Viernes, 23 de agosto de 2013 | Hoy
ESCENAS
Atentados contra su vida, del británico Martin Crimp, descubre a Ana, terrorista urbana, artista plástica, actriz de cine porno; una mujer que quizás exista, que está en todos lados y en ninguno.
Por Sonia Jaroslavsky
Para el director Cristian Drut, recordado por sus montajes de Crave, de Sarah Kane, Top Dogs, de Urs Widmer, o El mal de la montaña, de Santiago Loza, actualmente en cartel en el teatro Abasto Social Club, Atentados contra su vida es una obra de 1997 y de alguna manera –dice– es el comienzo del fin. “Es un poco toda esta decadencia de fin del siglo veinte. Algo que aún se sigue terminando.”
Drut no es la primera vez que dirige una obra de Crimp, ya lo había hecho con En el campo, el primer texto de este autor contemporáneo estrenado en la Argentina. “Llegué a Martin Crimp por Sarah Kane. Crimp se ubica entre Harold Pinter y Sarah Kane y es un autor consagrado. Crimp tiene unos textos duros, tremendos. En Atentados... hay un humor que circula por zonas muy áridas. Yo bromeo a veces y digo que es un varieté con buena literatura.”
En traducción de Rafael Spregelburd y un elenco exquisito integrado por Analía Couceyro, Lucrecia Gelardi, Maca Suárez, Marina Pérez, Pablo Cura, Ignacio Rodríguez de Anca, Daniel Cerecedo Digon y Cecilia y Nacho Czornogas, el trabajo con los actores estuvo pensado con la misma lógica de la obra. “Actores narradores donde no son ellos y sí son ellos –explica Cristian–. Donde las cosas les pasan a otros y también les pasan a ellos.” La puesta se completa con la combinación de música, canciones, proyecciones y palabra. Con la banda en vivo de Los Hermanos Mckenzie, el texto duro de Crimp es acompasado por el formato de show. “En este sentido –dice Drut–, pensamos las diecisiete escenas como escenas autónomas. La posibilidad de diecisiete microobras: diecisiete maneras de matarla; diecisiete modos de exponerla a Ana y de actuar distintas cosas con diferentes lenguajes. Que la obra tuviera algo muy visual y que pudiera sostenerse y pensarse a partir de ahí. Cierta lógica de evento apoyado en la banda y en el despliegue visual e incluso en la lógica de una temporada acotada.”
Con iluminación a cargo de Alejandro Le Roux y escenografía y vestuario en manos de Cecilia Zuvialde, el trabajo con el director para una puesta de gran despliegue estuvo justamente en la posibilidad de hacer algo espectacular. Un poco ironiza Drut, de la misma manera que lo hace la obra, acerca de si existe una receta para hacer teatro contemporáneo. “Y sí, hay una receta hoy, donde debés hacer algo espectacular que contenga canciones, coreografía, despliegue espacial o un teatro con escenas íntimas en que el registro de los actores es lo más importante y nada debería distraer al público. Por eso en Atentados... además está el humor, no sólo del texto sino de la persona que diseña y se divierte con la multiplicidad de sentidos que puede ofrecer.” El humor y la ironía sobre el arte fueron parte del trabajo de la escenógrafa y vestuarista, a tal punto que en una escena en que se homenajea a los artistas contemporáneos como Warhol, Hirsch, Abramovic o Minujin se observan prendas icónicas de esos artistas o sus obras reflejadas en el vestuario. El desafío parece haber sido buscar el equilibrio entre todos los lenguajes que conviven en el espectáculo y alternar momentos intensos de información con remansos donde el público descansa y reflexiona.
Ana no está en ningún lado y está en todos al mismo tiempo. Ana se construye y se destruye con toda la violencia de este mundo. Los actores-narradores no dejan que se produzca ninguna identificación y el espectador, confundido, intentará en vano toda la obra armar la pieza, conformar el cuerpo destruido de una Ana que tal vez nunca existió. Como Brecht, escenas con títulos y aperturas y cierres narrativos bien claros, el espectador es arrojado a distanciarse casi con puñales. La banda en vivo, de alguna manera, dará respiro y dejará que, en clave musical, abordemos a esa mujer que en varias escenas quiere conformar tipos de mujeres cosmopolitas de finales de siglo. “Ella es la chica de al lado/es la falla fatal del sistema/Ella es la llama que quema/Ella es la yegua de Troya...”l
Atentados contra su vida. Hasta el 25 de agosto, jueves a domingos, a las 20.30. Centro Cultural San Martín. Sala 3 Multipropósito. Sarmiento 1551. Entradas en boletería o por www.tuentrada.com
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