Viernes, 23 de julio de 2010 | Hoy
PERFILES
Por Flor Monfort
Arde el equipo del jefe de Gobierno por estas horas. Se dividen, se mezclan, se echan en cara, se arrepienten, se desvelan, se afeitan el bigote, a ver si a cara lavada la imagen mejora, levanta y se limpia. Pero algo que hacen al unísono es respirar aliviados por tener entre sus filas a esa figura maternal, conciliadora, una mujer en silla de ruedas que ha sabido lidiar con la adversidad, que mira siempre adelante y ve el vaso medio lleno de todas las cosas, por más oscuras que sean.
Ahí está ella, defendiendo la causa. Gabriela Michetti apoya al líder de su partido aun cuando no lo hizo su padre y mientras otros actores políticos, como Elisa Carrió, se dieron vuelta con el fallo de Cámara, aun cuando éste implique respaldar, de rebote, a los Kirchner. Sin demasiado prontuario que la ensucie y con la capacidad de caer siempre bien parada, Michetti parece no tener pasado. Pero lo tiene.
Licenciada en Relaciones Internacionales de la Universidad del Salvador, no cayó portando un paraguas cual Mary Poppins de la política nacional: entre 1989 y 1991 fue asesora de la Comisión de Gestión Internacional de la Gobernación de la provincia de Buenos Aires. Del 96 al 98 trabajó en la Subsecretaría de Industria y a partir de ese año en la de Comercio Exterior del Ministerio de Economía, silla que ocupó hasta el 2000 cuando fue nombrada directora de Negociaciones Comerciales Internacionales del Ministerio de Economía, hasta 2002 que cobró por funciones concretas para el BID y el Banco Mundial.
Pero no fue hasta 2003 que su vocación política emergió hasta hacerse cargo: legisladora de la Ciudad entre 2003 y 2007, integró la Comisión Investigadora de la tragedia de Cromañón que terminó con la destitución de Aníbal Ibarra, convirtiéndose en principal enterradora de las aspiraciones políticas del ex jefe de Gobierno. Siempre con altura y sin perder las riendas. Entre 2007 y 2009 fue vicejefa de Gobierno por el recién nacido PRO, donde obtuvo responsabilidades de gestión gracias a la modificación de la Ley de Ministerios que autoriza al jefe de Gobierno a delegar en la vicejefatura diversas funciones ejecutivas. Ese podría haber sido su momento: designada a “diseñar e implementar políticas referidas a las personas con necesidades especiales desde la Comisión para la Plena Participación e Inclusión de las Personas con Discapacidad (Copidis)”, Michetti ignoró sistemáticamente los llamados de Perla Pascarelli, la mujer que perdió sus cuatro miembros por una mala praxis en el Hospital Durand y necesita prótesis para volver a tener una vida medianamente normal o los continuos reclamos del complejo habitacional Lugano, allí donde Macri se paró con una nena a repartir promesas y anunciar, de paso, su candidatura a jefe de Gobierno en el paisaje más desolador que puede arrojar la ciudad de Buenos Aires. Macri y Michetti tienen lo que querían; allí donde había agua y escombros, hoy sigue habiendo... agua y escombros.
Sobre aquello de no cumplir promesas aprendió bien la diputada nacional desde 2009, cuando el bloque “proísta” la “mandó” a liderar la lista de candidatos por su inmaculada imagen positiva en los sondeos preelectorales. Un mes antes de las elecciones de junio, la referente flogger y lesbiana Cumbio la increpó a micrófono abierto. “¿Qué planes tenés para los jóvenes homosexuales de todo el país?”. Michetti contestó: “Yo creo que la igualación de los derechos de las parejas homosexuales con los derechos de las parejas heterosexuales es absolutamente necesaria. Tengo una sola duda y es respecto a la adopción”, explicó Michetti con una mueca de duda sincera. Pero Cumbio fue a los bifes: “¿Si yo te voto, me voy a poder casar con mi novia?” “¡Sí!, obviamente”, rió la candidata como quien se llena de ternura ante la ocurrencia de una niña. Cuando la discusión sobre el matrimonio igualitario quemaba el aire, ella hizo todos los oles que pudo, pero en una entrevista del diario La Nación, cuestionó la decisión del ex presidente de Boca de no apelar el fallo que autorizaba el casamiento de Alex Freyre y José María Di Bello. “Yo no lo habría autorizado. El matrimonio homosexual y el heterosexual no son lo mismo”, dijo.
Michetti no es Negre ni Hotton, sabe que tiene que moderar su opinión sincera, no se va a quemar con apasionamientos.
Pero ahora que hay que salir a defender al jefe, Gabriela se calienta. Se inclinaba sobre la mesa del programa de Joaquín Morales Solá con una fuerza que casi produce el milagro. La mujer, la madre, la que pertenece a la minoría que le tiene que pedir ayuda a cualquiera porque Buenos Aires no es Toronto, la mejor ciudad del mundo para hacer rodar una silla de ruedas, se levanta por el hombre que cometió un delito propio de la mafia más barata de su amado menemato.
“No me gusta posicionarme ni como feminista ni como discapacitada: prefiero mostrarme como soy, sin los rótulos de mujer en la política o discapacitada en la política. Y desde ese lugar peleo el día a día”, dijo a la revista Para Ti en 2006. Fue buena en el arte de zafar de los rótulos.
Veremos si ahora, tan inclinada a defender lo indefendible, puede zafar de que su nombre quede mal parado.
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