Viernes, 9 de julio de 2010 | Hoy
ENTREVISTA > SONIA BUDASSI
La Argentina se quedó afuera del Mundial, pero no de una cultura futbolera, en donde Carlos Tevez es uno de los últimos jugadores salidos de barrios populares. Sonia Budassi es escritora y periodista y acaba de editar Apache, de Editorial Tamarisco, una crónica de relatos sobre el jugador al que ella define como un “animal mitológico” y un “compadrito borgeano contemporáneo”.
Por Luciana Peker
Tevez lo transmitió mejor que nadie, como siempre, cuando le pusieron un micrófono delante nomás salir de la cancha: “¿Qué vas a analizar de un cuatro a cero?”, dijo. “Es el fútbol, así es el fútbol.” “Es el fútbol, así es el fútbol”, dijo Carlos Tevez en el relato de Juan Forn en Página/12 sobre la derrota del sábado pasado. Una mañana en donde –a las once de una puntualidad casi antipatria– todo estaba detenido. El tiempo estaba detenido. Las bocas. Hasta que el gol, un primer gol, en un arco no correspondido, derrotó a las medialunas y ahogó los gritos de esperanza cada vez que una pelota se frustraba y terminó en 4-0. ¿Una derrota, una humillación (como tituló Clarín), un resultado digno, un equipo al que hay que bancar en las buenas y en las malas? “Es el fútbol, así es el fútbol”, delineó Carlos Tevez.
El que simplemente dice que así es el fútbol, en medio de la híper teorización de la estrategia de once contra once, corrió, se mojó, puso cara de enojado y esa palabra rara que parece resumir un deporte que arranca más que las piernas del piso. Garra. Puso garra. ¿Qué es poner garra? ¿Quién es el “jugador del fútbol del pueblo”, como lo definió la revista Gente de la semana pasada? ¿Quién es Tevez?
Sonia Budassi (periodista y escritora) no tenía ni idea. Ella tiene 32 años y ya escribió Los domingos son para dormir y Periodismo (narrativa) y Mujeres de Dios (crónica). No es periodista deportiva. Y se lo hicieron notar.
–No sos periodista deportiva, vos ¿no? –le preguntó un personaje al que ella define como “Joaquín panza de sapo seguro de haber dejado la cámara fija sobre el trípode” (antes de echarse a dormir), en un entrenamiento de la Selección nacional, en el predio de Ezeiza, en junio de 2009, en una de las muchas veces que fue a buscar a Carlos Tevez. De todas estas búsquedas nació su nuevo libro Apache, en busca de Carlos Tevez, de Editorial Tamarisco, que arrancó como una nota periodística y terminó en una crónica de un mundo y de un personaje al que, casi de incógnito, escapada de las echadas masivas y los resquemores por ser mujer o querer hablar de algo más que fútbol, Carlitos le concedió la palabra. A ella, que se interesó por él, por su manera de usar las palabras. Por eso hizo lo imposible para develarlo, entre otras cosas, porque le atraía esa forma –-no de patear sino de hilvanar las palabras–: “Es el fútbol, así es el fútbol”, es un buen –y nuevo– ejemplo de la síntesis, la reiteración, la simpleza y la musicalidad de una definición. De decir todo. Dos veces. De repetirse, pero diciendo algo distinto. De hablar como en Fuerte Apache, como el pueblo y como alguien –tal vez el último– que puede mostrar la ilusión de salir de Fuerte Apache para llegar a Brasil, Inglaterra, Sudáfrica. Y volver. Pero que hablar con él, ahora, es más difícil que entrar en un barrio blindado por la exclusión.
Sonia Budassi: –Partió de la ignorancia y de la casualidad porque no soy futbolera. Pero, desde que lo vi, en 2006, en el Mundial me llamó la atención. Tanto por su manera de correr y de moverse como por su sintaxis, que me pareció muy interesante. Como dice el escritor Hernán Vanolli: “tiene una relación privilegiada con el significante”. El genera una cadencia al hablar y una manera de construir las frases muy redundante que, en otros personajes, funcionarían para el lado del tedio o la incorrección. Pero, para mí, en él esa incorrección le agrega una belleza estética a lo que dice que me resulta muy interesante porque además hay algo del orden del ingenio que siempre se pone en juego. Es como un compadrito borgeano contemporáneo.
S. B.: –Sí, y logró ser muy querido en los dos países.
S. B.: –El se identifica por la familia, el barrio y el asado. Te dice: “Te imaginás comer un asado en Manchester (el club inglés donde juega actualmente) a las doce de la noche, te congelás”. Siempre está la reivindicación de los placeres simples.
S. B.: –En el imaginario el fútbol sigue siendo el sueño del pibe que hace lo que le gusta: jugar a la pelota. Todos lo hacen por diversión, pero a los que les va bien, encima les pagan. Y ese mundo está sobrevalorado por los medios, lo que genera que este anhelo sea tan importante. Pero son muchos más los chicos que se quedan en el camino que los que terminan haciendo carrera.
S. B.: –Hace mucho que tiene ese mote. Discutimos con los editores porque uno quería que ése fuera el título del libro y otro decía que esa frase era un invento de Clarín. El transmite una cosa muy fresca y lúdica y adentro de la cancha hace un despliegue muy histriónico de ir a la defensa y ayudar a sus compañeros y después subir y tratar de hacer un gol. Eso se vio en el Mundial. El es tildado de laburante, el esforzado, el que le pone garra, corazón y actitud. Y a pesar de que venimos de una derrota, su compromiso con la camiseta no está en duda –encima jugó bien– y eso es lo que más pesa para la gente.
S. B.: Me parece zizañero. Y demasiado dramático y grave, muy fuera de escala. Tampoco estuvo en escala cierto triunfalismo. Diego Maradona mantuvo las metáforas bélicas de “matar o morir”, pero también estuvo medido, siempre decía que había que ir paso a paso.
S. B.: –Son marcas de una cirugía estética que se hizo de chiquito y, después, aparentemente, él no se quiso hacer una cirugía porque le iba a implicar parar de jugar como dos meses. El hace una reivindicación de esa suerte de estigma.
S. B.: –Yo no comparto que él no sea lindo. El sabe que está mucho más allá de una belleza canónica. Y hubo un cambio importante desde que empezó a jugar en Boca. Ahora se permite empilcharse bien y tener el pelito siempre acomodado. A él lo hace seductor su desfachatez y no hacerse cargo de los prejuicios del resto.
S. B.: –En el partido que jugó contra México que le fue bien y metió dos goles; lo vi en el Himno con los ojos cerrados como haciendo control mental para jugar bien. Y en el partido que perdimos contra Alemania gritó mucho, habló mucho. Es como un animal mitológico. Por eso me resulta maravilloso.
S. B.: –En principio, para vivir un mundo posible. Pero además tiene una mirada particular. En la presentación, Daniel Riera decía que el libro se podía llamar “Mi carlitos” y me parece que suma a los relatos de la prensa especializada cosas que no están contadas. Además, es una novelita corta de un personaje interesante, justamente, por sus contradicciones.
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