Viernes, 27 de enero de 2012 | Hoy
ESCENAS
La regocijante versión musical de Noche de reyes realizada por Jorge Azurmendi se repone mañana, con varias actrices
encarnando roles masculinos abordados en diversos registros. Un juego apropiado para una obra donde Viola, la protagonista, se traviste para poder trabajar y sobrevivir.
Por Moira Soto
Todo sucede en un lugar de ensueño llamado Iliria, quizás en las costas del Adriático, donde la gente dedica sus horas y sus energías al amor, buscando esa correspondencia feliz que después de enredos y confusiones ha de producirse sobre el final. En Iliria, el conde Orsino adora a Olivia y toma como paje a Viola, disfrazada de varón luego de un naufragio en el que cree que perdió a su gemelo Sebastián. Orsino manda como mensajero a Cesáreo (nombre adoptado por Viola, ya enamorada del conde), quien a su pesar atrae a Olivia. Las divertidas intrigas incluyen también a Sir Toby, tío de Olivia, a María la criada, al mayordomo Malvolio, al propio Sebastián, mientras que Feste el bufón observa y comenta desde una distancia irónica y desencantada.
En la puesta de Noche de reyes, de William Shakespeare, que se repone mañana, Jorge Azurmendi tomó la decisión de que –aparte del personaje de Viola, que se traviste y aprende a conducirse como se espera que lo haga un varón– tres papeles masculinos fuesen interpretados por actrices. Entonces, en tanto que Belén Pascualini hace de Viola-Cesáreo, Rita Terranova encarna a Sir Toby, Melania Lenoir encara a Feste y Luz Kerz, a Malvolio. El elenco se completa con los nombres de Germán Tripel, Laura Azcurra y una eficaz troupe de bailarines, más la afinada dirección musical de Santiago Otero Ramos.
“Para mí fue algo inesperado que el director me llamara dos semanas antes del estreno para hacer un reemplazo”, cuenta Melania Lenoir, destacada actriz, cantante y bailarina. “Estaba justo terminando Chicago, de modo que me vino como anillo al dedo, porque yo necesito estar haciendo teatro. Para mejor, se trataba de Shakespeare, que me parte la cabeza. Pero cualquier personaje de Noche de reyes: me propone el bufón Feste, ya de por sí muy raro que una mujer haga este tipo de papeles. Al encontrarme con Jorge, supe que había modificado su visión inicial del rol: conmigo se lo imaginaba con una imagen de mujer fatal de los ‘50. Me volví a casa con esa inquietud porque el bufón tiene su peso, es el que tira la parte trágica, el que dice las verdades crudas... Siguiendo al director, imaginé una pin-up de esa época, que diera un poco esa cosa travestida, porque el bufón es masculino, mantiene el género desde la palabra. Coincidimos con Jorge, nos pusimos a trabajar y apareció un lugar que funcionaba y que me sorprendió a mí misma, fue cayendo solo. Muy gratificante. Cuando tuve algunas ideas claras, les mandé un par de bocetos al director y a la vestuarista, me veía con peluca y una malla bien de los ‘50.” Dice Lenoir que hay mucha gente que se cree que este Feste con imagen de rubia sexy vintage es realmente una travesti. “Me encanta transmitir esa sospecha. Siempre tengo la sensación de que cuando salgo en mi primera escena con ese aspecto, nombrada en masculino por los otros personajes, la gente se intranquiliza un poco, preguntándose: ¿esto qué es? Creo que es un enfoque re moderno de Jorge. A partir de esta puesta, en unas jornadas del Centro Cultural de la Cooperación se presentó una monografía que, entre otros referentes, tomaba las Notas sobre lo camp, de Susan Sontag”, dice.
La muy reconocida intérprete Rita Terranova, candidateada a varios premios por su labor en Noche de reyes, también se asombró mucho cuando fue convocada para un personaje masculino de rasgos tan acentuados como el de Sir Toby: “Nunca había hecho de varón en escena, aunque sí participé en obras de Shakespeare. Hace mucho estuve a punto de encarnar a Olivia en Noche..., pero no se concretó. Bueno, pronto me di cuenta de que no tenía que intelectualizar sino lanzarme a jugar. Empecé a pedir ayuda –yo hago eso a veces– a grandes actores con los que había trabajado y que habían hecho muy bien este tipo de personajes: Tincho Zabala, Miguel Ligero, Juan Manuel Tenuta, Pepe Soriano, Darío Vittori. Y fundamentalmente a mi padre, Osvaldo Terranova, a quien vi trabajar tantas veces y pude entender la técnica que utilizaba con la voz, con el cuerpo. Debo decirte que –aunque no lo demostraba en los ensayos– estuve bastante asustada, aunque mis compañeros me alentaban. Pero fue cuando me puse la panza cuando encarné realmente a Sir Toby. Aparte de la petaca, claro. A mí, que no tomo una gota de alcohol, me toca este alcohólico. Mi padre solía decir: hay que separar la borrachera cómica de la dramática. La primera es para que el público se ría, y yo tuve que cuidarme de no llevarla al drama. Ahí aparecieron las corridas, los resbalones, los ronquidos”.
