PERSONAJES
Zafada
Cecilia Elía es la animadora de “Mundial de videos” que sale de lunes a viernes por MuchMusic. Su estilo mezcla citas de Walter Benjamin con puteadas a Britney Spears. Y la adoran.
Por María Moreno
“Verme a mí es como tenerme hablando al lado”, dice Cecilia Elía, la conductora –o el referí– del “Mundial de videos” que sale de lunes a viernes por Much Music. Flaca spaguetti, pero spaguetti, para un pas de deux, musculosa, sin hueso a la vista, cero silicona, hace tiempo que dejó de soñar que era solista del Bolshoi.
–Pero sigo leyendo literatura rusa. Me encanta, por ejemplo Humillados y ofendidos de Dostoievski. Tengo un fetichismo de lo ruso. Me paro ante una mesa de librería y las novelas rusas me llaman: “Comprame”. Hasta aprendí ruso en la Facultad de Ingeniería. Era la única alumna. Iba todas las tardes como dos horas.
–¿Hasta dónde llegó?
–Sé ruso I y II.
–¿El sueño de Rusia era por el ballet?
–De chica sí. Pero el ambiente de la danza es muy difícil. Empecé a los 8 años. Es muy duro: te pesan cada quince días justo cuando te va cambiando el cuerpo Era buena pero no muy. Tal vez lo que necesitaba era más práctica. Además la mayoría de las chicas que van al Colón dejan el colegio porque requiere demasiado tiempo. Y mi mamá no quería que dejaran el colegio. Cuando tenía quince, dieciséis, todavía decía competitivamente “Yo voy a llegar”. Me encanta Maximiliano Guerra que ahora forma gente. Mirá si hubiera seguido. Pero a los 17 años dije “esto no” y no sabía por qué lo cambiaba.
–¿Extraña la Rusia Socialista?
–Sí. Una vez, en Much yo tenía una remera que decía Aeroflot con el signito comunista y me preguntaron en un mail “¿qué dice?” y yo contesté que estaba en ruso. Y terminé la frase: “¿Cuándo vamos a ver a mi Rusia comunista de nuevo?”. Al otro día me llegó el e-mail de una chica que me decía que “le pregunté a mi papá qué es el comunismo. Y no me supo explicar bien”.
Cecilia Elía habla “a mil”, quizá porque pertenece a una generación en donde ganar tiempo y palabras profetiza el deseo de ocupar un espacio televisivo. Con ese estilo de “la hermana de mi mejor amigo”, sorprende cuando echa mano al machete de estudiante de comunicación de la UBA y larga expresiones como “doble discurso” o cita algún párrafo de Miestrios Egipcios de José Alvarez López lo mismo que hace una interpretación prêt à porter de Filosofía en el tocador, de Sade. Todo comprimido, sin argumento, algo que en su ritmo de videoclip equivaldría a injertar una soporífera secuencia de Herzog. Si confiesa que fue a un secundario privado que funcionaba como una burbuja y que la carrera en la UBA, al principio le costó un huevo, ahora parece haber logrado una negociación. A la cultura del siglo XX la traduce en forma de graffiti: “Una vez mandé algo de Benjamin, algo de la politización del arte y de la espectacularización de la política y me dijeron ¿cómo en un programa de música estás citando a Benjamin? No podés. Pero por los mensajes vi que había funcionado. A mí me llegan e-mails que dicen que no llegaron a ningún otro programa de Much. De chicos de letras que hacen análisis extensos de la industria cultural. E-mails elevados. En general se subestima un poco al público. Porque nunca podés saber muy bien quién te está mirando”.
Antes de trabajar en MuchMusic, Cecilia fue productora en FM La Tribu y hacía notas para AM Radio El Sol de Lanús. Estaba rondando lo que quería hacer aunque lo enuncie de manera rara: “No sabía qué quería hacer ni tenía contactos para hacerlo”. Claro que la palabra casting entonces le sonaba como para conseguir chicas tipo Emma Burton, una cantante gordita que todavía usa el truco de ponerse una túnica de red sobre la bikini mojada y hacerse milanesa en una playa mientras maúlla letras zonzas y que, cuando Cecilia tiene que anunciarla en “Mundial de Videos”, le hace torcer la comisura izquierda de la boca como si estuviera sosteniendo un pucho con el aire de una milonguera.
–La palabra casting me daba vergüenza. Era como ser representante. Me suena como muy. Hasta que una amiga me dijo “Están haciendo un casting en MuchMusic”, fijate a ver qué onda. Cuando iba de mi casa a Much, decía “¿Qué estoy haciendo? Está lleno de chicas que quieran trabajar en televisión”. Internamente sabía que quería algo de eso pero no lo reconocía. A mí siempre me había gustado mucho Pergolini, sabiendo que toda imagen transgresora reproduce de alguna manera el mismo sistema, que no sirve de mucho pero igual me gustó siempre. Caminaba y seguía como con un doble discurso. Hasta que pensé: “Nada. Si la vida te quiere ahí, andá”. Fui, hice el casting. Quedamos tres chicas. Estaban Adrián de Rosa, mi jefe de piso, la parte creativa de televisión abierta y un camarógrafo. Eran ocho personas en una especie de sótano. Las chicas entraban por tandas. Me hicieron hacer una especie de copete. Después un chivito de América on line. Después nos llevaron a Mar del Plata a hacer notas para ver con quien se quedaban. Era la primera vez que agarraba un micrófono en mi vida. (Después, cuando tuve que ponérselo a Charly, él me tuvo que sostener la mano porque vio que me temblaba, como diciendo “tranquilizate”, lo que me puso mucho más nerviosa.) Hice lo que tenía que hacer. A los dos meses me llaman y me dicen: bueno, arrancá.
