Viernes, 19 de febrero de 2010 | Hoy
Basado en la novela Push, el galardonado film Preciosa apuesta a los tópicos difíciles y universales. Género, pobreza, abuso y maternidad en 110 minutos que se salvan por una bien construida red de mujeres.
A primera vista, la frase que funciona como puntapié inicial de Preciosa –film de Lee Daniels con seis nominaciones al Oscar, incluida Mejor Película– parece un chiste mórbido: “Todo en el mundo es un obsequio”, saluda –en placa– la pantalla. Pues, para su protagonista, Clareece “Precious” Jones, una afrodescendiente obesa que ha sido violada por su padre y despreciada por su madre, víctima del sistema social del Harlem del ‘87, puede que resulte difícil creerlo. En la piel lleva tatuada la suma de todos los miedos. Y sólo tiene 16 años.
Aun sin voz –mientras no hable tiene la ilusión de permanecer invisible–, su way out está en la cabeza: se imagina famosa, deseada siempre por el mismo muchacho de piel más clara que la suya, bailarina pop, cantante de gospel. Y el espejo le devuelve la imagen inventada que necesita para atravesar cada día malo (o sea, todos). A cada sartenazo de mamá, cada violación de papá, a cada mala noticia o puteada gratuita, ella responde en silencio, aunque a veces la violencia la desborde y termine una discusión con sus pares con un empujón feroz. “Por eso Dios o quien crea días nuevos”, reflexiona para sus adentros valorando la mañana, manteniéndose inalterable.
“¿Te crees más mujer que yo porque le diste dos hijos a tu padre? Sos una gorda pedazo de mierda. Tendría que haberte abortado”, le grita mamá Mary en los primeros ratos de cinta –y desde la piel de una alienada (y laureada) Mo’Nique, actriz y reconocida comediante, anfitriona de talk shows en Estados Unidos–. La contención, al tacho. La madre la cela y la engorda, la maltrata a golpe certero. Se cobra su asistencia social y mira TV, juega a la quiniela, fuma. La versión más sórdida de las welfare queens de Ronald Reagan.
Su nombre mismo parece un golpe, aunque en el colegio y en la calle nadie lo pronuncia: ballena será su apelativo. Embarazada por segunda vez de su padre, la rectora de la escuela renuncia a la contención y la suspende aunque a la vez vaya a tocar el timbre a su casa para hablar con su madre de la educación de Preciosa. Así aparece la luz en el horizonte: una escuela alternativa y un grupo de compañeras que no necesitan palabras para entender lo que les pasa: inmigrantes ilegales, madres adolescentes, casi todas analfabetas; aprenderán a leer, escribir y a valorar sus experiencias y saberes juntas. Preciosa sabrá entonces que el lazo social (roto) todavía puede fabricarse y, al mejor estilo La sociedad de los poetas muertos (pero del Bronx y entre mujeres), sus eclécticas compañeras y su profesora Miss Rain (la preciosa Paula Patton, de Déjà Vu) le ofician de red. Así, va encontrando su voz, la misma con la que tendrá que seguir nombrando nuevos golpes de la vida...
Basado en el ficcional y exitoso libro del ‘95, Push, de Sapphire, y producida por la mueve-éxitos Oprah Winfrey, la crítica estadounidense se deshizo en elogios con Precious: “Te deja movilizado como ninguna otra película en muchos años” (Peter Travers, de Rolling Stone); “Sentirás que estás presenciando el nacimiento de un alma” (Owen Gleiberman, de Entertainment Weekly)... Claro que también hubo comentarios negativos, personas que detectaron racismo e hipercaracterización en la cinta, hipérbole sensacionalista y caricaturización.
Es que quizá la clave sea entender a Preciosa no como una realización realista, sino como la incorrección llevada a tope. Porque algo es seguro: no es un film fácil de ver. Sobre la elección de la historia, que leyó ocho años atrás y quiso filmar desde entonces, el director Daniels contó: “Me siento identificado con la dificultad de la protagonista para aceptarse a sí misma, su lucha para aprender a quererse. Yo soy gay y eso me trajo muchos problemas con mi familia y mi entorno. Para mí fue difícil aprender a respetarme a mí mismo”.
Cruda y sádica, Preciosa no escatima en literalidad ni se detiene en sutilezas. Y todo lo que puede salir mal, sale mal. Pero esa sobredosis de “mala leche”, esa suma de patadas en el pecho que dejan sin aire, permiten hablar de lo que suele dejarse de lado. Como la Cenicienta pero sin príncipes salvadores, el rescate está en la voluntad, en el poder de las palabras, en la solidaridad. Así lo entendió su protagonista, Gabourey Sidibe, que –desde la mirada y los pasos cortos– se come la pantalla (en el mejor de los sentidos posibles).
Con participaciones de Mariah Carey y Lenny Kravitz, Preciosa es una sorpresa de bajo presupuesto que, con dinamismo y toques de humor, se adentra en lo más oscuro de la humanidad. Con amarillismo, sí, pero con desenfado. Y con la certeza de que no es cierto que sea mejor no hablar de ciertas cosas.
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