Viernes, 17 de diciembre de 2010 | Hoy
TEATRO
Escrita por dos dramaturgas españolas, El Patio, con puesta de Verónica Edye, relata la relación entre dos mujeres que buscan sobrevivir a la violencia de género.
Por Sonia Jaroslavsky
Sole (Cecilia Milsztein) es joven, con un nene pequeño y llegó al barrio de la mano de su marido (voz en off a cargo de Antonio Birabent) porque consiguió un puesto de trabajo. Ahora, está lejos de su familia, abandonó los estudios de historia cuando se casó y siente que no sirve para nada, que hace todo mal. En el patio, lugar donde indefectiblemente se filtran los sonidos, donde lo privado se hace público, encuentra a Amara (Susana Falcone): una vecina que se refugia en el cuidado de las plantas mientras instala trampas para atrapar a Eulalia, una rata legendaria.
El Patio, escrita por las españolas Llanos Campos Martínez y Sulpicio Molina, realiza funciones en Buenos Aires de la mano de la directora Verónica Edye (Los espejos rotos; After Office) en el espacio de bar y sala Cultivarte del barrio de Palermo. La selección de este lugar, que tiene un patio real con árbol incluido, promete infinitas posibilidades según la directora: “Utilizar el espacio exterior como el interior y jugar desde esa perspectiva abordaba la idea de un espectador que se lo incite a sentirse como otro vecino y a la vez testigo silencioso de lo que allí sucede”.
En el transcurrir de la pieza Sole y Amara se encuentran en ese patio mientras el niño duerme y el padre trabaja y allí entablan un vínculo afectivo, casi de madre-hija, donde rápidamente Amara ve en la figura de Sole el reflejo de su vida de sufrimiento por la violencia impuesta por su marido a lo largo de muchísimos años, de toda una vida. Es así que intenta advertirla, preservarla, pero Sole –como muchas mujeres– niega su situación, se compadece de ella misma, se siente insegura, incapaz de nada, características propias de la misma violencia ejercida por su marido: una violencia psicológica que se vuelve a posteriori física. Verónica Edye trabajó en particular el vínculo entre las dos mujeres: “Me interesó la distancia generacional aunque unida por el dolor y vergüenza vivida por la violencia de género impartida por sus maridos. Resultó muy conmovedor en el proceso creativo revelar cómo la experiencia de una parece no servirle a la otra, porque en definitiva cada cual debe hacer el ‘clic’ a su propio tiempo, por más que Amara intente –sin resultado– allanarle un poco el camino. Creo que unas de las necesidades de hoy en día es la de que alguien nos escuche, de poner afuera lo que nos pasa y eso se ve claramente en esta relación”. El tercer personaje, el hombre, irrumpe en off. La decisión desde el texto y la puesta fue la de buscar un plano cotidiano, de verosimilitud, con un tono intimista. La elección de la voz en off está pensada para que el espectador pueda con su imaginación ponerle la cara (la que imagine para esa voz) a esa constante progresión que tiene el maltratador que lleva a su desenlace final.
Para montar El Patio, la directora tuvo un contacto fluido con las autoras españolas, que le dieron todo su apoyo. Luego, se involucró con la problemática, investigando acerca del maltrato hacia la mujer, entrevistando mujeres golpeadas para comprender la situación y la forma de vivir en ese dolor: “Comprender su porqué pero sin perder de vista que el objetivo es un hecho artístico”. A la pregunta a la directora sobre por qué el interés en abordar este texto con esta temática particular, ella destaca que el teatro es su medio de expresión y la violencia es un hecho social que vivimos a diario: “No acepto el maltrato como forma de vida y creo firmemente en que la autoestima y la valoración deberían ser parte de la enseñanza en todos los niveles, para no ‘aceptar’ que nadie denigre a otro. Si bien la mujer ha avanzado mucho, aún hay cosas básicas que todavía tienen que cambiar y la violencia hacia la mujer es una de ellas”. Es interesante lo que puede suceder con el teatro y al respecto Edye comenta que lo más destacable que sucedió desde que montó El Patio fue la respuesta del público, que al encontrar un punto de contacto con lo que la obra expresa “inclusive hubo quien comentó que después de verla ‘por fin’ había logrado dejar a su pareja, quien la maltrataba verbalmente”.
La rata Eulalia finalmente ingresa en la trampa, pero Amara decide liberarla porque se lo merecía: “... es una superviviente como yo. Se confió, creyó que tenía un hogar, creyó que estaba protegida. Esa es la trampa, vos y yo lo sabemos...”. Eulalia es el nombre de la rata, en homenaje a Eulalia Ares, una catamarqueña nacida en Ancasti por el 1800. Ella, junto a un grupo de vecinas, destituyó al gobernador vestida de hombre. Dicen que por doce horas ella fue gobernadora, hasta que la Asamblea Popular nombró al gobernador interino. ¤
El Patio. Viernes, 20.30 hs (hasta hoy). Sala Cultivarte-Soho. Honduras 4761. Reservas. 4776-0406. $ 30.
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