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Viernes, 18 de octubre de 2013

Las aguas divididas

INTERNACIONAL II Tras la salida de una nueva entrega novelesca, vuelve la controversia alrededor de Bridget Jones, un personaje que ha puesto en jaque al feminismo. Con aguerridas defensoras, acérrimas detractoras y tibias seguidoras, ¿qué pasiones despierta la blonda cuentacalorías y buscamariditos?

 Por Guadalupe Treibel

Parece que más de una inglesita anda desolada desde que, la semana pasada, se editó en Gran Bretaña la tercera y (de momento) última entrega del Diario de Bridget Jones –Mad About the Boy (Loca por el chico)– y corroboró que, en efecto, uno de los personajes más queridos de la saga se quedó en el camino argumental. Ocurre que, devenida ahora en viuda alegre, la acomplejada blonda ha vuelto al ruedo sin la compañía del desabrido galancete Mark Darcy, y el asesinato –ficcional, narrativo– que la escritora Helen Fielding ha perpetrado contra el maridito, dejó a buena parte de la platea femenina rabietas o patidifusas. Porque, claro, ¿cómo no extrañar al estoico caracúlico que supo tratar con desdén e indiferencia a su bella dama por amarla abrumadoramente y volcarse, más tarde, una vez derribados los prejuicios, al romanticismo extremo? “MD ha muerto, pero su arquetipo vivirá para siempre”, ofrece a modo de ¿consuelo? la web feminista Jezebel sobre la fórmula te amo-te odio que Colin Firth supo interpretar tan bien.

Igualmente, dicen que la pluma de Fielding le ha dado revancha a la antiheroína de curvas pronunciadas que, ahora con 51 años y dos críos, aún se obsesiona por estar acompañada y por los kilos de más, sumando una nueva –e insoportable– neurosis: las arrugas. Demasiada revista Cosmopolitan pareciera haberle derretido las neuronas a Bridget, que sigue contando calorías y –como siempre– necesitando un objeto de afecto para definirse. Por eso, para paliar el arrebato de su media naranja, Jones cuenta con una nueva herramienta: un boy toy llamado Roxter (¡Roxter!) veinte años menor que conoció a través de Twitter (remoderna ella). Aunque, ojito, aún tiene al cínico y encantador Daniel Cleaver, padrino de sus hijos, como amigo entrañable, paño de lágrimas y animador de ocasión. Lo cierto es que, mientras algunas lloran los años perdidos y otras agradecen que les hayan ahorrado el tedio matrimonial, el retorno de BJ –cuyas primeras andanzas vieron la luz en una columna de The Independent en 1995, luego se convirtieron al formato novela y, más tarde, al fílmico– ha vuelto a prender la mecha de la discusión. Porque así como se la ve (reobsesiva, medio Susanita, bastante torpe), Jones sigue inspirando la eterna discusión sobre cuán bien (o mal) se lleva su figura con el feminismo, despertando pasiones encontradas entre quienes la detestan, quienes la idolatran y quienes simplemente la admiten como placer culposo. Hay, entonces, posiciones claras; la de la reconocida periodista anglo Suzanne Moore, de The Guardian, es una de ellas. En su reciente artículo “Por qué odio a Bridget Jones” (ejem, ¿quedó claro?), SM se despacha con una serie de afilados e irónicos argumentos que, de alguna manera, resumen la postura más anti: “Resulta que Bridget somos todas, ¿verdad? Porque ¿acaso no estamos todas obsesionadas con tres de las cosas más aburridas del mundo, como ser: la dieta, tratar de conseguir a un tipo y beber, y sentirnos mal por haber bebido? (...) Sin intentar ser demasiado estridente para no espantar al público masculino, BJ ha sido, en mi opinión, la personificación del posfeminismo: insulso, consumista, egocéntrico. Su independencia cacareante, ganada gracias a la verdadera lucha del feminismo de las dos décadas anteriores, se manifiesta como libertad para emborracharse y para hablar abiertamente de sus deseos sexuales. ¿Por eso debemos estar agradecidas?”. Más transparente, echale lavandina.

Y sigue la buena señora: “Aun cuando los fans se molestaran, era obvio que Darcy tenía que morir. Porque el personaje de Bridget está basado en la falta. Falta de un hombre. Falta y culpa. Incluso a los 51, ¿qué sería de su vida si no estuviese buscando a un tipo? (...) Lo que llena esa ausencia es la autoindulgencia; la promesa del posfeminismo después de todo eran unos Manolo Blahniks, un Mister Big o un Darcy, algunos juguetes sexuales, noches de alcohol con amigas. E ir de compras, claro. Al final, la liberación se redujo a libido. Perdón, pero yo no compro esta ficción. La ficción de que el posfeminismo no es antifeminismo. Porque lo es”, remató la articulista.

Y su expresa postura trajo cola, con un sinfín de respuestas a lo largo y ancho mediático. “Que te guste Bridget Jones no te hace una mala feminista”, tituló la revista online Vice como respuesta, y sirvió a doña Moore con una serie de explicaciones que, en resumidas cuentas, compara a Rihanna y Britney Spears con la Jones y pide que dejen de pegarles... a todas: “Es realmente irritante el argumento de que las mujeres tenemos que crecer y dejar de molestarnos por trivialidades. Somos humanos: vivimos para las trivialidades. Claro que nos interesa si llueve justo el día que tratamos de arreglarnos y parecer atractivas, o si vamos a morir solas junto a cajas vacías de glaseado para cumpleaños Betty Crocker. Eso no significa que Bridget o yo, o cualquier persona que se identifique, sea una antifeminista”. Para Sian Dixon, una columnista del Huffington Brit, nadie puede enojarse o entusiasmarse tanto con un personaje si, en algún punto, no se siente identificado, “le guste o no”. ¿Otros argumentos? Que, en realidad, la de BJ es una historia de superación personal: la mujer que se independiza, se libera, se siente cómoda en su propia piel y, a partir de ello, todo le sale bien.

Como sea, desde su aparición fílmica de la mano de la irritante Renée Zellweger, el personaje de la blonda con aspiraciones matrimoniales se ha convertido en una parodia que toca varios nervios sensibles y nunca ha quedado claro si su existencia se mofa de o con las mujeres. Pues bien, no plantaremos aquí bandera (aunque los postulados de Moore son bastante buenos...): si a la lectora o espectadora de la saga le cae en gracia o desgracia la viuda Jones, va por cuenta propia. Sin instancia superadora, vislumbrados los manifiestos, los bandos aguardan. Y usted, ¿de qué lado está?

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