Viernes, 4 de mayo de 2012 | Hoy
CICLOS
Carmen Baliero vuelve a ponerle voz, cuerpo y música a las Centésimas del alma, de Violeta Parra, en cuarenta minutos en que el poema y el ritmo se convierten en un viaje único.
Por Paula Jimenez
Cuando Carmen Baliero sube al escenario, hace rato que la sala está llena. El ruido de los vasos, copas, sillas que se arrastran, mesas que se corren para hacer más espacio, y todo el murmullo generalizado con su escala infinita de pequeñas reverberaciones sonoras concentradas esta noche en el Virasoro Bar, podrían estar combinándose, para oídos sensibles como el suyo, en un concierto. Un concierto hecho de elementos que no poseen cualidad musical en sí mismos pero que pueden, no obstante, también generarla. Es el caso del tecleo de la máquina de escribir o del chillido de las bocinas que otrora Baliero convirtiera, a sus fines artísticos, en instrumentos musicales. Pero llamar a esto experimental no es algo que a ella le caería muy en gracia: “¿Qué es lo otro, entonces? –respondió en una entrevista del año 2007–. Si no es experimental, ¿qué estás haciendo? ¿Música a lo seguro?” Y, precisamente, nada de seguro hay en el tembladeral del arte, sospecho. Se crea por perplejidad, por incertidumbre, por pura búsqueda. Esto es lo que le ocurrió, probablemente, también a la cantautora Violeta Parra la vez en que su hermano, el antipoeta Nicanor, la desafió a trascender la estrecha medida de las décimas (coplas de diez versos octosílabos propios de la tradición popular chilena con las que Violeta compuso gran parte de sus canciones y poemas) y escribir, de corrido, las centésimas. Esta es la anécdota que Carmen Baliero, parada al costado del piano, le cuenta al público. Ella es una mujer de figura espigada con un modo de hablar sencillo, nada exaltado, que ahora nos pide silencio por un rato porque lo que vendrá después, explica, son alrededor de 40 minutos en los que, sin pausa, cantará su versión de las Centésimas del alma de Violeta Parra (la primera vez fueron musicalizadas por la nieta de la chilena, Tita, y editadas en un disco en 1998). Pero en verdad las centésimas no son cien, como su nombre lo indica, sino trescientas. Trescientas. Todas numeradas. “Una vez que me asediaste –arrancan– dos juramentos me hiciste / tres lagrimones vertiste / cuatro gemidos sacaste.” Y así, uno a uno, Baliero acompaña los versos variando musicalmente según las emociones que le han ido suscitando. Sí, aquí los versos llevan el timón. A veces son de amor, como éstos del comienzo, otras de rabia, políticos, de humor, o simplemente absurdos (porque Violeta no es ingenua y sabe que el poema caería si no se asumiera al menos por un momento que la idea de Nicanor es un capricho y que deberá haber, de vez en cuando, un número de relleno: “Cincuenta y tres alaridos y/ cincuenta y cuatro furias/ cincuenta y cinco son las tuyas / cincuenta y seis engañifa/ cincuenta y siete la rifa”).
Como siempre, aquí también, escuchar una obra de Baliero es seguir un movimiento vivo, nunca repetitivo, que se recrea permanentemente y no deja cabos sueltos ni se permite lugares comunes. No se presiente en sus canciones la independencia con la que algunos cantantes sueñan lucirse ganándole a la composición, ni se advierte la supremacía de la voz sobre la letra o del instrumento sobre la voz. En su obra nada compite con nada, todo convive. En este caso son ella y el piano, y la interpretación de una letra que podría ser –sí, hay que decirlo– suya. Será como eso que algunos traductores literarios explican sobre la necesidad de “adueñarse” de la obra del otro para importarla al lenguaje propio. Algo de eso se escucha esta noche en que las centésimas no parecen haber salido de otra alma que la de ella. O quizá sea grande la semejanza con la de Parra: una cantante de perfil bajo preocupada en hacer de la música y la letra una combinatoria indivisible, un hecho de la belleza, una herramienta cuestionadora y no una monería agraciada para los fines de la distracción.
Mara Ferrari acompaña a Carmen Baliero como artista invitada –a capella, haciendo una conmovedora versión de Maldigo del alto cielo– y también en efectos especiales en este show que vuelve al Virasoro Bar a partir del próximo domingo.
Centésimas del alma, domingos de mayo a las 21.30. Entrada: $40 (no incluye consumición). Virasoro Bar: Guatemala 4328. Reservas: 4831-8918.
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