Viernes, 31 de mayo de 2013 | Hoy
PERFILES
Alana Thompson
Por Marina Mariasch
Alana Thompson es la hija menor de una familia que vive en una zona rural de Georgia. Contra todo pronóstico que permita pensar en aspiraciones de belleza, la madre de Alana la lleva a cuanto concurso de princesitas se presente. Alana Honey Boo Boo y su familia tienen su propio reality show, que provoca un magnetismo fatal: los televidentes la aman o la odian, al punto de matar a su perro.
Es fácil pensar que la cara oculta del programa de TV Princesitas (Toddlers & Tiaras, Discovery Home & Health) son las madres. Princesitas muestra los concursos de belleza para niñas que se realizan en varias ciudades de Estados Unidos. Las nenas, de entre 2 y 9 años, compiten por rangos de edades y obtienen distintos trofeos según la categoría. Las madres, verdaderos monstruos de voz aguda, las preparan sometiéndolas a intensos y dolorosos tratamientos de belleza.
Las nenas que quieren ser princesas alternan entre los berrinches propios de la edad y las actitudes hipersexualizadas que les enseñan. Para obtener el premio mayor, las madres las llevan a la cámara solar, a la peluquería para teñirse el pelo y hasta les inyectan botox y colágeno en la boca. Les ponen dientes falsos, pestañas postizas, máscara facial. Moviendo la pelvis como actrices porno, estas mujercitas objeto en miniatura son calificadas, aceptadas o rechazadas por un jurado indiferente a los derechos infantiles básicos.
Pero esto ya se vio y comentó profusamente. Lo nuevo es otra faceta de los siniestros concursos de belleza para nenas: una en especial que pierde siempre. Honey Boo Boo es regordeta y un poco impertinente. Y su programa, transmitido por la cadena TLC, está barriendo con la audiencia en Estados Unidos, superó los ratings del exitoso South Park y el debate de candidatos a presidente. Alana “Honey Boo Boo” Thompson participa en concursos de belleza con el apoyo de su peculiar familia. A la par de Alana, la gran protagonista del show es June “Mama” Shannon, una mujer que pesa 140 kilos y se tira pedos en cámara. “¿Qué tiene de malo? ¡Es natural!”, dice Mama cuando le objetan las flatulencias en público. Y con esa filosofía encara la vida y la educación “diversa” de sus hijas. Mama dice que la belleza viene en muchos tamaños, y que sus hijas son “rellenitas” como ella, y que eso las hace bellas y “más mujeres”.
La familia de Alana Honey Boo es claramente un matriarcado. Mama tiene tres hijas de su matrimonio anterior y es la que lleva las riendas en el hogar. Como buena norteamericana de clase media baja, llena el stock de su casa con las compras hechas con cupones. Miles de metros de papel higiénico, cereales y detergentes. El marido no objeta nada del funcionamiento de este grupo disfuncional. Al contrario, lo apoya y ama incondicionalmente. Está convencido de que la niña de dientes pequeños de tiburón que es su hija puede llegar al trono de Miss América.
El programa se graba mayoritariamente en el entorno rural donde habita la familia en Georgia, EE.UU. Es un pueblito de unos 700 habitantes, ninguno de los cuales le alertó a Mama del desastre que estaban haciendo sus hijas mientras ella se iba de compras con Sugar Bear. Alana y sus hermanas “decoraron” la casa con guirnaldas de papel higiénico. No es raro, las chicas comen pollo frito con las manos y tienen de mascota a un chancho.
Más allá del morbo malsano que despierta observar las costumbres de la clase baja iletrada norteamericana hay algo positivo en “Llegó Honey Boo Boo”. Mama Sugar Bear y las chicas defienden un modelo de belleza alternativo con parámetros opuestos a los que señala la cultura patriarcal de mujeres delgadas, duritas y pulposas. A diferencia de otras madres de las niñas que se presentan a concursos de belleza que se frustran y se enojan si sus hijas no obtienen el Ultimate Premium, la mamá de Alana está orgullosa de su hija tal como es: grosera, gorda y con mucha personalidad.
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