Viernes, 24 de enero de 2014 | Hoy
SALUD
En un verano agobiante, la posibilidad de esconder la cara del sol vuelve a estar de moda, a reimpulsar el diseño y a convertirse en una recomendable variante para la prevención del cáncer de piel. De paso, se le puede agregar onda y estilo propio a cualquier vestuario.
Por Luciana Peker
La sensación térmica dice que la temperatura no es sólo un número, sino una marca personal. Y en un verano de alertas rojas el termómetro crece en importancia. La sensación es agobiante, en el río, la playa, la pileta o la calle se padece un resplandor impiadoso. Se puede amar mucho el sol, pero también se lo padece. Y entre las múltiples estrategias para refugiarse de sus rayos renace un recurso con estilo pero, además, con mucha utilidad: el sombrero.
Hasta hace no mucho parecía un recuerdo en el placard de la abuela (de terciopelos rosas o azules), un souvenir de vacaciones for export (enormes, mexicanos, de paja o colorinches) o una extravagancia aparatosa de la realeza que luce en Hola sus tapa cabezas que valen fortunas. Sin embargo, fuera de las elites, los sombreros –sin siquiera lugar asignado en el placard– volvieron a tomar forma por encima del pelo, para generar la propia sombra de las mujeres que buscan protegerse sin tener ni vergüenza ni techo.
Una de las razones del regreso del eslabón de diseño más alto a la altura del cuerpo es que además de un accesorio de moda también es un escudo contra rayos nocivos: una moda saludable. La dermatóloga Virginia González recomienda usar sombreros con un ala de por lo menos siete centímetros. Y aclara que “las gorras con visera sólo protegen la frente y el cuero cabelludo”. También reniega de un clásico mito para combatir las altas temperaturas: “Los colores claros como el blanco son más frescos, pero más transparentes a los rayos ultravioletas. Siempre es preferible el uso de colores oscuros como azul o negro”. Y realza la apuesta de sumar algo más que cremas carísimas y de corta utilización para prevenir el cáncer de piel: “La vestimenta es un método económico y seguro de protección solar”.
Por su parte, el dermatólogo Fernando Stegnel, presidente de la Fundación del Cáncer de Piel, enmarca: “Es importante tener un comportamiento responsable frente al sol y el sombrero y los lentes forman parte de ese compromiso. El sombrero de ala es muy eficaz para proyectar sombra sobre la cabeza porque incluye las orejas y toda la cara, reduce la incidencia de los rayos ultravioletas e incluso los infrarrojos que son los que dejan la cara colorada y muy dañada por el sol”. Stegnel, al igual que González, advierte que las viseras –muy elegidas por las adolescentes– en motivos que van desde las guayabas andinas hasta las marcas tipo skaters protegen la nuca y el cuero cabelludo (que sin cobertura muchas veces termina enrojecido, con descamaciones o ardor), pero no protegen la cabeza y las orejas. “Sí brindan sombra a la visión (de ahí su nombre de visera), pero es una protección incompleta”, apunta Stegnel.
En Argentina, este año, la idea de resguardar la cabeza se promovió con el concurso “Hacele sombra al sol, diseña tu sombrero”, organizado por La RochePosay (que promueve sumar este accesorio y anteojos además del fotoprotector en el kit básico de supervivencia del sol) y Fundación del Cáncer de Piel. La iniciativa fue declarada de interés nacional por Presidencia de la Nación. La marca de protección solar La RochePosay divulga, en farmacias y redes sociales, un lookbook con distintas clases de sombreros (para que cada una busque y encuentre el diseño apropiado) y sostienen que se trata de difundir un “accesorio saludablemente chic y que va bien con todos los estilos para poder disfrutar el sol responsablemente”. El objetivo es promover una moda saludable con modelos concretos.
Los resultados del concurso se dieron a conocer el 18 de noviembre del 2013 en el Museo Sívori. El ganador del primer premio fue César Núñez por su propuesta de una gorraboina con visera. El jurado valoró su trabajo “por la originalidad al resignificar la clásica boina con modificaciones que le suman cualidades protectoras de salud y nuevo diseño. En un tamaño mayor al habitual y sumando una visera, adoptó un encanto lúdico, de impecable confección y combinación de colores”. Sofía Delaney y Milena Abdala lograron el segundo lugar por su capelina reversible con una estampa marinera, alegre y cromática, además de funcional, fácil de trasladar y de lavar. Mientras que María Soledad Pardo conquistó el tercer galardón con su diseño de un sombrero oriental.
El puntapié es importante porque en estas pampas estamos más acostumbradas a los pelos al viento que a una ala ancha. En sintonía con la idea de fomentar el uso de este accesorio, la estilista y crítica de moda Matilda Blanco comenta: “Los sombreros sin lugar a dudas vienen haciéndose un lugar en la moda desde hace unos años, quizá aquí las bloggeras lo hicieron propio, pero en otras partes del mundo no te miran tan raro cuando te ponés uno. Hoy vinieron para quedarse y hay que tener uno dependiendo de la ocasión y la temporada. Personalmente los uso, porque creo que completan un look y le dan un toque diferente a un equipo de todos los días”.
Verónica de Miero, dueña y diseñadora de Seco Rainwear, describe su colección de pararrayos: impermeables, con estampas de flores tropicales, escamas multicolores, lisos con colores fuertes y a lunares. Ella reflexiona: “El sombrero vuelve, por un lado, como un ítem de moda y al mismo tiempo ese regreso está en sintonía con una mayor conciencia social acerca de los cuidados del sol. El sombrero no sólo es un accesorio canchero que complementa y realza un look y que aporta cierto misterio sino que sirve para proteger el rostro”.
De Miero destaca que la propuesta está lejos de los desfiles de la monarquía europea, en donde parecen competir por quien se pone más metros cuadrados por arriba de la cabeza. “Está de moda y ya no como un accesorio de la alta sociedad –diferencia–. Es parte de los ciclos de la moda y de cómo las prendas se resignifican. En otra época se percibía como un accesorio aristocrático porque se lo relacionaba a la realeza. Sin embargo, nuestros gauchos usaban sombreros y las parisinas urbanas lo llevan hace años.” La accesibilidad de este regreso a las calles, las playas, las montañas, los ríos y las piletas permite elegir el modelo adecuado en ferias de ropa, negocios o vendedores/as ambulantes. La idea ya no es sacarse el sombrero en honor a alguien, sino ponerse el sombrero para honrar la salud propia.
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