Terranova se alegra ahora de haber recibido este desafío que le ha significado una gran renovación: “Es mi obra 73 y te imaginarás que tenía que aparecer algo fuera de serie para que experimente este entusiasmo. La pieza, el personaje, me han revitalizado, han refrescado mi fe en la creatividad actoral. Me encanta bailar con coreografías dentro de un musical. Y me divierte mucho esta ocurrencia del director de haberle hecho un guiño a la tradición: si los hombres hacían de mujeres en el teatro isabelino, en pleno siglo XXI, las mujeres hacemos de hombres en diferentes registros. Asocio mi personaje al Falstaff que hizo Tincho Zabala, que vi de muy chica, y a mi padre cuando estuvo en Sueño de una noche de verano, como uno de los cómicos. Sir Toby tiene esas características que Shakespeare repite con variaciones: vividor, farrista, borrachín. La masculinidad la encontré en la postura física, poniendo la energía en la zona de la pelvis y negando la parte de arriba. También puse en juego el poder de observación, y haber trabajado tanto la voz me permitió llegar a esos tonos muy bajos, que resultan verosímiles”.
“Me interesó ir descubriendo cómo abordaba desde lo personal cada actor y cada actriz a Shakespeare”, comenta el talentoso director Jorge Azurmendi. “Porque este autor les provoca una especie de enamoramiento, les devuelve la virginidad y entonces su acercamiento es como de amantes... Te diría que de movida todo el mundo le tiene un temor reverencial y se aproxima al texto con pudor, como si fuera el primer amor. Esa impresión me la transmitieron los intérpretes en las lecturas y dentro de la idea general de puesta que tenía, quise experimentar con la propuesta de cada uno. Por otra parte, tengo claro que esto del discurso masculino y el discurso femenino son cosas en buena medida adquiridas. Me gusta observar cómo un cuerpo femenino puede soportar un discurso considerado masculino. Y a la vez, cómo se produce el proceso de identificación si el texto es universal, es más grande. Me encanta jugar con esos límites impuestos por la cultura.”
Azurmendi declara –y sus antecedentes escénicos lo confirman– que como director siempre le ha interesado mucho, desde la estima, el alma femenina: “Incluso como espectador de teatro, de cine. Con frecuencia, al leer una obra valiosa, un texto suficientemente rico y complejo, pienso a los personajes de varones como si fuesen mujeres: los veo interpretados por tal o cual actriz. Y si por ejemplo ocurre que hay que hacer un reemplazo de un rol masculino, me parece factible que lo haga indistintamente un actor o una actriz. Porque creo que ellas pueden ser creíbles si disponen de suficientes recursos actorales. Cuando esto ocurre, el proceso de identificación del espectador con el personaje no se quiebra: se entra en la convención, se acepta con naturalidad a la mujer haciendo de varón. Hay un discurso que es simplemente humano y puede fluctuar del cuerpo masculino al cuerpo femenino. El teatro, la creación artística, permiten romper con estereotipos de comportamiento y de lenguaje, dar vuelta ciertas convenciones. Me gusta la posibilidad de que desde algún lugar, aunque sea pequeño, se pueda deslizar, propalar algún pensamiento que contribuya a abrir mentalidades, a romper algunos moldes preestablecidos por la cultura, a cuestionar el concepto de que las identidades son algo fijo. Por eso el bufón de Melania no se puede encasillar: es un ser humano y su palabra es fuerte, independientemente de que sea una femme fatale y se asuma como un bufón. Ya en otras oportunidades he apelado a actrices para roles de hombre: hice una versión de Sonata de otoño, de Bergman, con Elena Tasisto en un doble papel femenino y masculino (la hermana enferma y el marido de la hija). Y en un semimontado del Cervantes sobre la Revolución de Mayo, mujeres y hombres interpretaban a los próceres. Entre ellas, Marta González, Julieta Díaz, Ingrid Pelicori... en paridad con los actores. Me pareció justo poner a mujeres pronunciando discursos que bien podrían haber dicho si se les hubiera dado la oportunidad en forma igualitaria”.
Noche de reyes, los sábados a las 21, a $ 70 y $ 90, en El Cubo, Zelaya 3053 (a una cuadra del Abasto Shopping), 4963-2568.
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