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Viernes, 8 de enero de 2010

MúSICA

FIEBRE

El electropop se puso oscuro gracias a una sueca de otro mundo, Fever Ray, que explora la fantasía y los miedos en un álbum a prueba de termómetros.

 Por Guadalupe Treibel

Hoy más que nunca, las chicas al micrófono no sólo quieren divertirse; quieren reinventar el pop electrónico con hits sofisticados de composición propia. Y lo están haciendo, con exponentes de lo más sensacionales: Lady GaGa, La Roux o Ladyhawke, al mando. Así y todo, la unidad es simbólica porque –afortunadamente– cada una entrega propuestas bien diferentes. Y, de la electrónica opresiva y las atmósferas quebradas, el minimalismo con acento europeo se hace carne en la cara –pintada– de Karin Dreijer Andersson que la pasada primavera editó su primer disco solista, Fever Ray (tal es su alias) y se le animó al pop... no tan bailable y considerablemente oscuro.

Madre de dos, la sueca intergaláctica –de ojos azul/plateado fluorescentes– hace juego con la música nórdica que ha creado (continuando el legado de The Knife, el místico dúo que integró con su hermano Olof, banda reacia a tocar en vivo, a dar notas y con más de un premio en la estantería, responsable de “Heartbeats”, el tema que catapultó al cantautor José González). Y aun cuando muchos creían que Karin era la media naranja flojita del grupo –un títere con voz a disposición de las maquinaciones de Olof–, con Fever Ray demostró lo contrario. Así, mientras su hermano se dio de lleno a la composición de una ópera sobre... Darwin, ella apostó a proyecto solista, que ya está cosechando halagos por lo ancho y largo del globo.

“Traer un niño al mundo te fuerza a entender por primera vez lo que realmente es la vida. Cuando el hospital te informa que eres la responsable por crear y mantener esa vida, de repente te sientes más cerca de la muerte. Es una línea tan delgada...”, alega ella, en clave agridulce, para hablar de la maternidad que marcó la inocencia, los temores, su creación toda. Así y todo, dice confrontar sus miedos en la canción. Como explicó recientemente: “Me hundo en las ideas que me incomodan y permanezco en ellas durante un largo tiempo. Para cuando he terminado, ya no asustan”.

¿Cuáles son esos demonios? La soledad que la ha perseguido desde la tierna juventud. O no tan tierna. El miedo de perder las emociones. “Tener hijos lleva esas sensaciones al punto máximo”, remató la treintañera Karin.

Con una fórmula lírica que bordea la magia al estilo Las Crónicas de Narnia (con ambientación en clip acorde, aunque un tantito más dark), Fever Ray gusta tener –aunque sea– un pie en la tierra. “Al fin y al cabo, es donde vivo”, concedió a la revista británica New Musical Express. No por nada pregunta –desde la fragilidad vocal de “If I had a heart”, primer track de su disco homónimo–: “¿Alguna vez alcanzaré el suelo?”.

Con todo, cuesta entender el salto noventoso a la oscuridad electropop, cuando a mediados de la década infame Dreijer era frontwoman de “Honey is Cool”, banda que luchaba por la corona sueca del pop contra los más internacionales The Cardigans. Al parecer, la voz aniñada y –adrede– desentonada era un poco... difícil de vender.

Eso era entonces. Ahora, Fever Ray podría dar el salto mainstream. Los temas la acompañan, con detalles que hacen la diferencia. Unicos y resonantes, con fragmentos que parecen sacados de una mente de niña y detalles dignos de ser recordados, como destaca la página especializada All Music. Desde “Soy muy buena con las plantas” a “Nunca me gustó la mirada triste de alguien que quiere ser amado por uno” o “Noviembre fuma / y tus dedos se adormecen”.

A riesgo de volverse demasiado misteriosa, Fever Ray explora la música como una reina fría y freak del detalle de un mundo de fantasía. Lo hace con profundidad y gracia, con precisión y capas sonoras que la envuelven. A ella, soberana con capa, y al que escucha, con ganas de dejarse llevar por la “esencia de la vida”, que la fiebre desnuda y explora, como buena ama y señora.

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