Viernes, 22 de enero de 2010 | Hoy
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La campaña de PETA en defensa de los animales que trata a las mujeres como ballenas.
Por Graciela Zobame
Más que pobres, más que ausentes, más que minorías, los animales necesitan que alguien los defienda. Porque el animal, antes de nacer y ya desde metáfora, representa al cuerpo abyecto de la nada, de lo que no vale un acto de justicia ni de respeto. Nos tratan como animales, nos llevan como ganado, decimos ligeramente cuando queremos denunciar que no nos consideran. Mea culpa. La ley natural los reproduce, los amontona, los depura, pero esa expansión conocida como cultura, ocio, moda, hábitos alimenticios y demás cosméticas suele abusar de ellos. Los animales, aunque no tanto como para que algún día muy cercano dejen de ser ingredientes, tiene quien los defienda y entre todas las organizaciones internacionales dedicadas a esa tarea, tal vez sea PETA (People for the Ethical Treatment of Animals, Gente por el Tratamiento Etico de los Animales) la más grande y reconocida por su activismo no fundamentalista y efectivo. Ha liderado campañas exitosas para detener el uso de animales en pruebas de choques de automóviles, ha convencido a compañías como Gillette y Revlon de detener las pruebas de cosméticos en animales y ha persuadido a grandes almacenes a exigir a sus proveedores mayor bienestar para los animales que forman la industria de la carne. Es conocida mundialmente también porque se dedica a hacer campañas masivas de concientización. Afiches y propuestas estéticas son el vehículo de su rechazo a la idea del animal como objeto de propiedad y al “uso de los animales como entretenimiento, vestimenta, adorno o decoración”. El activismo de PETA se caracteriza por darle al animal una entidad moral.
Ahora, ¿será que la entidad moral es un bien tan escaso que para dárselo a los animales PETA se ha visto obligada a quitárselo a las mujeres? Si se le echa un vistazo a los mensajes educativos que están sacando últimamente podemos entender que las mujeres han pasado a ser los animales de esta historia, en aquel mal sentido de la palabra. Fotos de mujeres sometidas a un continuo photoshop, chicas con vegetales sobre sus genitales, señoritas enjauladas sin ropa alguna, bellas mujeres golpeadas y atadas en una pose plástica entre el sadomasoquismo y la tortura, caricaturas de mujeres en la playa rechonchas y cargadas de rollos apoyadas con un consejo que dice “Perdé grasa. Hacete vegetariana” intentan despertarnos de nuestro letargo, mientras hace pensar que los responsables de PETA son ahorrativos a la hora de dar entidad moral.
No digamos “los responsables”, usemos el género como corresponde, ya que la fundadora y directora es una mujer, Ingrid Newkirk, quien en su testamento ha pedido que su piel se transforme en artículos de marroquinería, sus pies en soportes para paraguas, no le ha temblado la mano a la hora de admitir estas publicidades que repiten la impronta y el mensaje reaccionario de todas las otras publicidades bastante pasadas de moda por cierto, que tratan a la mujer como a un bife de lomo o una colita de cuadril. Para defensores así, quién necesita enemigos y cuanto más veo que el progresista avanza, protege y concientiza, más quiero a mi perro.
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