Vie 07.11.2003
las12

INTERNACIONALES

¿La libertad? ocupada

En cada discurso de George W. Bush después de los ataques a las Torres Gemelas puede rastrearse, además de la omnipresente lucha contra el Eje del Mal, la mención a la situación de las mujeres en Medio Oriente. Conseguir su libertad fue una de las excusas del imperio para las invasiones a Afganistán e Irak. Sin embargo, son ellas las que más sufren una guerra sin fin que las cerca cada vez más.

Por Luciana Peker *

ERA IRAK
Decían que cada piedra pulverizada en el aire de ese monumento, que agigantaba a Saddam y agigantaba su derrota, iba a volar empujada por nuevos vientos. Decían que la caída del ídolo de mármol iba a significar el fin de la dictadura. Decían que la guerra era imprescindible para la paz y que la fuerza era indispensable para la libertad.
Ahora, más allá de lo que digan, la realidad grita otra cosa: en términos de libertad sexual, o femenina, las mujeres iraquíes bajo Saddam tenían muchos más derechos que sus prójimas de países vecinos como Arabia Saudita, Kuwait o Irán. En teoría, las mujeres son más “libres” ahora que antes, cuando vivían bajo una dictadura. Y esa “libertad” teórica es debatible, además, porque ahora todos los iraquíes viven, quiéranlo o no, bajo una ocupación extranjera. Las nuevas libertades cívicas (una prensa libre, libertad de religión y organización política) existen, pero sus beneficios son abstracciones todavía para la mayoría. “En realidad, la situación de las mujeres en Irak ha empeorado en términos prácticos desde la caída de Saddam. No por su ausencia, naturalmente, pero sí por la creciente inseguridad pública desde la llegada de las tropas norteamericanas y la ola de resistencia violenta que se ha generado”, resalta ante Las/12 el periodista norteamericano Jon Lee Anderson, corresponsal de The New Yorker, autor del libro La tumba del león (Partes de guerra desde Afganistán), publicado en Argentina por Editorial Planeta y que está trabajando en un nuevo libro –para la Penguin Press, de Estados Unidos– sobre la caída de Bagdad, que será publicado en septiembre del 2004.
“En contraste con mi experiencia previa en otras regiones islámicas (Albania, Montenegro, Afganistán, Pakistán) la primera impresión de Irak es que la mujer no tiene un rol tan secundario como en otros países. Hay muchas mujeres que trabajan y están en lugares de poder, hay estudiantes de ciencias de la salud, algunas usan velos y otras no y ni siquiera son calladas”, describe Silvia Quadrelli, presidenta honoraria en la Argentina de Médicos del Mundo, que estuvo, hace poco más de un mes, durante seis semanas en Irak.
Hoy, simplemente, las mujeres de Irak dicen menos de lo que decían. Y ese silencio de ojos más cerrados entre las propias paredes, del encierro ante los propios ojos, de la cárcel del caos, es parte de ese tormento infinito que ya no se llama guerra, pero que nadie puede llamar paz. Y que, las mujeres de Irak, cada vez nombran menos y sufren más.

