies lo saben. Al primer acorde, vence la prórroga y hasta el más quieto se deja bailar. Es que la banda de chicas que rodea el proto-rockabilly, el pop garajero y el post-punk tiene un plan asesino: “Esta cuestión no da para más / Parece que hago todo mal / ¿Adónde vas? / ¿Cuándo volvés? / No me parece lo que hacés / Oooo Non-na non-na / Oooo Non-na non-na / Hay que matarla, hay que matarla de una vez”, cantan en el octavo track de su segundo y último disco (Kalimera), donde una killer lista para asesinar a la abuelita (gas, veneno, un accidente) juega al humor negro desde el tema corto y –letalmente– fulminante. La precisión, al orden del día. Guitarra, bajo y batería afiladísimos asfaltan el camino para que las voces comunales sean una forma de decir.
Con once canciones que promedian los dos minutos treinta, la velocidad del –ahora– cuarteto (C.K. en viola y voz, Silvina K. en batería y voz, Julia K. en bajo y voz, Josefina K. en percusión y voz) no da tregua. “This is the world of freedom, babe / Don’t search, things appear”, declara el acta “World of Freedom”, track 7 del LP lanzado el mes pasado, después de una veloz (y autogestionada) gira por Europa. “Barcelona, Marsella, París, Berlín, Holanda, Londres, Bristol”, recuenta la guitarrista. ¿El sueño alcanzado? Hacer bailar a los franceses “porque son bastante pataduras”, asegura Cecilia. Y adelanta una explicación para la buena recepción: “Se liberaron con nuestra latinidad y los desarmamos. Allá la gente está sedienta de vitalidad, de frescura y originalidad”.
Con la actitud bien up, las que alguna vez se definieran como “coristas corruptas” o “un reloj que tarda en funcionar” recibieron vitoreos del Primer Mundo. “Excelente minimal girl-punk de Argentina”, arriesgó el reconocido crítico británico Everett True; “el chabón que dio a conocer Nirvana”, aclara Cecilia K. Y agrega: “Parece que el guitarrista de Gossip también escuchó nuestra música y le encantó”. Así, el nombre del disco (“kalimera” significa “bienvenido” en griego) selló su propia suerte y barrió dudas de agnósticos.
“No hay nada como nosotras a nivel local. Que bailemos sobre el escenario no le quita seriedad a cómo encaramos la música. Es más: somos más serias que cualquier otra banda”, aclara la guitarrista. Es sólo una cuestión de actitud. Con disfraces a medida, claro. Porque, en franca tradición lúdica, la banda conserva la costumbre de lookearse para cada show. ¿Los últimos? Zombis, cavernícolas, pasta de dientes. ¿El próximo? Monjas.
También mantienen el hábito de componer en otros idiomas (con la excepción de “Nonna”). En francés, inglés, alemán o catalán, el diccionario K privilegia el sonido y adelanta temas en guaraní y... japonés. Pero ojo, que nada está librado al azar. “Quizá nos lleve a tocar en Japón”, piensa –entre risas– la guitarrista del grupo independiente que, junto a las demás integrantes, vive en la casa Kellies, en Chacarita, donde no arman la sala de ensayo porque “los vecinos se quejan mucho”.
Pero hay vida después de Shaking Dog! (2007) y Kalimera (2009). Inquieto, el cuarteto ya grabó siete temas (incluida una cumbia en portugués) para su próximo disco, con posible lanzamiento en marzo del año próximo. “Queremos algo más profundo, no tan superficial, en cuanto al sonido y la búsqueda de melodías. Queremos que se sienta, que tenga más flow, generar el beat. Dark pero bailable, rockero pero oscuro. Profundo. Para eso estamos sacando información: mientras menos pongamos, más rico suena todo”, adelanta la chica que, junto a sus compañeras de equipo, está escuchando “mucha música negra y bandas post-punk como Liquid Liquid o A Certain Ratio”.
Mientras, siguen presentando disco nuevo, adelantando temas y probando fórmulas. Como “Hit Ot Off Straight Away”, dos temas grabados en colaboración con Manuel Osorio, que ya pueden escucharse online. O un proyecto con el sello Krang Records: un vinilo de 7 pulgadas que mezclaría Dennis Bovell (productor de las míticas Slits o Madness). “Serían tres temas: uno en japonés, un rap muy cool y un tema experimental”, cuenta Cecilia. Con cuatro años al hilo tocando, no hay propuesta imposible ni escenario demasiado grande para el cuarteto K. Así no hay nonna que aguante.
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