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Viernes, 28 de diciembre de 2012

EL MEGAFONO

Intimidan a una psicóloga especialista en violencia

 Por Cristina Vila *

Hace unos días, el miércoles 12 de diciembre, me enfrentó en la calle, frente a mi casa, un hombre. Era alto y corpulento. Con voz desafectivizada me llamó por mi nombre hasta que me detuve. Arrinconada contra una pared me interpeló: “¿Estás asustada?”. Tras lo cual se fue rápidamente en un auto. Quedé pegada al edificio, muda y aterrada. Por largo rato no pude moverme. Cambié luego de umbral y volvieron todas las sensaciones de hace un par de años cuando sufrí golpes, amenazas, seguimientos, escuchas telefónicas y de portero eléctrico, etc. Miedo a la calle, a caminar, a quienes pasan... miedo a caerme, etcétera...

La intimidación golpea el espíritu de quien la sufre recordándole su fragilidad humana y también el sentido de la vida. Para quienes trabajamos con víctimas la intimidación es como estar frente a una fotografía de los victimarios. Se hacen presentes para recordarnos su potencialidad destructiva por si la hubiéramos olvidado, claro. Fotografías que esparcen luminoso resplandor sobre quienes somos y nuestros compromisos. Por eso, frente al inevitable temor que producen los actos intimidatorios, la solidaridad de quienes nos ofrecen su apoyo nos permite persistir. Y recordamos en paralelo la desprotección, la soledad, la falta de comprensión en que se encuentran las víctimas de violencia familiar y de los procesos de revictimización que aún parece que no pudiéramos detener en nuestra actual organización.

Mujeres, hombres, niños y niñas, recorriendo –tras lo ya sufrido por parte de quienes debían cuidarlos– los laberintos tribunalicios y las dolorosas pericias e incomprensibles y perjudiciales (muchas veces) intervenciones judiciales o psicológicas (o ambas) que parecieran extenderse hasta intentar cumplir una década por familia. Seres amenazados por desear cumplir sus compromisos con la vida: ser madres y padres y persistir en su lucha contra la violencia y a favor de la restitución de los valores que los ataques intentan desmoronar.

Vayamos a reflexiones más profundas sobre las intimidaciones a especialistas en violencia e intimidaciones a miembros de la familia. No alcanzan ya los slogans ni el maniqueísmo buenos-malos. Debemos preocuparnos y ocuparnos de que estas situaciones se hagan públicas, son parte de las causas en proceso y el aumento de las mismas puede tener un efecto paradojal: que se naturalicen.

La protección de quienes trabajamos en defensa de las víctimas es necesaria no sólo para la seguridad propia, sino para garantizar la libertad en el desempeño de la función.

La victimización de los profesionales es también una revictimización de aquellos a quienes intentamos cuidar.

* Profesionales Contra el Abuso de Poder (PLcAP).

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