Vie 30.05.2003
las12

Querer concebir

CONCEBIR es un grupo de apoyo a parejas con problemas de fertilidad. Hace algunos años, sintiéndose mal miradas o mal entendidas por la gente en general y por sus familias o amigos en particular, se reunieron y siguen en contacto, dando charlas, intercambiando experiencias y calmándose unos/as a otras/os.

Por Sonia Santoro

Ser infértil no es sólo no poder concebir hijos, es también intentar sobrevivir en una sociedad llena de mitos y prejuicios sobre el tema más común a todos: la mater/paternidad. “La presión es doble: por un lado, te presionan porque estás casado y tenés que tener chicos. Por el otro, te dicen por qué no te dejás de hinchar con esos tratamientos”, resume Estela Chardon, una de las fundadoras de Concebir, grupo de apoyo a parejas con trastornos en la reproducción, que trabaja desde hace ocho años para difundir la problemática en toda la sociedad.
En 1995, Concebir empezó a gestarse al calor de marchas, reuniones y protestas de médicos y pacientes contra un proyecto de ley que limitaba la práctica médica y prohibía los tratamientos de fertilización. Hasta el momento, las parejas sólo podían hablar de lo que les pasaba mientras esperaban en los consultorios médicos. Entonces, decidieron armar un grupo con un modelo similar a los de Alcohólicos Anónimos para compartir preocupaciones y angustias. Y “para empezar a difundir, para que la gente sepa que somos pacientes que tenemos problemas para tener hijos y queremos acudir a la ciencia”, dice Isabel de Rolando, otra de las pioneras de la organización.
Ocho años después, ni aquella ley ni ninguna otra se promulgó. En los hospitales se atiende a pacientes infértiles, se les hace estudios, diagnósticos y algunos tratamientos de baja complejidad (hasta inseminación artificial). “El 15 por ciento de la población es infértil, de ésos, el 80 por ciento logra el embarazo con técnicas de baja complejidad”, explica la psicóloga Silvia Jadur, asesora psicológica del grupo, junto con Constanza Duhalde.
Si con esos tratamientos la pareja no logra el embarazo, se la deriva a instituciones privadas. Y aquí empieza un problema casi tan complejo como el de no poder tener bebés: “Hay obras sociales que no te cubren el parto ni el cuidado neonatal del bebé si el embarazo se consiguió con estas técnicas; además de no cubrirte las técnicas y ni la medicación que son muy caros”, explica Chardon. De esos temas y de una gama tan variada como la relación con la familia, la sexualidad, el día de la madre o del padre, hasta cuándo seguir intentando, cómo vivir mientras se busca el bebé, el altísimo costo de los tratamientos, se habla en un encuentro mensual y gratuito que Concebir organiza los segundos miércoles de cada mes (informes: 4824-5791). “Se trata de evitar el sufrimiento para que no se infertilice la vida. Recuperar los proyectos individuales y vitales es prevención”, dice Jadur.
Cada tercer miércoles hay encuentros especiales para los que se enfrentan a la posibilidad de recibir donación de gametas. Un tema que genera muchas fantasías y temores. “Encima de la situación de duelo por la infertilidad hay que pensar toda la cuestión de la renuncia genética”, agrega Jadur.
Otro de los reproches de la sociedad, que convierte en victimarios a estos pacientes, se sintetiza en la pregunta: ¿Por qué no adoptan?
–¿Les han dicho esto?
Isabel De Rolando: –Millones de veces. “Tanta cosa que te ponés, cortala.” Igual, como si fuera tan fácil adoptar.
Constanza Duhalde: –Son dos procesos igual de engorrosos y costosos emocionalmente.
Silvia Jadur: –Además, hay una cuestión, que las parejas infértiles no tienen por qué hacerse cargo de la deuda de la sociedad.
Estela Chardón: –Es como si uno dijera “para qué vas a tener cinco hijos, por qué no tenés dos y adoptás tres”. ¡Es mi vida!
S.J.: –Un médico que una vez dio una charla definió este proceso como una pirámide que vas subiendo: primero tenés un montón de posibilidades y cada vez se van acotando cada vez más. Pero hay que recorrer ese trayecto porque no sabés qué va a pasar cuando llegues al tope...
–En ese proceso en que se van probando distintas técnicas cada vez más complejas, ¿qué pasa con el resto de la vida?
I.R.: –Uno se aboca al laburo y la pareja es como que se va desgastando. En mi caso particular, nosotros nos unimos mucho, pero a veces hay muchos roces, culpas, es muy difícil. Nuestra meta era juntar plata para poder hacer los tratamientos. No podíamos pensar en viajar ni en comprar nada, todo quedaba en suspenso.
E.Ch.: –Mi sensación fue al revés. Yo la gasté, estuve 11 años sin hijos e hice de todo en mi vida. También depende de la situación económica en que estés; si tenés actividades afuera que te obligan a salir y a vivir la vida es más fácil. También las ganas de buscar otras actividades, porque si no tenés chicos, no tenés por qué volver a casa temprano. Entonces estudiás un idioma, hacés gimnasia, bailás.
C.D.: –En ese sentido, es interesante la tarea del grupo porque poder cruzar experiencias siempre ayuda.
Cuestiones como éstas se charlarán el 21 de junio –en el Mes Internacional de la Infertilidad–, en las 2º Jornadas Concebir de Psicología para Parejas, en la Sociedad Argentina de Ecografía y Ultrasonografía. “Porque lo que queda en silencio funciona como síntoma. Todo lo que no se habla, se discute, se reflexiona, de alguna manera, se canaliza inadecuadamente. Por eso es mejor desplegar las cartas y jugar con todas las cartas en la mesa. De eso no se habla es lo que perjudica y sostiene una situación de ignorancia que no ayuda justamente a los pacientes, personas que sufren y padecen”, invita Jadur.

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