Viernes, 17 de septiembre de 2010 | Hoy
[IN CORPORE]
En el 2001 se cerraron algo más que las cuentas bancarias. También las posibilidades de usar cremas con nombre francés y precios en dólares para muchas mujeres que con el uno a uno accedían a esa posibilidad y tuvieron que cambiar de marca. La diferencia generó un cambio en el botiquín que favoreció, en gran parte, a una empresa nacional: Lidherma. “Nosotros existimos hace 20 años, pero con el 2001 se nos abrieron las puertas”, cuenta la bioquímica Patricia Dermer. “Y es una industria nacional, con investigación científica y proximidad con los proveedores”, defiende con el pelo rojo, la piel traslúcida y las huellas de una vida tan digna como natural y reluciente.
Ella es austríaca, pero se siente argentina. “Este país me dio hijos, un marido y una carrera, todo”, valoriza la investigadora que trabajó en el Hospital Ramos Mejía y el Hospital de Clínicas hasta que decidió lanzar su propio emprendimiento. “En el ’89 yo quería investigar y no había plata. Por eso, decidí construir esta empresa en contra del escepticismo general y en una rama –la estética– que suele ser banal. Hoy donamos productos a los hospitales para que los usen gratuitamente y se busca no convertir a una paciente en obsesiva de su cuerpo, ni decirle que se tiene que hacer de todo. Creemos que hay que ser muy cuidadosos, no propiciar los métodos invasivos, ni técnicas que cambien la expresión. Y que hay que preservar especialmente a las adolescentes que hacen una consulta por su piel o su cuerpo y que tienen tendencia a volverse adictas a las dietas, las máquinas o las cirugías. Con ellas, hay que ser prudentes y respetuosos.”
A contramano de la frivolidad de los cuerpos de plástico –pero sí en el camino de la búsqueda de la belleza innata o potencial en cada mujer o en cada varón– y en el marco de la historia reciente, mientras la dolarización quedaba como un recuerdo de los noventa, ella no sólo apostaba a su marca, sino a la investigación científica ligada a la estética, a un modelo de belleza que revirtiera la frivolidad por la seriedad médica y por una industria nacional pujante y con valor agregado.
“En este momento estamos al nivel de las mejores empresas de Estados Unidos y Europa. Ahora estamos haciendo un lanzamiento de trascendencia mundial, pero que lo encabeza una empresa argentina”, se jacta, en relación a un nuevo producto –CelluTex– que inicia en el país la era cosmotextil. Tan innovadora y práctica como poner una crema –en este caso anticelulítica pero se supone que ya se podrá ir por más–, por ejemplo, usar prendas que contengan antisolares incorporados en la ropa para que genere efecto, simplemente mientras una mujer que trabaja lleva su jean o sus calzas.
“La novedad es que la cosmética trasciende el pote –enmarca Dermer–. En Estados Unidos ya hay alimentos con valor cosmético como aguas anti oxidantes o alimentos con colágeno para la salud del pelo. Y nosotros creamos este producto que se adhiere a la tela. Pero no frenamos. Seguimos apostando a la investigación para llegar a nuevos descubrimientos en la era cosmotextil que es práctica, inocua y una verdadera revolución estética y científica.”
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