PENDIENTES
Julio Grassi fue condenado a quince años de prisión por el abuso sexual a un chico de quien tenía la responsabilidad de proteger en su fundación. Sin embargo, en un beneficio inusual en la Justicia argentina, mientras la condena ya fue ratificada, él sigue apelando en libertad. Un privilegio que desnuda la protección de la Iglesia Católica a un pedófilo ya reconocido, y el poco resguardo que se ofrece a niños, niñas y adolescentes que se atreven a denunciar a sus abusadores.
› Por Luciana Peker
“El cura Julio César Grassi se muestra desafiante ante los micrófonos y las cámaras de televisión, a pesar de estar condenado a quince años de prisión en dos instancias judiciales; nadie piensa ya en las víctimas que viven en una incertidumbre total: uno de ellos (por el cual lo condenaron) no entiende por qué el cura sigue en libertad y los otros dos aún siguen sin entender cuál es la causa por la cual no les creyeron y fueron desestimados sus testimonios”, denuncia el Comité Argentino de Seguimiento y Aplicación de la Convención sobre los Derechos del Niño (Casacidn).
“Pedimos justicia por los chicos abusados por Grassi”, fue el lema del escrache que se le realizó el miércoles 29 de diciembre, frente a los Tribunales de Morón, por parte de la Asociación Limay. “No podemos aceptar que Grassi siga sin ir a prisión. Después de una sentencia –ratificada en segunda instancia– que lo condenó a quince años de prisión, parece que ningún tribunal se anima a meterlo preso. Nos indigna la impunidad que tiene Grassi para lograr no cumplir con su condena y no pensamos aceptarlo con los brazos cruzados. Sabemos que si no fuera un cura con un enorme poder político, económico y eclesiástico, ya estaría preso”, cuestionan desde Casacidn.
“La condena firme fue ratificada por la Cámara de Casación Penal, el poderoso equipo jurídico sostenido por no sabemos qué poder económico y religioso, logró demorar a través de apelaciones la detención efectiva del sacerdote Grassi, acusado y condenado por abusar sexualmente de (por lo menos) uno de tres niños y adolescentes internados en el hogar Felices los Niños, una institución con un sistema anacrónico, sin controles suficientes de los organismos externos de protección de derechos”, sostiene María Elena Naddeo, ex presidenta del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de la Ciudad de Buenos Aires y actual legisladora porteña. Ella remarca: “No podemos aceptar que Grassi siga sin ir a prisión”.
Patricia Gordon, secretaria general del Colegio de Psicólogos Distrito X e integrante de la Fundación Alameda, de Mar del Plata, enfatiza el eco en las víctimas de la libertad (del abusador) y del encierro (de quienes fueron maniobrados en su cuerpo y sentimientos): “Cuando ocurre un abuso se desmoronan aquellos sistemas de credibilidad y confianza que sostienen ese otro sistema que se suele denominar psiquismo. La impunidad de los abusadores es tan flagelante como el mismo abuso. Hiere el alma, mutila el cuerpo, encierra. Por eso, no renunciamos a la verdad del alma que aún clama y lucha por la liberación de tanto horror”.
Más información: www.casacidn.org.ar www.asociacionñlimay.org.ar
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