Viernes, 14 de junio de 2013 | Hoy
VIOLENCIAS
Ángeles Rawson tenía 16 años y el lunes fue, como todas las semanas, a su clase de gimnasia en Colegiales. Nunca volvió a su casa. Su cuerpo destrozado fue encontrado al día siguiente en un basural de José León Suárez. El horror se metió en cada familia, la palabra inseguridad se mencionó muchas veces más que femicidio. Sin embargo, la muerte de Ángeles sirvió para reabrir el debate en torno de la creación de un banco de datos genéticos de agresores sexuales y se demandó, en el ámbito de la ciudad, que se declare la emergencia por violencia de género.
“Ella era una dulzura, era un ángel, siempre cariñosa, ocurrente, siempre buena amiga, buena compañera, estudiosa, responsable, era un ángel”, vuelve a repetir la palabra con la que la bautizó cuando nació Franklin Rawson, el padre de Angeles, en diálogo con Las 12. Su voz trasmite una tristeza infinita, una tristeza que no tiene final, ni abrigo. Ni siquiera hay enojo, ni entonación en sus palabras. Sólo ahogo y mareo. La única palabra que le brota del alma una y otra vez sin que le cueste es la misma: ángel. Su hija. Angeles, la que ya no está, a la que sólo puede recordar.
Angeles Rawson tenía 16 años. El lunes fue a hacer educación física con sus compañeros del colegio Virgen del Valle, en Colegiales. La última vez que la vieron fue a la mitad de la mañana, cuando terminaron la clase de gimnasia, en Conesa entre Matienzo y Concepción Arenal. Caminaron dos cuadras. Ahí se saludaron con sus amigas. Hasta ahí se sabe de la vida de Angeles. Cuando no llegó a la noche a su casa hicieron la denuncia en la comisaría y empezaron a buscarla.
La rastrearon por la calle y las redes sociales hasta que el martes apareció muerta en el predio de la Ceamse de José León Suárez. Habría llegado desde una planta de la Ceamse en Colegiales. Fue ahorcada. Las pericias, hasta ahora, dijeron que no fue violada. La fiscal Paula Asaro analiza las cámaras de seguridad de la zona donde la estudiante fue vista por última vez. “Mi pedido es que las autoridades trabajen con rapidez y poniendo todos el esfuerzo posible para que se haga justicia. Eso es lo único que les pido. Y también, a toda la comunidad, que tenga más cuidado en el tema de inseguridad. No es algo menor, sino algo que nos duele a todos, por supuesto. Eso es lo único que les pido”, dice el padre. No quiere hablar de más. No sale a vociferar ideas que no le son propias, ni argumentos que no tenía antes de la desaparición de Angeles. Su dolor es más fuerte que toda palabra. Apenas si le dan las fuerzas para esgrimir: “Yo siento que tiene que haber más seguridad”.
–Se acercaron tanto el secretario (de Seguridad de la Nación, Sergio) Berni como del Gobierno de la Ciudad. Les pido que trabajen para que esto se pueda evitar, se los pido a todos. Creo que cuando se trata de la vida de nuestros hijos no hay ideologías políticas, que hagan todo el esfuerzo para que esto no vuelva a suceder.
–No tengo idea. Sabemos lo que dice la Justicia, pero todavía no sabemos.
–La verdad no lo sé, estamos transitando un momento de dolor.
El dolor se respeta con el silencio y con el homenaje a su hija. No hay más palabras. No las quiere decir Franklin, que no busca consuelo en donde sólo el duelo y el amor a su hija son su remedio. Quiere justicia. Pero la muerte es tan injusta que no hay reclamo, por más justo que sea, que le devuelva a Angeles.
La mamá de Angeles, Jimena Aduris, no abandona el pedido de justicia. Aunque, en diálogo con la prensa, resaltó: “Fue un final feo, pero ella está en el cielo y es un ángel que va a iluminar con su luz a todos nosotros y a la Justicia”. Y se dirigió a las madres: “Abracen y cuiden mucho a sus hijos. No se descuiden, porque una no se da cuenta en el día a día y estas cosas pasan, lamentablemente”.
El cuerpo de Angeles fue dos veces maltratado. No sólo la mataron. También la destrozaron. Una vez asesinada la depositaron en la Ceamse, donde un operario la encontró. Primero, creyó que se trataba de un animal muerto. Después, horrorizado, se dio cuenta de que se trataba de una chica. Por el grado de desarticulación en el que se encontraba, las pericias tienen grandes dificultades. A última hora del miércoles (al cierre de este suplemento) la fiscalía sostuvo que la autopsia reveló que la adolescente no habría sufrido “violaciones ni otros actos de violencia física, más allá de la acción que causó su muerte”, según el comunicado de la Procuración General de la Nación.
La primera hipótesis, sin embargo, o, al menos, el termómetro social, era que Angeles habría sido violada y después asesinada.
