Viernes, 8 de marzo de 2013 | Hoy
Entrevista Nora Castañeda, presidenta del Banmujer –un organismo creado para otorgar microcréditos a mujeres en situación de pobreza– de Venezuela es, además, una militante histórica del feminismo venezolano. En honor a la memoria del dirigente que supo escuchar los reclamos feministas al punto de reivindicarse él mismo como feminista, Castañeda relata los cambios en la participación política de las mujeres, la creación de un ministerio específico para las políticas públicas destinadas a ellas, su papel en la resistencia al golpe de Estado en 2002, los cambios en la Constitución que alentó Hugo Chávez y también la persistente contradicción entre ser socialista, llamarse revolucionario pero seguir sosteniendo el patriarcado puertas adentro de cada casa.
Por Julián Varsavsky
Economista, docente universitaria y militante feminista desde hace más de cuatro décadas, Nora Castañeda es parte de la generación de luchadoras por los derechos de la mujer que pasaron a integrar los cuadros dirigentes que desde el Estado venezolano están logrando algunas de las conquistas por las que pelearon cuando eran militantes de base de unas molestas ONG que los gobiernos de turno querían sacarse de encima lo más elegantemente posible. Hoy Castañeda es la presidenta del Banmujer, creado para otorgar microcréditos a mujeres en situación de pobreza, a las que también capacitan y orientan con un sentido productivo y comunitario. La política del banco es ir a buscar a esas mujeres directamente a sus casas o en medio de la selva en sus chozas de aborígenes. A continuación, un breve recorrido por la historia del feminismo en Venezuela y los sustanciosos cambios acontecidos en la última década.
–En 1975 el feminismo comienza a tener fuerza aquí a raíz de la Conferencia Mundial de México y el impulso que les da la ONU a estas temáticas. En los años ’80 y ’90 se profundizó el trabajo de las ONG y surgen de nosotras una serie de proyectos de leyes que los gobiernos no toman pero, al menos, somos escuchadas por primera vez. En década del ’90 el modelo económico neoliberal arreció en Venezuela, afectando de manera impactante a las mujeres en condición de pobreza. Las mujeres pobres se hicieron más pobres –lo que llamamos la feminización de la pobreza– cuando el presidente Carlos Andrés Pérez lanza el famoso paquetazo de ajuste que derivó en el Caracazo.
–En aquel momento nosotras comenzamos a trabajar para que el Tribunal Supremo de Justicia reconociera el derecho a comer como un derecho humano. Se llegó a la situación de que mucha gente comía alimentos para perros y gatos porque resultaban más baratos (la famosa Perrarina). Muchos niños no podían tomar leche porque era muy costosa. Sus padres entonces preparaban fideos y luego batían el agua restante para que se pusiera blanca como la leche y la metían en la mamadera. La carne mechada de las arepas se suplantaba con cáscara de plátano cortada en hebras. Había incluso unos grupos cristianos que promovían distintos usos de la cáscara de las frutas para convertirlas en alimento. Esto fue entre 1985 y 1990.
–Del cielo a la tierra. Hoy prácticamente podría decirse que se ha erradicado el hambre en Venezuela.
–Cuando llega Chávez al poder nosotras ya estábamos preparadas para solicitar y pelear por estos derechos. En 1999 existía el Consejo Nacional de la Mujer, que como su nombre lo indica sólo podía dar consejos a los gobiernos de turno, que podían seguirlos o no. Chávez decidió que ese consejo se transformara en el Instituto Nacional de la Mujer, que ya podía delinear políticas. Y el presidente acepta nuestra propuesta de que ese instituto lo integren mujeres que vinieran de la lucha por los derechos de la mujer con base popular. Allí confluyen María León, feminista que también era dirigente obrera; Inocencia Avellana, del movimiento de la Teología de la Liberación; Reina Ratia, ligada al Movimiento de Mujeres Negras –discriminadas por su color, por pobres y feas según los cánones de belleza blanca–, y por último Nora Uribe, que era del equipo Mujer y Comunicación (comunicadoras sociales). Este fue un gran logro.
