Viernes, 11 de junio de 2010 | Hoy
DIEZ PREGUNTAS > A TERESA ELIZALDE (*)
Por Clarisa Ercolano
–En cada área sobre la que ponemos el ojo hay una mujer que se destaca. Juezas, empresarias, maestras, físicas... resulta casi imposible hurgar en algún ámbito social y no encontrar a una mujer. Sin embargo, esa salida efectiva de los hogares y la conquista del espacio público se produjo recién en los últimos años. Al comenzar la investigación sobre las mujeres argentinas, me topé con que muchas de ellas eran la primera generación en sus familias que estudiaba o trabajaba, e incluso conocí a mujeres que pasarán a la historia por ser las primeras en acceder a puestos antes ocupados por varones: la primera comandante de avión, la primera boxeadora, la primera y única arqueóloga de alta montaña, la primera abogada designada jueza de la Corte Suprema en democracia... Y lo más curioso es que estamos en el siglo XXI, y es en estos momentos cuando recién estamos logrando ciertas conquistas. Como me dijo Carmen Argibay, “el techo para la mujer sigue estando cerca, pero al menos ahora tiene algunos agujeritos por donde nos podemos colar”. Ojalá, claro, que dentro de doscientos años la idea de recuperar historias de mujeres suene absurdo.
–Ser la sombra de veinticuatro mujeres durante veinticuatro horas (en algunos casos incluso estuve con ellas varios días) me permitió vivir momentos que de otra manera jamás hubiera vivido, conocido o siquiera imaginado. Por supuesto que hay casos que resuenan con más fuerza por las diferencias coyunturales, como es el caso de Liliana Francisconi, maestra rural en Entre Ríos. Lo de Liliana es heroico por donde se lo mire. Más allá de las adversidades que vive cada día, la entrega que les da a esos chicos es asombrosa. El día que llegué, los chicos me estaban esperando con regalos, habían ensayado poesías para recitar. Estuvimos juntos en el aula, fuimos a la huerta que tienen allí en la escuela, compartimos el trabajo en la tierra, el almuerzo. Y en todo momento, junto a ellos, está esta mujer que hace de maestra, directora, cocinera, enfermera, jardinera. Compartir un día con Elisa Estenssoro, jefa de Terapia Intensiva del Hospital San Martín, el hospital de alta complejidad de la provincia de Buenos Aires, fue un acercamiento directo con enfermos terminales y me acercó al temple necesario para lidiar con esas situaciones. Si bien esos casos son extremos, también viví jornadas que estuvieron llenas de magia e inspiración, como el tiempo en Puerto Pirámides con Gabriela Bellazzi, una mujer que deja su vida burguesa y cómoda de Buenos Aires para ir a salvar orcas al sur; o conocer la colorida cabeza de Renata Schussheim.
–Durante años me interesó la vida de mujeres anónimas, entender lo que mueve a una escritora, lo que inspira a una diseñadora, y también lo que obsesiona a una jueza. Por eso, más que un pasaje, me gustaría creer que se trata de un intento por recuperar la calle, por salir al encuentro real con los personajes –en este caso las mujeres– y establecer un diálogo, una cercanía real, auténtica, corporal, un contacto que en ciertos casos se pierde con el teléfono o con el mail.
–El deseo es lo que nos mueve a actuar. Detrás de cualquier proyecto siempre hay una fuerza que nos impulsa, que nos estimula, nos hace girar. El problema surge cuando los mandatos o los prejuicios son lo suficientemente fuertes para anular ese deseo. En el caso de las mujeres, éste ha sido el panorama durante siglos (en el ámbito privado o íntimo, la realidad siempre es otra), pero pareciera que poco a poco está cambiando.