ES IRAK
“La situación de las mujeres ha ido empeorando desde el fin de la guerra. La falta de seguridad ha tenido un efecto directo en sus vidas y les ha impedido llevar una vida normal. Las mujeres y las chicas iraquíes sienten miedo de salir solas a la calle, temen a la violencia, a los delitos con armas de fuego y a los asesinatos por revancha –le explicó Nicole Chououeiry, de la oficina de prensa de Medio Oriente de Amnesty International, desde Londres, a Las/12–. Luego del conflicto bélico, algunas mujeres y jovencitas fueron víctimas de secuestros, violaciones y asesinatos. Durante su visita a Irak, en junio y julio pasados, la delegación de Amnesty International se encontró con familias que dijeron que no les permitían salir a sus integrantes mujeres, o que les tenían prohibido a sus jovencitas asistir a la escuela, por temor a lo que pudiera pasarles.”
Es cierto que ahora hay chicas que pueden chatear en cibercafés, que hay teléfonos satelitales, antenas parabólicas, un boom del cine porno y revistas Marie Claire en los puestos de los libreros de manuales escolares. Pero el fin de la censura no es el fin de la opresión. Lee Anderson describe: “La incidencia de robos violentos, de raptos y violaciones contra mujeres se ha disparado en la posguerra (y estos sí eran delitos inusuales en la época de Saddam). Como resultado, ves menos mujeres y chicas en las calles, y las que están casi siempre van acompañadas de un hombre de la familia. El problema es que raptan a las mujeres para usos múltiples: pueden pedir rescates de sus padres o maridos y, si son jóvenes o atractivas, las violan. En agosto, yo mismo presencié cómo una mujer, su hermana y su hijito se fugaron de un secuestro frustrado, a plena luz del día, en una calle céntrica de Bagdad”.
No es una impresión aislada. Al menos, 400 mujeres iraquíes han sido violadas o secuestradas desde que empezó la ocupación norteamericana, según denunció la Organización para la Libertad de las Mujeres de Irak (OLFI, por sus siglas en inglés), en una noticia difundida por los portales Cimac y Mujereshoy. “En cuanto una mujer da unos pasos en la calle es objeto de humillaciones, ataques sexuales y burlas. Uno de los argumentos que usó Estados Unidos para invadir Irak fue liberar a mujeres y hombres y ahora estamos mucho peor, mientras que los soldados no hacen nada para garantizar la seguridad de la población femenina”, criticó Yanar Mohammed, de OLFI.
En tanto, la ONG Human Rights Watch también advirtió: “Hay bandas especializadas en secuestrar niñas y venderlas en los países del Golfo que se sienten a sus anchas en Irak ya que la escasa vigilancia en las fronteras permite sacarlas del país sin pasaportes”.
Silvia Quadrelli tiene 46 años y la experiencia de los retortijones de la guerra, las heridas abiertas con la que los diarios no hacen infografías: esos cuerpos sedados por la decepción y aullando por la desesperación, que piden ayuda. Eso que, ahora, algunos llaman daños colaterales. “En el hospital donde trabajábamos en Irak todos los días recibíamos heridos graves que necesitaban amputaciones. El 80 por ciento eran chiquitos con la pierna destrozada colgando de un hilito, que habían tocado bombas de fragmentación –un gran misil que larga 3000 bombas y actúa en forma similar a las minas antipersonales–. El 25 por ciento de las bombas de fragmentación no explotaron en el momento en que fueron arrojadas, pero sí explotan cuando alguien las toca y ahora se encuentran diseminadas por todo Irak. Además, están diseñadas para lastimar y no para matar porque se supone que eso le genera más daño al oponente. Sonviolatorias de la Convención de Ginebra, pero se usaron igual”, enfatiza Silvia.
Los carteles están pegados en los hospitales. Son improvisados. No dicen que el silencio es salud sino que el juego es peligroso. Alertan que los chicos no jueguen. Alertan que la curiosidad infantil, tan innata como la sed de vida, puede ser mortal. Piden que los chicos no toquen objetos desconocidos porque en las calles, en los descampados, en los recovecos de los mercados callejeros, en las fincas, o entre los ziz zag de sombra de las palmeras que regalan dátiles, están las bombas, que tampoco se enteraron que la guerra terminó. En Irak los peligros son tan zorros que los que no están a la vista juegan a las escondidas. Pero son tantos que los carteles no bastan.
“Todavía se ven las consecuencias del uranio empobrecido, utilizado en la guerra del Golfo, en la muerte de recién nacidos y de una cantidad de chicos con cáncer como no tiene ningún otro país. Con esta guerra hay cosas que no se van a ver hasta dentro de unos años. La mujer siempre es la más sensible cuando se quiebra el sistema de salud porque la maternidad la expone a cosas que a los hombres no. En Irak no hubo agua, ni condiciones de higiene. Por ejemplo, es casi seguro que la tasa de fertilidad se haya afectado”, diagnostica Silvia. “Hubo muchos mal partos y abortos involuntarios durante el bombardeo en Bagdad, en marzo y abril -apunta Lee Anderson–, por el efecto de la zozobra generada por las explosiones. Muchísimos.”