–En primer lugar, el artículo 88 determina que toda mujer madre es una trabajadora, porque trabaja para reproducir la vida de sus familiares. Esto les da derecho a tener seguridad social y una retribución monetaria. Parece ser que ésta es la primera vez en el mundo que se reconoce dentro de una Constitución que la mujer que trabaja en el hogar crea valor agregado o económico con su trabajo y, por lo tanto, debe tener una retribución. Por eso surgió la Misión Madres del Barrio, con más de 100.000 mujeres que trabajan en su casa y reciben el beneficio económico de un salario mínimo, que no es una donación sino una retribución al trabajo como madre.
–Nosotras insistimos con eso porque había un lenguaje genérico que implicaba que nombrar al hombre alcanzaba para hacerlo con la mujer también. Nuestro planteo fue el uso de un lenguaje que identifique perfectamente a los sujetos sociales de la Constitución. Y eso se logró.
–Nosotras le enseñamos mucho en cuestiones de género. Y en esta Constitución se incorporan también los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, lo cual nos llevó mucho trabajo para que fuesen reconocidos. Esto implica reconocer el derecho a una vida sexual digna.
–Estamos trabajando la idea de “interrupción del embarazo”, que puede parecer un sofisma pero es lo que nos convenía. En un momento habíamos logrado que el Colegio Médico nos acompañara, pero en eso no hemos podido avanzar demasiado. No hemos presentado ningún proyecto porque si no logramos primero que el colectivo de hombres y mujeres dentro de la Asamblea Nacional trabaje en este sentido, estaríamos perdiendo el tiempo. Hoy no sería votado el proyecto por la mayoría de los diputados.
–Hay una serie de instrumentos nuevos contra esta violencia, tanto en el Poder Judicial, la Defensoría del Pueblo y la Fiscalía General. Se han creado incluso tribunales especializados en violencia contra la mujer que en un máximo de 20 días deben avanzar en el juicio y dictar una sentencia inmediata. Estos tribunales están ya en proceso de ejecución presupuestaria y nombrando los jueces, pero aún no están funcionando.
–Esta fue una de las solicitudes del movimiento de mujeres para que lo que era un Instituto pasara a ser el Ministerio del Poder Popular para la Mujer y la Igualdad de Género, con mayor cercanía al Poder Ejecutivo. Hay también un presupuesto muy superior. La primera ministra en ocupar el cargo fue María León, quien había sido guerrillera en las montañas del Estado de Portuguesa en los años ’70.
–Sí. Y Chávez era feminista. Hemos llegado a una suerte de acuerdo. Y muchas cosas han cambiado en nosotras también. Ya no te encuentras a ninguna –como ocurría antes– que diga: “Yo soy revolucionaria pero feminista no”. El presidente dijo una vez en Zulia que él era “socialista y feminista”. Y les hizo un llamado a los revolucionarios, de que si eran revolucionarios debían ser también socialistas y feministas. Ahora tú ya no encuentras a ningún hombre que te diga que no es feminista, a lo mejor se puede quedar callado y no decir nada si no es feminista, pero no te lo dicen.
–Sí, hay, claro.
–Hasta ahora yo no lo he escuchado decir nada. No ha manejado ese concepto a pesar de que en su comando hay mujeres que sí manejan el feminismo e incluso escriben en redes sociales a favor de Capriles y del feminismo. Pero a él no lo oí nunca.
–Sí, fueron parte. Estaban él y otros de su partido Primero Justicia en la década del ’80. Esa era una organización pensada como fascista, un grupo de muchachos fachos que se creían superiores, “por encima de los mediocres” y que pretendían destacarse dentro de la sociedad.
Salió en la prensa en su momento, cuando las madres tenían que irlos a buscar porque se los llevaban a ciertos sitios y desaparecían por un tiempo mientras los adoctrinaban. Esos jóvenes de clase alta, en los años ‘90 pasaron luego a formar parte de un sector de la sociedad que –de acuerdo con los planteos de ciertas ONG– debían ser formados para gobernar el país en el futuro. Era un pequeño grupo que sería el que tendría derecho al poder. Jóvenes que se consideraba que tenían talento en una sociedad donde estaban los que nacieron para pensar por un lado, y los que nacieron para ejecutar por el otro. Desde niños ya los mandaban a colegios exclusivísimos donde incluso les decían todo el tiempo: “Ustedes son los que van a dirigir y gobernar este país”. Luego se formaban en ciertas universidades creadas para tales fines, que educarían a la elite que dirigiría el país. Ahora: ¿tú sabes quién echó a perder ese plan?