Si los primeros resultados de la pericia se comprueban, un posible intento de agresión sexual (aunque la violación no se haya ejecutado) todavía no pueden ser descartados. Un caso que puede ser recordado es el de Lucila Yaconis, de 16 años, que, en verdad, nunca fue violada –aunque en el imaginario social se recuerda que sí– porque se resistió, pero después fue brutalmente asesinada en las vías de la estación de tren de Núñez cuando volvía de lo de su abuela. Su mamá, Isabel Yaconis, es una de las impulsoras de un registro de violadores, ya que el crimen de su hija permanece aún impune. Y su asesino sí quiso abusarla y cuando Lucila se negó –un vecino pudo oír los gritos, pero no hizo nada porque creyó que ella era la novia y le pareció un problema de pareja en el que no debía intervenir– la mató.
El debate sobre un posible registro de violadores renació con el crimen de Angeles Rawson. Tal vez, su muerte sea un impulso para su tratamiento. Tal vez, la Justicia demuestre que se trató de un femicidio sin violación. Tal vez, haya otras objeciones que tengan que ser debatidas ya que, para muchas feministas, se ponen en juego garantías ciudadanas y falta de efectividad en la prevención de delitos sexuales. Aunque, sin dudas, la muerte de Angeles vuelve a abrir una herida que nunca estuvo cerrada.
Ema Cibotti, historiadora, activista cívica contra la discriminación de género y la violencia vial, opina: “En nuestro país, primero la sospecha recae sobre la víctima. Siempre. En un homicidio entre terceros, el Estado parece bobo, pues la víctima, asesinada, queda abandonada en un limbo de maltrato judicial, que violenta a sus deudos mientras deben probar que es/era inocente, que no había hecho nada para morir así. Lo he sufrido en primera persona, pero sé que no estamos condenados a repetir en cada caso esta mortificación insoportable. Nuestra historia nos confirma que hemos sabido multiplicar los derechos civiles y los sociales, con una vitalidad notable, por qué no lograr hacer otro tanto con las garantías y los derechos penales de las víctimas. Nuestras convicciones, nuestras ideas no deben negar el imperio de los hechos. En el caso de las víctimas de violación, lo ha dicho ‘la calle’ y lo dice bien cuando identifica a los delincuentes sexuales como ‘degenerados’. Es que es un tipo de criminal que no se regenera, sabemos que en un altísimo porcentaje, así reciba castigo, reitera su conducta. Por lo tanto, cuál es la razón para que se inhiba a la Justicia de tener una herramienta de investigación como un registro de violadores que permitiría obtener información para perseguir casos de reincidencia. No podemos seguir indiferentes frente al dolor de las víctimas”.
María Victoria Panzuto, coordinadora del equipo móvil de atención a víctimas de violencia sexual, del programa Las Víctimas Contra las Violencias, que coordina Eva Giberti, del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, enmarca: “No es frecuente que una nena vaya caminando y venga alguien y la viole en Capital, no es habitual encontrarnos con este tipo de casos. Es más frecuente que una nena sea tocada en su ámbito familiar o en el colegio, no es frecuente esto que le pasó a Angeles. Es algo muy feo que pasó, pero no es algo que suceda todos los días. Esto es una tragedia. Aunque sí estamos viendo que los ataques suelen ser más graves. Se ha incrementado la saña con que el violento, el abusador, el violador comete el delito. Con el capitalismo hay muchas más perversiones. No era tan corriente en nuestra cultura y está empezando a aflorar”.
¿Cómo se puede llegar tan lejos como para matar a una niña de 16 años? Panzuto analiza: “Si una persona sigue de largo después de la tortura hasta terminar con la vida de la persona, indudablemente el asesino se cree todopoderoso. Acá hay alguien que mató a otro con una soga. Hay un nivel de crueldad con riendas suelta”. Por otra parte, ella sí destaca como forma de prevención que las mujeres denuncien (en el teléfono 137) cualquier tipo de agresión sexual y que el equipo de atención a víctimas de violencia sexual le ha pasado datos a la policía de modus operandi de violadores que operaban en distintas zonas, que permitieron detectar que eran la misma persona y detenerlos.
Otra propuesta, de Laura González Velasco, es que se declare la emergencia de violencia de género en la Ciudad de Buenos Aires. En este sentido, más del 10 por ciento de las mujeres, niñas y adolescentes es víctima de alguna forma de violencia de género. Y en los últimos cinco años hubo 1236 femicidios, según las estadísticas del Observatorio Adriana Marisel Zambrano, de la Casa del Encuentro. Ada Beatriz Rico, integrante de esa entidad, enfatiza: “En primer lugar acompañamos el dolor de la familia de Angeles, que es el dolor de toda una sociedad ante una muerte inexplicable, pero lo que pasó es un femicidio, no es un tema de inseguridad más como se pretende visibilizar, es violencia de género como la padecen diariamente muchas adolescentes en todo el país. Esta es una realidad que duele, que nos lleva a pensar en todo lo que falta para entender que la violencia sexista también es un tema de derechos humanos, que nos involucra como sociedad y que desde los estados se deben redoblar los esfuerzos en todos los sectores, especialmente en todo lo concerniente a prevención, asistencia; y en algo fundamental: el cambio de paradigmas culturales patriarcales y machista”.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.