–Elegiría momentos, estados particulares, situaciones y emociones, por esa cosa tan fascinante de vivir mil vidas, de soñar con cambiar de manera radical, de suspender el tiempo y de refugiarme, sí, en otra vida diametralmente opuesta a la que llevo. Cuando Gloria Dubner, astrofísica del Conicet, narraba sus experiencias en los observatorios mundiales, con esas noches largas y la lluvia de estrellas que caía sobre su cabeza, me imaginaba el placer de estar ahí. O disponer de esa sutileza tan precisa para describir emociones como lo hace Inés Estévez. La garra de Cecilia Huerga, que tiene un puesto de verduras en el mercado El Progreso, en Caballito, y se levanta cada día a las tres de la mañana para hacer la compra en el Mercado Central y no para de trabajar hasta las nueve de la noche. O la de Rosario Quispe, la mujer que cambió el panorama de la Puna jujeña cuando se plantó en la mitad de la calle y les dijo a las otras mujeres de Abrapampa: “Basta de llorar, de despedir maridos que se van a trabajar a otras ciudades. Basta de familias rotas. Si acá no hay trabajo, lo vamos a inventar”.
–Lo que todavía se cuestiona, y parece ficticio, es la avanzada de la mujer en general, más allá de su estado civil y de su maternidad. Se la cuestiona cuando aborda temas prácticos –y vuelvo a citar a Carmen Argibay– como la cantidad de baños para mujeres en Tribunales (en el Palacio de Justicia hay trece baños y sólo dos habilitados para mujeres), se la cuestiona si pilotea un avión, si está dispuesta a dejar todo –marido incluido– para ir detrás de su deseo tanto como si decide permanecer soltera y no tener hijos. Muchas veces estos cuestionamientos son solapados, pero sus consecuencias son directas porque la mujer no obtiene el reconocimiento que merece. Eso sí: si hace un trabajo secundario, eficiente y rápido, se la aplaude y se la valora.
–A lo largo de los años y de un trabajo sostenido en los medios y en la observación de ellos, se puede decir que la mujer ha logrado abarcar varios temas y áreas. Pero, lamentablemente, sigue estando fuera de dos ámbitos fundamentales como la dirección y la línea editorial. Si uno mira los medios gráficos, la mirada y el tratamiento de la información es absolutamente masculino. Por ejemplo, durante mucho tiempo analicé la cantidad de firmas femeninas y masculinas en los artículos periodísticos, y la diferencia es salvaje. Si bien en las secciones diarias la mujer tiene su lugar, desaparece cuando se trata de columnas, editoriales o ensayos. En esos casos, la preponderancia es siempre masculina.
–Por ahora no. Este tiene poquitos meses y hay que dejarlo caminar...
–En el caso de la Tigresa, está con Ramón desde los 14 años y entre ellos hay una dinámica muy particular. Viven prácticamente la misma vida. Pasan todo el tiempo juntos y hay muy pocos roces. Pero, sobre el amor en general, creo que ahí ya no se puede hacer una lectura tan diferenciadora entre mujeres y varones. Lo que sí noté de las mujeres que participaron del libro es que a todas las movía algo muy fuerte, que se puede llamar amor, deseo, vocación. Mujeres que dejan marido y comodidad a los cincuenta años y apuestan al trabajo hartas del maltrato, mujeres que asumen su vocación de manera casi religiosa, mujeres capaces de sacrificar todo su tiempo con tal de estar ayudando a otras.
–No quiero decir que haya sido protagonista directa de las experiencias de estas 24 personas, pero sí estuve tan cerca de ciertas situaciones que nunca antes había atravesado que de alguna manera multipliqué mis experiencias a la enésima potencia. ¤
(*) Teresa Elizalde es periodista, autora del libro 24-24. Un día en la vida de 24 mujeres argentinas. Nació en Buenos Aires en 1975. Estudió Comunicación Social e hizo un master en Humanidades en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Trabajó en el diario Buenos Aires Económico, en La Vanguardia de España, en The Missourian de Estados Unidos, y fue jefa de Redacción de la revista Sophia. Publicó el libro de poesía Zócalo (2008).
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.