Viernes, 21 de febrero de 2014 | Hoy
ACTUALIDAD
Hacer las compras siempre fue una tarea menospreciada y que, generalmente, recayó en manos femeninas. Ahora, en cambio, se politizó el poder de elegir qué comprar, exigir la oferta de los productos destinados al acuerdo de Precios Cuidados y se empoderó la tarea de las consumidoras. ¿Mayor valorización de la actividad doméstica o una sobrecarga en la demanda a amas de casa y trabajadoras?
Por Luciana Peker
Tenía el changuito en la mano y estaba haciendo las compras por su barrio. No se sabe qué extrañaba más: que se tratara de un varón o que fuese el ministro de Economía. La revista Noticias fotografió a Axel Kicillof, durante enero, con un changuito en Parque Chas, aunque, para calma de algunos, frente a una ferretería (un comercio más ligado a los mandatos masculinos) y lo catapultó como el “pibe del ajuste”, en obvia alusión al “pibe de los mandados”. El foco periodístico cuestionaba ideológicamente el plan económico e ironizaba –con un claro ninguneo– el atrevimiento de traspasar la división sexual –tradicional– de las tareas del hogar.
Un mes después, el 14 de febrero, Kicillof anunció fuertes multas –la más importante a Carrefour, por $1.316.000– a ocho grandes cadenas de supermercados por incumplimientos al programa Precios Cuidados. Desde el 27 de enero se labraron 141 actas de infracción. Las avivadas comerciales frente a la inflación no fueron descubiertas por una explosión de inspecciones. La mayor herramienta de control fue la denuncia de las consumidoras. Sí, ellas, las consumidoras. Kicillof aseguró que fue “muy exitoso el involucramiento que existió de parte de la sociedad civil”, ya que los llamados telefónicos alertaron cuando los precios no remarcados eran sólo cartón pintado. Pero la sociedad civil a la que se refiere el ministro de Economía no es una capa neutra de la población, sino que tiene un claro distintivo de género y un protagonismo estelar: las mujeres mayores.
En realidad, en la encuesta de la Secretaría de Comercio no hay –¡ay!– distinción de sexo. Pero una alta fuente del programa Precios Cuidados le detalló a Las/12: “Son las señoras grandes las que asumen el protagonismo porque tienen más ímpetu a la hora de denunciar y controlar. Por ejemplo, llaman nuevamente para ver si sancionaron al supermercado, insisten en el reclamo y verifican qué pasó con su denuncia. Las mujeres jóvenes dicen que tienen más cosas que hacer y se quejan de cosas más concretas. Esta tendencia también la vemos en las reuniones de asociaciones de consumidores, donde las mujeres son las que primero hablan y toman la iniciativa en la demanda, y el hombre está más relegado”.
La mayoría –ya no silenciada– también resalta en un dato de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires: el 55,5 por ciento de las actuaciones iniciadas fue originado por mujeres. Los temas más cuestionados por las ciudadanas son la educación, la situación del PAMI, la emergencia habitacional, la salud, las jubilaciones y pensiones, las comunicaciones, el transporte, las políticas de inclusión social, la vivienda, los resarcimiento por daños y los servicios públicos. En consonancia con la muestra del empuje femenino, Sandra González, presidenta de la Asociación de Consumidores y Usuarios de la Argentina Adecua, subraya: “Sin duda que las mujeres prestan más atención en el tema precios y hoy son muy protagonistas haciendo reclamos”.
El activismo como usuarias y consumidoras, sin duda, deja de lado el lugar pasivo de abrir el monedero y callarse la boca. Pero ahora, como nunca, desde el Estado se reclama alerta y movilización a la hora de ir a buscar una leche o un paquete de fideos. El debate que surge es si se trata de una forma de empoderamiento de una ocupación –hacer las compras– tradicionalmente femenina o si es una recarga en las tareas domésticas que ya pesan sobre las ajetreadas trabajadoras y amas de casa.
Un ejemplo de disconformidad con el pedido a la ciudadanía de ejercer el control de precios de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner fue la postura de la periodista María Julia Oliván. Ella contó en Intratables que hace semanas un modelo de zapatos costaba 850 pesos y ahora, al no lograr venderlo, lo habían bajado a 250. “Y yo ¿qué puedo hacer? ¿Entrar al local y decirle al pibe: ‘Sos un chorro’? Yo tengo que dedicarme a mi trabajo y a pagar los impuestos. El que se tiene que ocupar de los precios es el Estado”, expresó Oliván. Su postura, por supuesto, es válida. Sin embargo, su compañero de panel, Fernando Cerolini, englobó la crítica en la categoría de comentario de “señora gorda”. Ella terminó llorando y tomó la apreciación como un menosprecio y una forma de discriminación.
El contrapunto es si se trata de una obligación de las políticas públicas que puede terminar recargando el changuito de las labores femeninas. O si, por el contrario, la misión de conseguir el mejor precio de un paquete de galletitas ya no es un esfuerzo invisibilizado sino una tarea rejerarquizada. Por ejemplo, la legisladora porteña y kirchnerista Claudia Neira valoriza: “Precios Cuidados está logrando que pensemos bien lo que vamos a pagar cada cosa. Preguntamos, comparamos y miramos la lista”.
La compra rutinaria para llenar la alacena a la vuelta de las vacaciones de la actriz y directora Paula Etchebehere se convirtió en una aventura con final de persecución y miedo en el Coto de Monroe y Triunvirato en los primeros días de febrero. “Yo venía re arengada de la costa, mirando por televisión el control de precios y fui con mucho tiempo al Coto. Agarré la revista de Precios Cuidados y lo primero que busqué fue la pasta Odol, pero estaba el cartelito y no había pasta. Muy tranquila, le dije al repositor. Me di cuenta de que la situación empezaba de forreada cuando me dijo: ‘La estamos bajando justo, si usted me espera la traigo’. La esperé con el chango cinco minutos y trajo ocho. Fui a buscar la yerba Amanda y se la tuve que pedir. La manteca también faltaba y me desalentó: ‘No busque ninguno de los productos lácteos porque el provee-
dor no nos lo da’. Me hicieron gracia las góndolas totalmente vaciadas y saqué mi celular para registrarlo. Pero se me acercó un tipo y me dijo: ‘Señora, no puede sacar fotos’. Me empezó a perseguir y a decirme ‘sé quiénes son ustedes y para quién trabajan’. Yo le contesté que trabajo para mi casa y que reclamaba lo justo. Pero fue re heavy. Hice la denuncia, aunque no me dieron mucha bolilla con la situación de amedrentamiento.”
En este contexto, la economista Fernanda Vallejos opina: “Se ha escuchado por estos días que el Estado nos pide a los ciudadanos, y más a las ciudadanas –se entiende por el rol que las mujeres desempeñamos en el cuidado de la economía doméstica– que hagamos una changuita extra, en referencia al control ciudadano sobre el cumplimiento del acuerdo de precios. Ciertamente parece bastante pobre la interpretación, si no malintencionada. El ejercicio de una ciudadanía más plena, en nuestro de rol de consumidores, no se trata de una changuita sino de la construcción de una mayor densidad en la defensa de nuestro propio interés. El Estado tiene y debe utilizar los instrumentos jurídicos para limitar las conductas depredadoras sobre el ingreso de los sectores populares y medios, pero no es menos importante que nosotras exijamos el cumplimiento de los compromisos asumidos por las empresas”.
Más información:
Precios Cuidados: 0800-666-1518
Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires: 4338-4900, [email protected] / Venezuela 842.
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