MuchMusic: el piso del amor
En el “Mundial de videos” una banda como Metallica puede ser presentada como cromagnónica por tipos como Bobby Flores pero puede ganar o perder por la votación del público que vota desde la misma computadora desde donde le manda a Cecilia mensajes casi siempre pudorosos.
–No me siento sexy ni nada. Y sé que estoy adentro del sistema desde donde trato de hacer otra cosa. Porque cuando entrás a trabajar, hay opciones. Elegís qué postura vas a tener. Las primeras semanas era políticamente correctísima cuando presentaba un video. Hasta que me tocó presentar uno de Gloria Stefan –me acuerdo–, que es una de las personas que más detesto y que me produce como algo en la piel, y lo largué y no me dijeron nada. Porque una persona que sale y dice “quiero mi Cuba libre”... Si antes, una persona decía “Quiero mi Rusia libre “, saltaban: ¡Mirá la política que está haciendo! Y lo hace ella y nadie le dice nada. Alguien que responde a la basura que son los Stefan, que es Miami, que es latino Miami. Repugnante. Y dije una cosa así y en esos términos.
–¿Y?
–Y nada. Con lo que se armó polémica fue con un video de Shakira, un video deleznable también que se llama No creo donde ella dice “No creo en Carlos Marx, no creo en Jean Paul Sartre”. Y hay imágenes de tomates contra un poster de Carlos Marx. Después sale un grupito de chicos con carteles que dicen “Jean Paul Sartre vive”. Ella pasa y los mira como diciendo “Muéranse”. ¿Cómo que no creés en Marx? ¿Cómo que vos no creés? Carlos Marx es. Encima esa postura medio intelectual de “estoy citando esto”. Lo dije hasta puteando. Después lo volví a repetir con más altura.
–¿Qué altura?
–Saqué las puteadas.
Cecilia cultiva el arte borgeano de la injuria pero en versión mini, sin retórica.
–¿Britney Spears?
–Es reventante esa onda “Soy flaca y tengo la panza chata y vos tenés que ser igual”. Todo primer plano, todos los temas iguales, cero música, cero valor comercial. Lo dije y un chico me puteó como si le hubiera tocado a la madre. Tenía 17 años. No se bancó que alguien le cuestione lo que hacen los medios. Bueno, yo también a los 17 años, a lo mejor tampoco me bancaba que me tiren abajo algo. Pero una persona a la que le escriben los temas, pone la cara y hace dieta ¿Qué es?.
–¿Qué es?
–Es una misma fórmula reproducida. Yo no sé cómo hay mercado para tantos porque no es que hay Los Backstreet Boys y una rubia. Hay cinco rubias y cinco grupitos de cinco.
–¿Tinelli?
–Detestable. Lo que representa él, su humor, su grupo.
–¿Cuál es el límite de lo que mandás en MuchMusic?
–El tiempo. Estoy en un lugar en donde, en la medida que se puede, yo trato de volcar más cosas. Pero sacamos pisos de un minuto y medio, más no. Hemos pasado a gente no tan obvia como Bob Marley –¡Músicos!–, videos de los ochenta que no pasaba nadie, que estaban superguardados. El programa va todos los días a las ocho, se repite a la una del mediodía del otro día y los domingos a las tres de la tarde. Así que te puede sacar del sarcófago. Cuando hago entrevistas investigo al personaje para no hacer una nota estándar aunque a veces haya que hacerla en dos minutos. También trato de que sea un lugar para que los músicos hablen de otras cosas y no sólo de música. Se piensa que los músicos no saben o no pueden. Pero es que no se les pregunta. Sobre política, sobre la globalización. Tratamos de hacerles preguntas lo más profundas posible y no salir del paso y llenar los dos minutos.
–¿”Tratamos”?
–Manuel es el chico con quien hacemos la investigación. Un tipo fabuloso. El es el que me calma.”Bajá, estás cebada, bajá.”
–¿Hizo alguna pregunta imprudente?
–Yo quería que Charly comente cada partido y que diga más o menos lo que le parece. “No, eso es de muy mal gusto”, me contestó. Y era verdad. Para un artista argentino hablar de otras bandas es de pésimo gusto. Me quería morir.
–¿Algún novio?
–Manuel. El chico con quien trabajo. Lo conocí en Comunicación. Después me lo encontré en MuchMusic donde trabajé tres meses antes de hacer este programa diario. Un sueño.
–¿Usted cuánto gana?
–Me pagan 750$ menos los 100 del monotributo. En cheque Banco Galicia. Me mantienen mis padres. Pero ayudo: al teléfono lo pago yo.
–¿Le pagan con el estrellato?
–Preferiría vil materia.