LA GUERRA SIN FIN
“Nuestra misión en Irak es vital”, declaró George W. Bush, el 3 de noviembre, seis meses después de decretar –el 1º de mayo– el fin de la guerra. Hasta ahora murieron en Irak 380 soldados norteamericanos. Durante la guerra fallecieron 138 y después de la guerra 242 (entre ellos 5 mujeres). El 64 por ciento de los estadounidenses que volvieron a Estados Unidos con la bandera en la frente y el cuerpo sin vida falleció después del 1º de mayo.
El domingo 2 de noviembre derribaron con misiles un helicóptero de Estados Unidos. En este ataque –uno de los más duros desde la caída de Saddam Hussein, el 9 de abril– murieron 16 soldados. “Esta fue una nueva lección de la resistencia, una lección para los ambiciosos agresores”, dijo un iraquí que festejaba junto a otros residente de Fallujah la caída del helicóptero. “Tan sólo unos minutos antes de que el helicóptero se estrellara escuché a la radio de Bush repitiendo su viejo mantra: ‘El pueblo iraquí entiende que acá hay un puñado de personas que no quieren vivir en libertad’. Este es un puñado extraordinariamente activo”, ironizó el periodista Patrick Cockburn, quien describió cómo los soldados norteamericanos le sacaban los rollos a los fotógrafos que cubrían el ataque. La prensa en Estados Unidos tiene prohibido mostrar los féretros que vuelven de Irak. Cajón cerrado.
“Fue otro duro golpe de la resistencia iraquí después de una semana difícil”, declaró el administrador estadounidense en Irak, Paul Bremer. ¿Si esta no es la guerra la guerra dónde está? “Estados Unidos se está metiendo en un berenjenal del cual no sabe cómo salir y cada vez más su postura se parece a la de una ocupación colonial clásica, con un gobierno armado”, traduce el resultado de los soldados caídos poscombate Pedro Brieger, sociólogo, analista internacional y autor del libro Guerra santa o lucha política.
Los ataques contra objetivos norteamericanos están en aumento. Pero las víctimas de la re-guerra no son sólo norteamericanos. El 5 de julio, en un atentado en una escuela de policía de Bagdad murieron 7 iraquíes. No fue un accidente. El ataque fue justamente contra los iraquíes que colaborancon las fuerzas de ocupación. En total, organizaciones pacifistas consideran que, hasta el momento, murieron 10.000 civiles iraquíes desde que empezó la guerra.
Por otra parte, el 19 de agosto un coche bomba explotó contra el cuartel de la ONU en Bagdad y mató a 23 personas, entre ellas, el enviado especial de la ONU, el brasileño Sergio Vieira de Mello. El 27 de octubre también hubo un atentado contra la sede del Comité Internacional de la Cruz Roja. Las guerras sin reglas suelen ser mucho más crueles. La guerra de todos contra todos afecta (más) a todas. Chououeiry, de Amnesty puntualiza: “La actual situación del país, la ausencia de seguridad y otras necesidades básicas de infraestructura están afectando a las mujeres mucho más”.
Quadrelli cuenta su experiencia en Irak desde la vida cotidiana (o la no vida cotidiana): “Las mujeres en Irak sufrieron un retroceso en su posibilidad de hacer la vida a la que estaban acostumbradas. Hay mucha rabia. La gente, al principio, no quería la invasión, pero la toleraba. Sin embargo, en la medida que la ocupación no resolvió sus problemas el odio fue creciendo. Las familias, cuando yo estuve, no tenían agua, no tenían electricidad, no tenían comida ni un sueldo a fin de mes. La mujer sufría las consecuencias directas de la guerra todo el día en su casa. Se descabezó el Estado y las madres no sabían dónde dejar a los chicos. En el hospital donde yo trabajaba la mayor parte de las enfermeras y de las instrumentadoras no podían venir porque se tenían que quedar en su casa a cuidar a los chicos”.

LA RESISTENCIA
El 31 de octubre se convocó a un día de la resistencia iraquí. Muchos alumnos no fueron a clase y no hubo tránsito. Según Gema Martín Muñoz, una experta arabista española, las fuerzas iraquíes se están aglutinando (hay divisados tres grupos, hasta ahora divergentes, las redes fieles a Saddam Hussein, la legión de islamistas provenientes de otros países y, en menor medida, los brazos radicales chiítas), a las que ya se las puede considerar una resistencia nacional. Esa resistencia no es la única que cree ilegítima la invasión. El 68 por ciento de los europeos considera que la intervención fue injustificada y el 51 por ciento de los norteamericanos –según una encuesta de The Washington Post– desaprueba el manejo de Bush de la situación en Irak.
Pero, la opinión pública opina después o antes de ir a la escuela, volver del trabajo, comer una donna. En cambio, Irak sigue siendo un país entre paréntesis en donde la guerra y la posguerra empujan al encierro de la nada a las mujeres. Y enamorarse entra también en las vendas de una realidad que ajusta la vida de las mujeres a un deber ser sin opciones.
E. –una médica de 25 años que sólo aceptó que se publicara la inicial de su nombre en Los Angeles Times por miedo a represalias de sus compatriotas– se enamoró del sargento Sean Blackwell cuando lo vio en el Ministerio de Salud, que él custodiaba. Se conocieron en abril y se casaron el 17 de agosto. En secreto. El no puede salir de su patrulla. Y ella no puede salir con un norteamericano porque sería considerada traidora. No se volvieron a ver desde su casamiento. “Existe el amor a primera vista”, asegura, en inglés, E., que pudo estudiar otras lenguas, pero ahora no puede decir su propio nombre.
No es casual. Las mujeres son blanco habitual de las guerras, aunque sean guerras distintas. “En el contexto del conflicto armado, la sexualidad femenina se convierte en un espacio simbólico de lucha política, como una forma de deshonrar al enemigo. Las violaciones y el hostigamiento a las mujeres y niñas constituyen una práctica generalizada, al igual que los homicidios y los señalamientos por tener relaciones afectivas con actores del conflicto”, señala el estudio Violencia contralas mujeres y las niñas en el conflicto armado, del Instituto de Derechos Humanos Guillermo Cano, de Santafé de Bogotá.

