Viernes, 31 de mayo de 2013 | Hoy
EL MEGAFONO
Por Graciela Dora Jofre *
Amnistía Internacional en su reciente dictamen, en calidad de amicus curiae ante el Tribunal Superior de Justicia de Tucumán en la causa por la desaparición de Marita Verón, expresa que el diagnóstico general que comparten diversos organismos de la comunidad internacional es el tratamiento desigual y discriminatorio que reciben las mujeres por parte de los sistemas de administración de justicia.
Por eso, es indispensable en la Justicia una mirada con perspectiva de género. La evolución humana viene de la mano de la igualdad y respeto recíproco de hombres y mujeres, pero para igualar primero hay que equiparar al más débil. En estos tiempos, donde la violencia de género reviste caracteres de pandemia, la protección a la mujer víctima de violencia debe iniciarse desde su denuncia: creer en su palabra.
El escaso valor dado al testimonio de la mujer víctima de violencia ha sido una de las cuestiones recalcadas en este dictamen de Amnistía Internacional, donde se dice: “La descalificación de los dichos de las mujeres, así como la consideración de que su testimonio no es suficiente para sostener una acusación, son fenómenos que se repiten con preocupante frecuencia en los tribunales latinoamericanos...”.
Detrás del grito silencioso inserto en cada denuncia de maltrato de una mujer va el padecimiento de niños, niñas y adolescentes que integran ese grupo familiar. Con ella y su denuncia se hace visible lo que en una familia se encontraba silenciado. La “encerrona trágica”, como expresaba Fernando Ulloa (Sociedad y crueldad, 1999), donde la víctima no ve salida a su calvario.
La concepción del derecho romano (raíz de nuestro derecho) del pater familias permitió en la historia humana un poder omnímodo del pater sobre el cuerpo, emociones y pensamientos de las mujeres y los hijos. Los cambios en la humanidad son lentos, pero si, como en el presente, la violencia es exponencial contra mujeres y niños, si la existencia de abuso sexual infantil, pedofilia y trata de mujeres y niños es un flagelo de la humanidad, si millones de mujeres y niñas son diariamente asesinadas, violadas, maltratadas en todo el mundo, si se asesina o abusa sexualmente de sus hijos cuando no pueden con ellas, debemos torcer este rumbo de la historia si queremos sobrevivir como civilización sana.
La tragedia es visible y se muestra descarnadamente. Su matriz: una sociedad con mente patriarcal. Debe tomarse conciencia que con el respeto a los derechos humanos de las mujeres maltratadas viene el derecho de sus hijos, testigos inermes de la violencia.
Es hora de que los operadores de Justicia tengamos esta mirada sensible hacia las víctimas, mujeres y niños, hacia los vulnerables y desposeídos de esta sociedad. Y de los derechos humanos de las víctimas como baluarte del derecho y de la justicia.
* Jueza de Paz de Villa Gesell. Extracto del artículo publicado en Revista de Derecho de Familia y las Personas de mayo de 2013, Editorial La Ley.
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