Viernes, 7 de mayo de 2010 | Hoy
RESCATES > PETRONA C. DE GANDULFO: 1896-1992
Por Aurora Venturini
Cocinar bien y con prolijidad es un arte; lógico será deducir que doña Petrona C. de Gandulfo fue artista. Quien tenga entre sus manos el libro de doña Petrona, que lo abra y escuchará su voz santiagueña, mandona y cariñosa de ama de casa con estilo de mujer nacida en un nivel gratamente íntimo, limpio y con buen poder económico. Tanto que cuando señorita dijo una vez: “A la cocina no me llevan ni a escobazos”.
Aún la pobreza no la había siquiera rozado; luego sí. La cocina la estaba esperando para enamorarla. Se entrelazaron en un abrazo de belleza, de servicio, sin sentir humillación por el manipuleo de cacerolas y demás utensilios. Actuaba en público junto a Juanita, la ayudante lavaplatos. A veces Petrona le dirigía una observación queda; Juanita era una liebre rápida y fugaz. La imponente “Doña” bebía su vaso de whisky, uno matinal, otro nocturno, y vivió noventa y cinco años. Anotando aquello que es mejor evitar, diremos, que fumaba y dejaba los puchos en los ceniceros ubicados al paso de ella misma; fue muy ordenada...
La cocina a gas la coronó majestad cocineril, en las radios, pronunciando charlas y en televisión cocinando de veras. Ella recordaba su hogar santiagueño donde la madre doña Clementina la instaba a incursionar en ese sitio concurrido por las familias de provincia, al olor de los pastelitos de hojaldre, las empanadas, las ensaladas y los dulces. Ahí mismo, en Santiago del Estero que le donó un dejo cancionero que tiernizaba los ingredientes de las fuentes y de los platos, el amor la sorprendió en la estancia Los Quebrachitos, de don Napoleón Taboada, cuando ella era encargada de cocina. Un porteño, don Gandulfo, la pidió en matrimonio y entonces él y la “Doña” fueron felices, comieron perdices: “Yo ganaba más que él pero siempre le di su lugar de marido”. Cuando el marido debió dejar su trabajo en el Correo nacional debido a una enfermedad, ella tomó las riendas de la economía familiar; fue contratada por la Compañía Primitiva de Gas para organizar cursos sobre el manejo de esos artefactos domésticos que en aquel tiempo eran algo así como una invasión extraterrestre. Su tarea consistía en explicar con claridad que el gas bien manejado es menos peligroso que los calentadores a kerosene. Las señoras quedaron muy agradecidas y la Compañía de Gas “hacía su agosto” desde la locución permisiva de la “Doña”, que consiguió un lugar en la revista El Hogar desparramando recetas, sin preocuparse del fantasma del colesterol y demás iniquidades que asolaron mucho después las mentalidades y los medios. Doña Petrona C. de Gandulfo ingresó al Canal 7, enviudó y se casó en segundas nupcias con el señor Massuh, agente de Bolsa. Su evidente ascenso de categoría económica le permitió inaugurar un marketing de empresa en el Barrio Norte, en la calle Billinghurst, que atendía Juanita cuando ella viajaba a Norteamérica invitada por los centros más elevados en cuanto a ciencia gastronómica. Publicó su inmenso libro La cocina de doña Petrona, el más vendido en nuestro país y que hasta hoy interesa a pesar del avance y retroceso de la temible anorexia. Las recetas de doña Petrona no son suculentas sino nutritivas. Según las últimas noticias, la mujer esquelética va pasando de moda. Algunas mujeres son huesudas por naturaleza, tipo al cual me sumo... creo que ayunar a fin de mostrarse en hueso, es antiestético. En época de nuestras “nonas” se lucían las damas y las damitas gorditas a las que se les formaban en los codos, hoyuelos que erotizaban a los caballeros, quienes suspiraban por hincarse en ellos. Pero antes de irnos por esas ramas, afirmaremos que doña Petrona hubo una sola.
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