SERA IRAK
En Irak los tanques de la ocupación se refugian de la resistencia entre la población que cruza semáforos. Entre los tanques cruzan carros de madera con bloques de hielo del tamaño de una heladera. Los hielos reemplazan a las heladeras que ya no sirven por los cortes de luz que llegaron a Bagdad junto con los tanques. Los tanques se refugian entre los carros que llevan hielo. Nadie sabe cuándo se irán los tanques y los hielos.
Silvia analiza las perspectivas de un país en puntos suspensivos, aunque, aclara, que nuestra visión es la occidental y que, por ende, no siempre es la correcta. “Reconocer a todo lo occidental como antiárabe es una reacción a la invasión. Por eso, es muy probable que los iraquíes se aferren más a las tradiciones árabes y que las mujeres vayan perdiendo esa forma de vivir que no era tan desplazada, en la medida en que, como reacción a la ocupación, las mujeres quieran ser más linealmente musulmanas –opina– y eso signifique relegar un lugar en donde tenían acceso al trabajo, la educación y su familia no decidía por ellas.”
Uno de los interrogantes que se abren en Irak es si el repudio a Occidente va a generar una cultura más restrictiva hacia las mujeres. Brieger analiza: “Irak era el país árabe con el sistema más abierto en relación a la participación de la mujer. El nuevo gobierno está manejado por Estados Unidos que trató de lograr un equilibrio entre los factores sociales, religiosos, políticos y de género, por eso incluyeron a tres mujeres entre los veinticinco miembros del Consejo de Gobierno, aunque una (Aquila Hashemi) fue asesinada en un atentado. El tema es que la caída de Saddam Hussein potencia a sectores que estuvieron postergados durante mucho tiempo: los movimientos religiosos que ahora se constituyen en movimientos políticos y pueden tener una participación en el Estado que antes no tenían”.
“Yo estuve hace cuatro años en Irak –cuenta Brieger– y prácticamente no había mujeres con la cabeza cubierta, pero en el sur (con mayor influencia chiíta) sí. Y los chiítas son los grandes postergados en Irak, por eso, ahora, pueden salir a la calle y manifestarse abiertamente. Estados Unidos no entendió que la ocupación iba a liberar a todas las fuerzas islámicas que estuvieron reprimidas durante tanto tiempo y que eso iba a tener consecuencias sociales. Y la liberación de estas fuerzas viene acompañada de un retorno a lo tradicional, donde el lugar de la mujer es más tradicional, aunque no le demos a eso un sentido negativo. ¿Haber derrocado a la dictadura de Saddam Hussein es un paso adelante o no? Sin duda, cayó la dictadura y eso es un progreso para la mujer, pero si hay un crecimiento de la figura patriarcal a través de la religión podemos decir que es un retroceso.”
Las diferencias ya se empiezan a sentir. El periodista Lee Anderson destaca: “Hay una nueva represión social que, paradójicamente, ha venido con la ‘liberación’. En muchas zonas, sobre todo en las áreas rurales o barriadas urbanas de mayoría chiíta, el fundamentalismo musulmán (restringido con severidad por Saddam) ha florecido, obligando a las mujeres a ponerse los velos y restringiendo sus actividades drásticamente”. No es un dato aislado. “En algunos grupos islamistas se han reportado amenazas a las mujeres por el estilo de indumentaria que llevan”, informa Chououeiry, de Amnesty.
No hay soluciones pero sí exigencias: “Como poder de ocupación, la autoridad provisional de la coalición tiene la responsabilidad de proteger a la mujer y a otros grupos vulnerables en el país –explicita Chououeiry–. Ellos también tienen la obligación de mantener la seguridad, que hoy endía representa un gran obstáculo para las mujeres, aún más que para otros grupos sociales”.
De ahora en más la perspectiva es difícil. ¿Entrometerse para frenar los retrocesos de la intromisión? ¿Dejar que la contracara de Bush sean sólo hombres que ordenan a las mujeres tapar la cara y enrejar sus vidas? Brieger define: “En definitiva, lo que hay que entender es que la liberación de las mujeres iraquíes será obra de las mujeres iraquíes”.
Desde hace 3500 años antes de Cristo la Máscara de Warka mira y se deja ver en Bagdad. Es conocida como la Mona Lisa sumeria. Fue robada del Museo Arqueológico de Irak después de la guerra, después de los saqueos. El 3 de octubre la encontraron. Estaba enterrada en un huerto. Como en las Mil y Una noches, la historia de Irak, plagada de noches y días, todavía no está contada. El “the end” no llega por decreto. Warka todavía sonríe.

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