Operaciones surrealistas, lo dadaísta traducido a una estampa que puede mostrar un pájaro baleado o una araña gigante atacando a una mujer hawaiana, se impone algo de relato que juega con lo siniestro aunque el resultado final sea cándido. La investigación está siempre presente en nuestro esquema, es una fórmula secreta, no esperamos que el usuario acceda a la historia del textil, pero sí que lo lea subliminalmente.” Así definen Constanza Martínez y Leandro Domínguez, los diseñadores de Tinta roja, su método para estampar y quedan pocas dudas de que son docentes de diseño textil en la cátedra Skiffic de la Universidad de Buenos Aires.
Tienen en su estudio y showroom para ventas de Honduras 4518 un área llamada cocina de color, donde los frascos de mermeladas y otros enseres guardan sus variaciones sobre pinturas; y una mesa de trabajo del tamaño de un salón de baile donde procesan esos tintes sobre schablones y rollos de telas kilométricas. De un cofre también textil, que incluye prendas de las diversas colecciones, extraen algunas con experimentos a los que ellos denominan “tintarojeados”. El listado incluye simulaciones de rayas sobre naranja, verdes insólitos, letras tailandesas, trabajos de cintas, recursos de patchwork y origami, esquemas organizativos de labores y toile de jouis chinescas y los aplican a pantalones, en su mayoría de largo capri, carteras, vestidos y camisas.
Dicen los diseñadores sobre su método: “En general adherimos a que las temáticas te lleven a asociaciones libres, puede ser que el patchwork de los acolchados amish pase a una línea de fajas o al centro de una camisa cruzada. Por regla general preferimos la camisa a las remeras como superficie para estampar y las usuarias son mujeres de entre 25 y 60, nunca las adolescentes. Estamos muy conectados con la historia del textil, admiramos los aportes textiles de Sonia Delaunay (la francesa que estampó interiores pero también hizo vestuarios para ballets de Diaghilev), nos inspiramos en eso y le ponemos nuestro sello en algodones, sedas, camisas de shantung y linos”.
Precursores del movimiento de autor –desde fines de los ‘90 vendieron foulards tintarojeados en galerías de arte como Gara o el multimarca Salsipuedes–, Constanza y Leandro mantienen un bajo perfil y don de humildad que resultan muy rara avis en el circuito de la moda.
Entre los últimos encargos que llegaron al estudio figuran las estampas para una puesta del musical Cabaret en un teatro de España (hicieron desde prints para las butacas hasta el telón, y decorados por encargo del escenógrafo Alberto Negrin), y el asesoramiento en diseño para Birkin, marca oficial de la tienda La Aurora.
La colección verano 2004, además de citas a las geometrías del arquitecto Charles Mackintosh (que Constanza llevó a unos bastidores que cuelgan junto a los percheros), y estampas de bañistas antiguas intenta rever la estética propia, con raports gigantes e imágenes macro.
¿Acaso las estampas son pensadas para generar nuevas siluetas y tipologías? “Sabemos que de la unión de nuestros diseños y estampas resulta una silueta masculina y femenina con algo oriental. También que se impone un tono retro sin que las prendas luzcan de feria americana ni de fácil lectura. Al diseñar no podemos apartarnos de la docencia y volver a comprobar que con sus infinitas posibilidades para contar historias la tela se parece a las páginas de un libro.”

Vivitos y coleando
Noel Romero y Angeles Chevallier se acercaron a la moda desde dos lugares opuestos: una academia absolutamente demodée llamada Caem y, luego, cursos de moldería, textiles y figurines en la vanguardista Saint Martin’s de Londres. El resultado es una marca llamada Ay not dead que empezó a tomar forma en 2001, con la colección Dame Fuego, remeras con estampas que recreaban el incendio del Parque Japonés con lentejuelas quemadas y otra en tributo a Gilda y las religiones latinoamericanas (la ropa tuvo imágenes de ofrendas a la cantante y una pasarela con simulacro de su altar en la tanguería punk La Catedral).
Dicen Noel y Angeles sobre la apuesta estética: “Nuestra marca es el contrapunto entre lo dulce, lo romántico y algo trash o bien lo femenino pero combinado de otra manera. Las imágenes son pop y en las combinaciones de colores se imponen el rosa flúo con marrón. Adherimos a la libertad en los códigos de vestimenta que percibimos en Londres, las mezclas de distintas gamas de colores y el contraste entre una remera rocker con un saco muy elegante. En sintonía con el furor de los stencils callejeros, en Belle or Rebelle, la colección para el verano 2004, aplican siluetas y grafitis desarrollados por el artista Darío Suárez que recrean mujeres africanas, la silueta de Robert De Niro en el film Taxi Driver y hasta calaveras con alas.
Agregan Noel y Angeles sobre las influencias: “La premisa fue recrear colores de Jamaica, pero ante la dificultad de dar con imágenes nos fuimos al Africa. De allí salió la silueta de mujer con afro, luego vimos que las plantas de paisajes de Burle Marx tenían muchas similitudes con las estampas de los trajes típicos y textiles africanos. Las trasladamos a tipologías de remeras que no son tales, el vestido mini-remera, un smoking, pantalones chupines o una cazadora de cuero reinterpretada en gabardina rosa”.
Mientras que Angeles rescata de la construcción del estilo propio su militancia en shows de Los Redondos desde la adolescencia (“iba con mis Topper y jeans ajustados sorteando gases lacrimógenos y bengalas a Tandil, Córdoba o Mar del Plata”), Noel, más afín a la escena electrónica local, celebra que una de sus remeras con estampas aparezca en la portada del DJ Sander Kleinenberg y desliza: “Nos interesa todo lo que va más allá de la ropa en sí misma, las influencias del arte y la escena musical que hacen a la cultura joven”.