Viernes, 15 de octubre de 2010 | Hoy
DIA DE LA MADRE
Nacida a principios del siglo pasado, Sofía Yussem es la protagonista central del documental que refleja la vida de una familia signada por la historia del país a lo largo de un siglo. Lúcida, digna y audaz, amada por hijos, nietos y bisnietos, festejó el centenario de una existencia que transcurre entre profundos amores, grandes pérdidas y recuerdos apasionados. Y ya se prepara para el próximo cumple.
Por Noemi Ciollaro
En 1909, cuando nació Sofía, el presidente de la Nación era José Figueroa Alcorta y el país se debatía, poco antes del primer Centenario, entre protestas sociales, represión salvaje, bombas anarquistas y el arribo de un millón y medio de inmigrantes que pisaban América buscando paz y prosperidad.
“Papá llegó a la Argentina con una valijita, una dirección y un número en la calle Ombú –hoy Pasteur–, huyendo del pogrom. Era ruso judío, igual que mi mamá. Yo nací en Rivera, un pueblo bonaerense pegado a La Pampa. Eramos cinco hermanos, cuatro mujeres y un varón, vivas todavía quedamos Rebeca y yo”, relata la protagonista de Sofía cumple cien años, el film realizado por su nieta, Joana D’Alessio, y dirigido por Hernán Belón.
La familia Yussem se mudó a Buenos Aires para que sus hijos pudieran estudiar y progresar. A Sofía el papá le hizo repetir 5º y 6º porque “en Rivera enseñaban mal”. Terminó la escuela primaria y tuvo que dejar de estudiar para atender a su madre, que estaba muy enferma; sin embargo, a lo largo de su vida se ocupó de completar la educación interrumpida con cursos, lectura y enseñanza privada en una escuela comercial.
Sofía recibió a LasI12 en su casa, en el living luminoso y lleno de plantas que cuida personalmente; en las paredes, innumerables fotografías tomadas a lo largo de un siglo registran los avatares familiares. En esa gran habitación transcurre buena parte de la película con la que su nieta y el resto de la familia homenajearon a esta mujer que en diciembre cumplirá 101 años.
“Mi marido Alfredo D’Alessio y yo nos conocimos cuando los dos teníamos 22 años... ¡y fuimos novios nada más que 12 años! Qué horror, ¿no? Es que al ‘tipo’ le gustaban mucho las mujeres... Nos casamos en 1944, a los 34, y vivimos juntos hasta los 88, cuando él murió. En 1945 nació mi hijo Alfredo y en 1948, José Luis, el ‘Bebe’.”
“Pobre Alfredo, él cree que su mamá, que ya vivió cien años, va a vivir mil, y está equivocado”, comenta risueña en una de las escenas del film en la que se advierte la calidez de la relación con su hijo mayor, el único vivo de los dos que tuvo. El menor, José Luis “Bebe”, militante político, fue detenido y desaparecido en 1977, durante la última dictadura militar.
La pérdida ya había golpeado a Sofía cuando en el terremoto de 1944, en la provincia de San Juan, su padre desapareció sepultado. “En la tumba dice José Yussem, pero no sabemos si quien fue enterrado ahí era realmente mi papá, había cientos de cuerpos sepultados por los derrumbes.”
En el film quedaron registradas las escenas diarias de la vida de Sofía, los paseos con su hermana Rebeca en los que charlan y discuten, porque no siempre coinciden sus recuerdos. Sus diálogos con el traumatólogo que la atiende tras las dos caídas con rotura de huesos que sufrió en los últimos años. Los retos dulces pero firmes a nietos y sobrinos: “A mí nadie me trata como a un paquete”, cuando insisten en advertirle sobre algún riesgo. Sofía es una mujer que sabe lo que quiere, perfectamente lúcida, digna, con una fuerza inmensa para recuperarse de golpes físicos y dolores del alma.
“Mis hermanos y yo fuimos educados muy a la europea, con mucha libertad; la mía fue una vida de lucha, siempre trabajé, desde los 16 años; y cuando mis chicos eran chicos hacía todo por atenderlos y acompañarlos, salíamos mucho, los llevaba a todos lados, lo mismo hice después con mis nietos, que hasta al Colón los llevé y se portaron muy bien viendo una ópera”, relata.
Ocurrente y aguda, cuando un sobrino le besa la mano, le dice riendo: “Querido, no me gusta que me besen la mano, me parece un gesto imperial”...
La cocina de su casa es el escenario en el que a menudo revela a Joana y sus amigas sus secretos culinarios, y mientras prepara con las chicas unos ñoquis con exótica salsa, les cuenta: “Con mi marido nos peleábamos mucho, pero al mismo tiempo éramos muy compañeros, la gente nos llamaba los novios”. Y su nieta pregunta: “Abuela, ¿es cierto que el abuelo y vos mantuvieron relaciones íntimas hasta que él murió, a los 88 años?”. Sofía sonríe pícara y responde: “Bueno, ahora que sentada en mi sillón repaso mucho mi vida, creo que nuestra relación íntima era un poco timorata. No hablábamos nunca del tema sexo: lo practicábamos”.
