Viernes, 27 de enero de 2012 | Hoy
MONDO FISHION
Por Victoria Lescano
“Son mujeres guerreras y desde la puesta y los colores quisimos emular una flor metálica en oro y cristales.” De este modo Donatella Versace argumentó acerca de los disparadores de la colección que ofició de puntapié inicial de la Semana de Alta Costura parisina.
Celebrada en un pabellón de la Escuela de Bellas Artes de París, que fue engalanado con los fulgores que predica el manual de estilo Versace. A saber: una escalera bañada en oro (¿de papel o de tela?), por la cual se deslizaron quince modelos con ídem cantidad de atavíos.
La silueta imperante tuvo dejos de antiguas realizaciones de Thierry Mugler y también una paleta que recordó los hitos y el apogeo de la firma circa 1990, cuando de Claudia Schiffer a Madonna llevaban sus vestidos en verde manzana, naranja en las campañas fotografiadas por Bruce Webber. Pero el lunes 23 irrumpieron vestidos con patchwork verde tucán, cuello halter hacia la izquierda y largo y escotado tajo en la pierna derecha, un mono con body futurista en amarillo intenso, profusiones de encaje y cuero realizado por manos expertas; ahora la colección aportó una alta costura discotequera y algo petarda, si acaso fuera inspeccionada por una lente purista de la vieja guardia de la Chambre Syndicale. Con sus minivestidos en dorée y plata, abrigados con chaquetas al tono y rockea-
dos encima de tacos coronados por pulseras lo más parecida a péplums de antiguas gladiadoras y de botas con dejos galácticos, las siluetas no innovaron ni tuvieron el charmé de la alta costura pero sí ilustraron el regreso a la semana de colecciones de Versace luego de varias temporadas. Los vestidos de su línea “Atelier” habían quedado relegados a pequeñas presentaciones y a las alfombras rojas, aunque recientemente Versace incursionó con gran aceptación del lado de la moda democrática que propone la cadena H&M. El 19 de enero, las tiendas británicas de esa firma colgaron sesenta modelos de vestidos coloridos y con impronta retro. Luego de varias temporadas de rumores de una salud quebrantada por el consumo de drogas y cirugías non stop, Donatella lució más entera con su vestido negro y su melena platinada. Recordemos que ella ingresó a la firma que fundó su hermano Gianni –quien fue acribillado en 1997 en la puerta de su mansión de Miami–, luego de la tragedia y cuando oficiaba de diseñadora de Versus, la segunda marca o línea para consumidores más jóvenes del holding de moda made in Italy.
Otro indicador de nuevos modos en la alta costura fue la presentación de Dior. El diseñador Bill Gayttan y sus jefes del grupo LMVH prefirieron los salones de la casa de modas, a las puestas opulentas de otras temporadas (cuando allí reinó John Galliano y cada nueva muestra era una fiesta) y presentaron una colección revisionista y clásica amparada en los archivos y los aportes a la historia de la moda de su fundador.
Mientras que Chanel transformó la sala del Gran Palais que antaño recreó carrouseles, el fondo del mar, una réplica de la escalera de la Rue Cambon en un simulacro del interior de un avión de lujo. A través de las ventanillas se proyectaron nubes y tormentas y los carritos servían los mejores cócteles para homenajear a sus invitados. Las ventanillas al cielo ficticio reflejaron más de 60 variedades de azul en tailleurs matizados con crestas punk, vestidos de noche con pailletes y transparencias, profusión de gasas y siluetas etéreas, además de ineludibles cameos de vestiditos negros, cruza con tuxedo que recordaron a atuendos de azafatas chiquérrimas.
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