Viernes, 14 de diciembre de 2012 | Hoy
MUSICA
Una cancionista belga se afirma como revelación musical 2012, mientras sigue sorprendiendo con una voz llena de soul y reggae.
Por Guadalupe Treibel
Dicen que tiene una voz pura dentro de un cuerpo de porcelana; que es la nueva (e inesperada) Amy Winehouse; que –tras su fraseo– emula adultez y cultura negra prestadas; que tiene mirada muda y ojos abiertos, azules; que empezó a hacer canciones con 15 pirulos para canalizar su “preocupación de adolescencia”; que tiene 23 años; que quienes le dejaron una marca de agua en la oreja fueron Lauryn Hill, Erykah Badu, M.I.A., Nneke. En fin, dicen que a Selah Sue hay que escucharla. Lo dice el boca en boca; asiente la crítica especializada. Mientras, ella alimenta la leyenda... Es que, a la par que la Rolling Stone USA la incluye entre las revelaciones del 2012 con una sugerida docena de “caras nuevas” a recordar, prolifera el cuento de sus orígenes: la épica de, siendo aún adolescente, negarse a ser contratada por una megadiscográfica (Universal) para crecer y hacer crecer sus canciones. El sueño, al revés.
“Selah Sue es la prueba viviente de que el mundo es pequeño y que MySpace sigue lanzando carreras. La belga reggae-soul subió unos temas a pedido de sus amigos y el resto es historia. Pero no tomó la ruta directo a la fama. Rechazó un contrato discográfico seis años atrás porque ‘no era el momento adecuado’. Tiempo después, ya había encontrado su paso, lanzando el EP Black Part Love, abriendo para Prince, colaborando con Cee Lo Green”, resume, sobre hitos y sartenes, la guía óleo RS y deja entrever que, pues, mal no le ha ido. Menos aún si, como ella se ha encargado de desparramar, no estaba “destinada” a ser una artista.
“Nací en Lovaina, un pueblito muy pequeño de Bélgica, y nadie en mi familia se había dedicado nunca a la música”, revela la protoadulta que, de niña, quería ser bailarina (y alimentó el cliché infantil con clases de los seis a los doce). Tres años más tarde, la quinceañera aprendía a tocar la guitarra y a depositar sus preocupaciones en canciones, a modo de “estructurar los pensamientos”; también notaba una particularidad: lo fácil que le resultaba imitar a cantantes como Hill o Badu y un oído a tono con el talento musiquero. Así y todo, los humores, bajos. “De jovencita estaba llena de joie de vivre, pero la adolescencia fue una etapa cerrada, depresiva”, resume quien estudió un año de Psicología en la universidad porque quería “entender las emociones humanas”.
Entonces empezó a tocar en bares los fines de semana, a grabar en casa de amigos y, pum, MySpace. Miles de fans respondieron a su música y el sello Because Music editó el homónimo “Selah Sue” en Europa, donde el larga-duración vendió más de 700 mil copias con hits como “Raggamuffin”, “Crazy Vibes” y “This World” en charts belgas. “Aquí casi no hay soul ni hip-hop. Diría que soy una de las únicas que lo hace”, ofrece la pequeña saltamontes sobre su país de origen. Después de haber editado su LP en 2011, la muchacha –que naciese Sanne Putsey, ganase el European Border Breakers Award y cantase en una boda real (sic) en Luxemburgo– volvió a lanzarlo en el mercado norteamericano este año, con más de 400 mil downloads en una semana. Y la inevitable asociación al estilo Amy Winehouse. O Duffy.
Consultada al respecto, ella niega (cortésmente) al son de “Es muy halagador pero me comparan con tantos artistas diferentes que no siento que sea una copia de ninguno”. Y mueve los largos pelos rubios y sacude la blanca palidez de la que emerge “intensidad, melancolía, meditación y oscuridad”, como ella misma ha definido una obra breve pero contundente, ambiciosa y, por qué no, placentera. De allí que, mientras continúe mixturando con la pimienta justa de ragga, soul, hip-hop, funk y pop sus tracks, Selita mantendrá la promesa de su “Crazy Vibes”: Estoy lista para traer gozo y fuego, las mejores cosas de la vida / Sí sé lo que es estar bajoneado todo el tiempo pero, verás, la vibra demencial trae alegría a tu vida. Qué traqueteo.
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