› Por Enrique Stola *
El 10 de julio de 2009, el cura Julio Grassi fue condenado –por unanimidad– por los tres jueces del Tribunal Oral Nº 1 de Morón, por abuso sexual y corrupción de menores, contra “Gabriel” (un nombre ficticio para proteger su identidad). Estos jueces lo reconocieron como pedófilo, pero lo dejaron en libertad. El 14 de septiembre de 2010, la Cámara de Casación Penal de la provincia de Buenos Aires ratificó la condena. Sin embargo, el cura sigue estando en libertad.
La apelación a la Sala Primera de la Cámara de Garantías de Morón resultó, el 9 de noviembre de 2010, en un fallo dividido, en un respaldo a su libertad. Los jueces Raúl Moldes y Miriam Rodríguez no se expidieron sobre el pedido de detención, diciendo que no les correspondía a ellos decidirlo, mientras que el magistrado Fabián Cardoso votó lo contrario.
Hasta aquí la breve historia de un proceso que comenzó a fines del año 2002 con otros dos denunciantes, “Ezequiel” y “Luis”, cuyo padecimiento no fue tenido en cuenta por los jueces.
En total, seis jueces se expidieron por la culpabilidad del abusador Grassi, que continúa en libertad mientras su víctima, atrapada por amenazas y limitada en sus movimientos por el Programa de Protección de Testigos (que es necesario por la cantidad de amenazas y agresiones que recibió el denunciante), todavía no ha podido construir libremente su vida.
El cura Grassi en libertad y Gabriel, actualmente con 27 años, quedó “capturado” por este juicio desde los 19 años y con el peso del abuso y corrupción padecido de adolescente.
El que un condenado abusador no esté preso es un terrible metamensaje a niños, niñas y adolescentes que están en este momento sufriendo abuso sexual, y a mayores que lo han sufrido: “Cállense –dicen los jueces–, ese poderoso que los abusa seguirá siendo poderoso, pues nosotros lo dejamos en libertad y tengan muy en claro que nadie, si hablan, los protegerá”.
La impotencia que sienten las víctimas se agudiza con la aparición de este poderoso en programas de televisión descalificando a “Gabriel” y a quienes posibilitaron la visibilización de su conducta. Los grassiperiodistas ayudan a silenciar a las víctimas.
La Iglesia, con el explícito apoyo de varios de sus obispos a Grassi más el silencio cómplice de la mayoría de los clérigos, reactualiza su histórico sostén a abusadores sexuales, conducta sobre la que en algún momento tendrán que dar cuenta.
Los jerarcas deberán decir cómo idearon la estrategia de cambiar a sus abusadores de parroquia o país para que siguieran abusando, y deberán informar cómo influye en sus conductas el histórico sometimiento a sus mujeres (monjas) y el ambiente homoerótico en el que viven.
* Médico psiquiatra, terapeuta de “Gabriel” y “Ezequiel” (dos de los chicos que denunciaron el abuso sexual del sacerdote) y testigo en el juicio penal contra Grassi.
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