–El arañero de Sabaneta, ese muchachito que se crió en una casita de techo de palma y piso de tierra que soñaba con ser beisbolista de las Grandes Ligas y que vendía arañitas dulces por las calles de su pueblo: Hugo Chávez Frías. Este hombre les echó a perder el programa a los niñitos bien de Caracas.
–Como mucho, un modelo liberalburgués, es decir, un liberalismo que acepta la no discriminación de la mujer y que se trabaje por la igualdad, siempre que esa igualdad no alcance la igualdad de clase ni la étnica.
–Una barbaridad. Un acto que organizó Capriles dirigido a atraer a la gente joven y sobre todo a las muchachas, con un show de música y baile. Al evento le dieron el frívolo nombre de Pantaletazo. Era para mujeres y hombres, pero la mayoría de las invitadas eran muchachas jóvenes. Pienso que es una manera de discriminarse y autodiscriminarse.
–Así es. Ahora el cambio cultural pasa por enfrentar el patriarcado, que se ha desarrollado como ideología en hombres y mujeres. Esto nos ha determinado culturalmente por siglos, y si no estamos siempre pendientes podemos caer fácilmente en esa cultura patriarcal. Es una cultura tan introducida en nosotros y reproducida por tantos siglos que a veces no podemos evitar cometer errores. Esta es una de las cosas que le estábamos planteando a Chávez. Nosotras somos anticapitalistas, antiimperialistas y también antipatriarcales. Las tres cosas deben ir unidas. Si no trabajamos contra el patriarcado, el capitalismo se va a reproducir ya que éste necesita del patriarcado.
–Muchos hombres dicen que comparten los postulados del feminismo, pero después en su casa son un patriarca machista. Se supone que son hombres de avanzada, democráticos, pero cuando llegan a su casa golpean a su mujer, no necesariamente de manera física, pero plantean cosas como “llego cansadísimo y en esta casa no hay comida... ¿Y tú dónde estabas? ¿En la reunión del consejo comunal? ¿Y qué hacías ahí si estos muchachos parece que no tienen madre?” El que dice eso es en teoría incluso un revolucionario.
–Sí, la mayoría de las voceras son mujeres pero esto no quiere decir que la mayoría de los máximos dirigentes de esos consejos sean mujeres. Hay muchas porque es un trabajo no remunerado y las mujeres hemos sido formadas para los trabajos no remunerados.
–Así es, además la mayoría de los egresados universitarios son mujeres.
–Definitivo, si alguien salió a la calle a pelear por su presidente fueron las mujeres, no sólo como movimiento sino las mujeres en general, organizadas o no. Hay un documental famoso sobre el golpe donde está el testimonio muy fuerte de una mujer de la Parroquia del Valle que reclama: “Yo quiero a Chávez, yo di mi voto por él. ¿Por qué me lo van a quitar?”. Esa es la figura de la mujer durante el golpe. O cuando se retomó Venezolana de Televisión, que había sido clausurada por los golpistas, que ahora hablan de libertad de prensa. Mientras se retomaba el Palacio de Miraflores y el Fuerte Tiuna, un grupo de mujeres del barrio de Petare iba al frente de las personas que fueron a recuperar su canal de televisión. Ellas entraron al canal e incluso algunas se quedaron trabajando allí después.
–¡Claro! Tomando en cuenta que el golpe se inicia con el episodio de Puente Llaguno, ahí hay una mujer que cae baleada al lado de un periodista y se va rodando sin que nadie supiera de dónde venía la bala. En ese puente –donde los chavistas fueron atacados por francotiradores– hubo mujeres heridas de bala y todos los años ellas van a hacer un homenaje junto a un monumento que hicieron allí. En ese puente se filmó la manipulación de imágenes en la que a los muertos chavistas se los hizo pasar por opositores mientras se mostraba a militantes del chavismo disparándoles a los francotiradores, haciendo creer que les disparaban a opositores desarmados. Con eso se justificó el golpe de Estado. Entre esos mártires había mujeres.
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