Con su otra nieta, Malena, única hija de Bebe, cantante de la banda Actitud María Marta, cada reencuentro tras las giras que realiza por otros países, significa para ambas un festejo y una enorme alegría. A Malena le gustaba mucho sentarse en la falda de su abuela y ser abrazada y acunada por ella hasta hace muy poco tiempo. “Ya no podemos hacerlo desde que tuve mis fracturas –relata Sofía–, pero ahora ella se sienta frente a mí sobre esta mesa y yo la acaricio como cuando era una nena.”
Tras el secuestro y desaparición de Bebe, los D’Alessio viajaron a Brasil, donde se exiliaron hasta 1982. En el film se ve una fotografía de Malena junto a sus primos Joana y Francisco, hijos de Alfredo, sobre la que Sofía cuenta: “Malena en esa época aparecía en todas las fotos con cara de enojada, porque siempre preguntaba por su papá... y no había respuesta”.
A su regreso del exilio, los padres del Bebe se sumaron a las rondas de los jueves de las Madres de Plaza de Mayo, y las Marchas de la Resistencia comenzaron a contarlos entre sus filas. Malena y Actitud María Marta cantan en los encuentros de derechos humanos, y más de una vez, muestra la película, dedica alguna de sus canciones “a mi abuela, ejemplo de guerrera”, presente en la Plaza.
“Después de que falleció mi marido me vine a vivir acá, al lado de la casa de mi hijo, y les dije a él y a mis nietos que no quería ser una viuda llorona, así que haría algo por ellos y por mí. Me anoté en el Rojas y durante cinco años hice cursos de ciencias políticas; uno de coro donde me aplazaron y otro sobre historia de la cocina y la alimentación en el mundo. Terminé con los cursos a los 93 años...”, relata animada y locuaz.
Para su cumpleaños Nº 100 pidió que le regalen libros, no usa anteojos para leer, “recibí un montón, muchos muy interesantes, hubo uno de Marguerite Yourcenar que no terminé, porque hablaba tanto de sexo que me empecé a aburrir, ya no tengo tanto interés en el tema, claro”.
A su marido no le gustaba viajar, así que cuando quedó viuda viajó sola a Santiago del Estero, Bariloche, París, Nueva York, Uruguay; y a Roma con su familia. También se aventuró en el Tren de las Nubes.
“Inglés hablo un poco, pero francés nada; de todos modos me las arreglé muy bien, Buenos Aires es una gran ciudad, si uno es de aquí no puede perderse en otras grandes ciudades”, asegura.
Alfredo tiene con su madre una relación de amor y protección; en varias escenas del film se hace evidente: “El tiene que hacerse a la idea de que yo no voy a ser eterna, debe entender que en algún momento me voy a morir, como todo el mundo. No quiero durar, la palabra durar... es dura. Mi médico dice que una empieza a estar vieja cuando empieza a andar mal de la cabeza, a hablar incoherente, pavadas, y yo, dice él, ‘estoy muy bien de la cabeza’. Yo todavía hablo de política con los amigos de mi hijo”, subraya ella, temperamental.
En otra parte del film, en un negocio se mide con una mujer mayor que hace alarde de sus años y dice con orgullo que tiene 85, a lo que Sofía, triunfal, responde: “Yo tengo 15 más, haga la cuenta... Pero me siento de 25”.
Sus ojos redondos y expresivos se nublan cuando la ausencia eterna del Bebe se manifiesta en el diálogo: “El era muy introvertido, broncoso cuando se enojaba, pero buenísimo. Empezó con la política cuando iba al Buenos Aires, un invierno que había llovido muchísimo y había inundaciones, y el colegio los llevó a ayudar a Quilmes; ahí él vio un mundo que no conocía. No éramos ricos, pero allí vio un mundo totalmente ajeno y que lo impactó mucho, creo; y empezó a querer colaborar y estuvimos de acuerdo. Yo venía de una familia politizada, mi marido no, pero le pareció bien que el Bebe tuviera esos buenos sentimientos. Pero bueno, después todo desembocó en lo que desembocó”, solloza; y para qué preguntar más.
Sofía llegó a su cumpleaños Nº 100 caminando y fue homenajeada por su familia y amigos. Con Lila, a quien llama su amiga entrañable, se fundió en un largo abrazo, mientras las nietas encendían cien velas y Malena, transgresora y divertida, entonaba “para mi Nonna monja y putanna”, tal como canta al terminar el cálido documental de Joana D’Alessio y Hernán Belón, mientras la abuela es llevada en silla voladora por las hijas de sus hijos hacia el 101 aniversario. ¡Salud!
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